Aquel jueves 15 de diciembre de
1979, era un día como cualquier otro para
Ricardo Avello, un joven originario de Concepción que en ese entonces tenía
18 años. Recién había terminado su cuarto medio y estaba empezando las vacaciones. En ese momento su preocupación era pasarlo bien, salir de fiesta y disfrutar con su familia para después postular a la universidad.
Sin embargo, en esa época continuaba la amenaza de una
guerra entre Chile y Argentina por la soberanía de las islas Picton, Nueva y Lennox, ubicadas al sur del
canal del Beagle, situación que
inesperadamente terminó cambiando su destino y creando una experiencia que lo marcó para siempre.
Ese día en el que ya se respiraba un clima veraniego, el joven aficionado al tenis fue a jugar al club en el que siempre practicaba. Sin embargo, en su casa lo esperaba un
sobre que había sido entregado por militares.
Se trataba de una citación al
Regimiento de Infantería N° 6 Chacabuco, donde debía presentarse el sábado, ya que el Ejército estaba reclutando civiles para defender la soberanía del país en caso de que estallara una
guerra, una amenaza que había sido inminente en 1978, pero que gracias a la mediación del Vaticano, se había logrado disminuir. Aun así, las tensiones continuaban latentes.
Para Ricardo fue un
golpe inesperado. Era un alumno destacado y en sus planes tenía previsto postular a la Universidad de Concepción para estudiar Economía, pero jamás se imaginó que iba a ser
reclutado para defender a su país ante la amenaza de una guerra. Es más, en un comienzo
no le dio importancia.
"Yo nunca le tomé el peso. Yo estaba entre comillas en otra, pensando en la fiesta del viernes. Estaba saliendo de vacaciones, estaba terminando ya el cuarto medio, y
me presenté el sábado, pero sin ningún tipo de preocupación ni nada", comenta Avello a
Emol.
Sin embargo, en esa época en el país existía la obligatoriedad de que todos los hombres debían inscribirse al servicio militar al cumplir 18 por un periodo de dos años. Pero los que estaban estudiando, tenían la posibilidad de postergarlo. Por lo tanto, esta obligación la cumplían solo aquellos que no estaban cursando estudios académicos, que en su
mayoría provenían de los sectores medios bajos y pobres.
"Fue muy extraño y sorpresivo porque uno tenía entre comillas el derecho de suspender el servicio militar si estaba estudiando y estaban citando al regimiento a una persona del segmento donde no se buscaba los soldados".
Ricardo Avello
Ricardo pertenecía a un sector
acomodado de la sociedad y no era común que "llamaran a hombres de una clase afortunada como la que tenía yo (...). Entonces fue
muy extraño y sorpresivo porque uno tenía entre comillas el derecho de suspender el servicio militar si estaba estudiando y estaban citando al
regimiento a una persona del segmento donde no se buscaban soldados".
Los jóvenes como Avello que estudiaban y pertenecían a sectores altos de la sociedad, se inscribían y después lo postergaban para luego, "a través de los infaltables contactos propios de su situación social privilegiada, no realizar ningún tipo de instrucción militar en el futuro".
De hecho, él pensó que si había "algún problema mi papá me lo va a sacar. Él, tenía buenas redes en lo civil y en lo militar", pero Avello revela que
"nada funcionó".
Cuarenta y ocho horas después de que se hiciera la entrega del sobre, el joven se presentó ante el regimiento, "sin saber mucho a qué atenerme", y fue seleccionado. Sin embargo, ese lunes "
a primera hora desaparecimos. Así de rápido y traumático fue todo".
Pero él no fue el único llamado por el Ejército al Regimiento de Infantería N° 6 Chacabuco, sino que fueron
200 estudiantes, en su mayoría recién egresados y provenientes del sector alto como Ricardo. Cien fueron seleccionados de Concepción, y los otros fueron escogidos de las ciudades de Chillán y Los Ángeles.
Según cuenta Avello, la
razón de esta inesperada citación para servir al país respondió a que "en el año 1979 la mediación papal se cayó dos veces y los argentinos movieron las tropas. Entonces, ahí el Ejército necesitaba a los 80.000 hombres para cubrir los pasos que Chile tenía. Y en esa parte estuvimos para proteger la frontera".
Además, en ese periodo, el Ejército
necesitaba equiparar el enorme desbalance militar que enfrentaba en comparación a Argentina, y lo hizo reclutando y preparando a soldados para
"convertirlos en una máquina de combate".
Es así como ingresó como recluta al Regimiento de Infantería N° 6 Chacabuco con asiento en Concepción, para ser adiestrado junto a sus camaradas
"física y mentalmente, de una manera en la que hoy no estaría permitido", y así ser enviados a proteger la frontera.
El entrenamiento
duró alrededor de cinco meses, y Avello asegura que fue una experiencia
"muy dura". Conoció el "infierno", pero también siente "cierto orgullo de haber estado ahí cuando Chile te necesitó, a pesar de que estuve medio forzado, pero todos los camaradas sentimos un orgullo personal de haber estado ahí".
Su historia la narra con
"crudeza", pero intenta suavizarla para ofrecer una perspectiva más amigable en su libro
"Soldados de una guerra que no fue", una obra novelada de 458 páginas, en la que el lector se convierte en un testigo de los hechos que en muchas ocasiones parecen
ser sacados de una película de terror o de estar observando un programa de televisión de sobrevivencia.
Con motivo de que este año se cumplieron 40 años del Tratado de Paz y Amistad firmado por Chile y Argentina, Avello escribió una segunda edición del libro -originalmente se lanzó en el año 2018- que
ya se encuentra disponible en todas las librerías del país. En esta versión, incluye algunas entrevistas a otros soldados detrás de los personajes de la obra, que narran sus vivencias personales, y cómo los marcó esta experiencia.
El autor, quien actualmente tiene 63 años, es el protagonista de la obra, aunque en ella toma el nombre de Ricardo Avalos, donde muestra sus vivencias, la de sus jóvenes camaradas y
presenta el conflicto desde la "perspectiva humana: aquella que da el hecho de haber vivido en
carne propia como soldado, el miedo y la decisión de combatir por el país ante el sangriento conflicto que se avecinaba".
El libro "Soldados de una guerra que no fue" ya se encuentra disponibles en las librerías. Crédito: El Mercurio.
"El entrenamiento era para ir a la guerra"
El autor cuenta que cuando fue citado, no sabía "absolutamente nada" de los conflictos que existían entre Chile y Argentina. De hecho, comenta que el lunes, cuando comenzó el curso del adiestramiento, "recién le tomé el peso y ahí recién me asusté. Pero tuve que asumirlo, echar para adelante, sin embargo, aún no entendía bien lo que pasaba".
Avello se convirtió rápidamente en el líder de la
Tercera Escuadra que realizó su "campaña de adiestramiento" en el fundo de la
Hacienda de Punta de Parra, un sector costero en la Región del Biobío.
Fue dura y hostil. "El
entrenamiento era para ir a la guerra. Era con golpes, castigos. También te trabajaban la cabeza. Te empiezan a no dejar dormir, no te dan agua, te dan poca comida, lo que te hacía estar siempre irascible", expresa Avello. Pero siempre había más.
"Yo, por ejemplo, estuve en uniforme nueve meses y
no desfilé ninguna vez. A nosotros
nos entrenaron para otras cosas. Particularmente en la unidad mía nosotros cargábamos una ametralladora de
20 kilos, entonces nosotros
éramos los sirvientes de ametralladora. Todo eso no te sirve para desfilar, nosotros no sabíamos desfilar, pero sí sabíamos disparar. Entonces el entrenamiento era distinto, era un entrenamiento para la guerra", agrega.
Tuvieron que pasar por varios ejercicios, pero uno de los que más lo marcó fue el llamado
Campo de Prisionero. "Simula lo que te hacen cuando tú caes prisionero en manos del enemigo. Entonces, te tratan de sacar la información, pero te lo hacen de verdad, no es de mentira, no es que te peguen un par de cachetazos", indica, refiriéndose a que el sufrimiento fue real. De hecho, hubo 50 soldados que terminaron heridos de gravedad y tuvieron que ser reemplazados.
"Uno era lo que llamábamos la parrilla, que es un catre electrificado. Tenías que pasar y contar, te preguntaban cuántos soldados tienen, qué tipo de ametralladoras tienen, y eran los mismos instructores tuyos, que
te electrificaban, te mojaban", profundiza.
"El entrenamiento era para ir a la guerra. Era con golpes, castigos. También te trabajaban la cabeza. Te empiezan a no dejar dormir, no te dan agua, te dan poca comida, lo que te hacía estar siempre irascible".
Ricardo Avello
En el libro se relatan más ejercicios, como
La Cruz de San Pedro en la que "te invierten hasta que tú te desmayas", pero, Ricardo, señala que de todas formas, en el texto narra las "más suaves". Sin embargo, establece que actualmente, en el Ejército
este tipo de adiestramiento "está absolutamente prohibido, pero en ese entonces era normal".
Otra experiencia que lo marcó fue que la Tercera Escuadra adoptó un perro como mascota llamado
Trauko. "Era lo único que te entregaba cariño y te empezaste a encariñar. Nos encariñamos y lo defendíamos como si fuera trofeo de guerra", relata Ricardo.
Pero a esta unidad le pidieron sacrificarlo.
"Llega un momento en el entrenamiento en que nos dicen 'ejecútenlo', 'ejecútenlo'. Tenías que ejecutarlo, aunque no queríamos", agrega.
Y es que esto "tenía una finalidad. Tenían que entrenarte, porque después tenías que dispararle a un argentino y no es fácil dispararle o herir a alguien, entonces con esto te preparaban".
Durante este periodo, para Avello, evidentemente "hubo momentos de debilidad.
Uno no es Superman, uno también siente miedo pero eso lo tenía que vivir cada uno solo.
Nadie te podía ver y el Ejército no te podía ver débil". Sin embargo, agrega, que lo "importante era superarlo. Me tenía que entregar y no podía resistirme y ahí me tuve que convencer de que
era un hombre que tenía que estar entrenado para matar, aunque no quería eso".
"El Ejército de esa época estaba preparado para la guerra, y el actual está preparado para la paz y no para la guerra. Si hay guerra, tú tienes que cambiar la doctrina de entrenamiento".
Ricardo Avello
El autor dice que todo lo que vivió junto a sus camaradas en los adiestramientos de aquella época, en
"el ejército de ahora está absolutamente prohibido. Hoy día tu no puedes matar una gallina dentro del ejército.
El de esa época estaba preparado para la guerra, y el actual está preparado para la paz. Si hay guerra, tú tienes que cambiar la doctrina de entrenamiento".
Tras estar alrededor de
cinco meses en una fuerte campaña de adiestramiento que buscaba convertirlo a él y a sus compañeros en
"máquinas de combate", donde vivieron la crudeza en su máximo esplendor, la unidad fue
trasladada a la frontera, donde estuvieron cuatro meses más. Sin embargo, allá la experiencia fue mejor. "Cesaron los castigos, comíamos mejor, porque no podías tener un soldado muerto de hambre, con sed, entonces estábamos más aperados para resistir los ataques", expresa Avello.
"Somos batallones olvidados"
Pero no hubo guerra.
Y de un día para otro les dijeron que tenían que volver a sus casas y sacarse el uniforme. Si bien los llamaron en un par de ocasiones, la compañía se
licenció en el año 1981 y Ricardo lo hizo con el grado de Suboficial.
Cuando recibieron la noticia, Ricardo sintió "una sensación bien extraña que me costó harto tiempo superarla".
"Sentí que no éramos ni civiles, no nos aceptaba esta sociedad como que nos miraba raro, y por otro lado, no éramos militares. Porque los militares, no nos reconocían como militares de profesión. Entonces no éramos ni fu, ni fa. Y eso nos pasó a muchos".
Esto, porque "cuando a nosotros nos dan de baja, salimos contentos, porque dijimos, 'ya nunca más', pero empezamos todos a hacer una suerte de un duelo, de decir, oye, chuta, se cerró la puerta al regimiento, nunca más voy a vestir el uniforme. Yo me acostumbré a ciertas acciones, ciertas actividades y después tenía que volver rápido a la universidad".
"Mis compañeros me miraban distinto, que no era el mismo de antes, pero perdí a todos mis amigos del colegio, después de no verlos por tres años".
Ricardo Avello
Y luego suma: "
Mis compañeros me miraban distinto, que no era el mismo de antes, pero perdí a todos mis amigos del colegio, después de no verlos por tres años. Además, había cambiado físicamente, el corte de pelo, la forma como me relacionaba, hablaba distinto, me vestía diferente.
Era otro, entonces no era civil, pero tampoco era militar, porque los militares decían, ustedes se van y chao, no vuelvan nunca más al regimiento".
Por eso, yo digo que "
somos batallones olvidados, y todos dicen, que el Ejército nos debe algo. Entonces, al final es como si tú te dedicaste en cuerpo y alma en algo y de repente dices, ya, hasta aquí llega, y te sueltan.
Te vas feliz porque nunca más te van a pegar y todo eso, pero te acostumbraste a algo y después no te reconocen como soldado".
"Todos quedamos con una suerte de sentimiento que el Ejército nos debía algo, que nos reconozcan algo. A todos nos duele eso. Después nunca más se acordó de nosotros después de cumplir el deber de la patria y esa falta de reconocimiento es lo más doloroso".
Ricardo Avello
En ese sentido agrega, que "todos quedamos con una suerte de
sentimiento que el ejército nos debía algo, que nos reconozcan algo. A todos nos duele eso. Después nunca más se acordó de nosotros después de cumplir el deber de la patria y esa falta de reconocimiento es lo más doloroso".
Esto último fue lo que motivó a Avello a escribir "Soldados de una guerra que no fue".
"Yo no quería que se perdiera esta historia. Se murió uno de mis camaradas a los 60 años, entonces yo dije yo tengo que escribir una historia para que esto no pase sin pena ni gloria. Este es el único libro que se ha escrito sobre el Ejército en la crisis del Beagle con una historia detrás, de que aquí hubieron civiles preparándose para una guerra que iba de verdad", establece.
Y por último señala que además lo motivó "el recordar historias de jóvenes que no estuvimos ahí por ser raros sino que nos llamaron y
habríamos dado la vida por nuestro país.
Entonces no quería que la historia pasara al olvido y que no fuéramos un batallón olvidado y creo que lo logré".