La Primera Ministra de Dinamarca, la socialdemócrata Mette Frederiksen, presentó su dimisión este miércoles, un día después de la ajustada victoria de su bloque en las elecciones legislativas, como preludio de las negociaciones para formar un nuevo gobierno.
Acostumbrados a liderar gobiernos minoritarios, los socialdemócratas, primera fuerza con 50 escaños de los 179 del Parlamento, quieren gobernar más allá de las divisiones tradicionales, un reto en el país escandinavo.
"Eso será muy, muy difícil. No sabemos si es posible, pero intentamos todo lo que podemos", dijo Frederiksen durante un debate al mediodía.
Tras la votación, el bloque de cinco partidos de izquierda obtuvo la mayoría absoluta con 90 escaños, tres de ellos en los territorios autónomos de islas Feroe y Groenlandia, frente a los 73 de la derecha y extrema derecha, y los 16 del centro.
Tras la dimisión del gobierno, la reina Margarita II conversará con cada líder de partido antes de encargarle con toda probabilidad a Frederiksen que comience las negociaciones para formar un nuevo gobierno.
Los otros once partidos ahora presentes en el Folketing comunicaron que la socialdemócrata deberá ser la "negociadora real".
La líder de 44 años, que consiguió el mejor resultado de su partido desde 2001, tiene una posición fuerte para permanecer en el cargo.
Negociaciones de "varias semanas"
Para el politólogo Rune Stubager, es poco probable que las negociaciones con la derecha tengan éxito, ya que las formaciones de este lado del espectro político, que hasta ahora rechazaron su mano tendida, no tienen "ninguna razón" para aliarse formalmente con ella.
Pese a todo y por pura formalidad, la líder de los socialdemócratas va a "comenzar las negociaciones para formar un gobierno amplio y llevará un tiempo, probablemente varias semanas", dijo a AFP el académico.
"Después,
pasará al plan B, que creo es más realista, que consiste en formar un gobierno con los otros partidos del bloque de izquierda".
También deberá hablar con el nuevo partido centrista, los Moderados, creado recientemente por el antiguo primer ministro liberal Lars Løkke Rasmussen.
Los sondeos a boca de urna y los primeros resultados sugirieron inicialmente que este tendría un papel decisivo como árbitro.
Pero "el sueño no duró más que unas horas", resume el diario Jyllands-Posten.
"Ahora Mette Frederiksen puede teóricamente evitar a Løkke".
Los Moderados participarán en las negociaciones y podrían entrar en el gobierno si quisieran, "si están dispuestos a comprometerse lo suficiente", considera Stubager. "No creo que se arriesguen, porque los expondría a las críticas de la derecha", explica.
Asuntos migratorios
Los asuntos migratorios, ausentes durante la campaña, podrían reaparecer en estas negociaciones.
Los socialdemócratas, cuyo objetivo es no acoger a ningún refugiado, trabajan en la creación de un centro de gestión de solicitantes de asilo en Ruanda, un proyecto criticado por los social-liberales cuyos diputados podrían ser cruciales para formar el próximo gobierno.
"Será muy difícil para los socialdemócratas suavizar su postura ante la inmigración, ya que ha sido un pilar de su estrategia estos cinco o seis últimos años", revela Stubager.
La extrema derecha, dividida en tres partidos, acumula 14,4% de los votos, pero es demasiado débil para tener peso en las negociaciones.
El partido del Pueblo Danés (DF), que hace unos años conseguía más del 20% de los votos, cayó al 2,6%, su peor resultado desde su entrada en el Parlamento en 1998.
El nuevo partido Demócratas de Dinamarca, fundado por la antigua ministra de Inmigración Inger Støjberg, consigue el 8% y 14 diputados.
El martes 84,1% de los 4,2 millones de electores fueron a votar, un ligero retroceso de la participación, la más baja en varias décadas en este país.