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Adiós al "cura obrero": La vida de Mariano Puga, el emblemático sacerdote que falleció a los 88 años

El presbítero falleció este sábado a los 88 años de un cáncer linfático. Su vida terminó en Villa Francia, en la misma comunidad que lo acogió en los '70 y durante sus últimos años.

14 de Marzo de 2020 | 08:48 | Por Consuelo Ferrer Durán, Emol
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La Segunda (archivo)
SANTIAGO.- "¿De qué vale la fe si no tiene obras?", preguntó el sacerdote Mariano Puga, conocido precisamente como "cura obrero", a todos los presbíteros de Chile. Fue a través de una carta, apenas hace diez días. Una semana antes, había llegado hasta el Centro de Justicia para oficiar una misa en la que exigió la libertad de quienes se mantienen en prisión preventiva en el contexto del estallido social. En el lugar había cientos de personas.

"Noté que muy pocos de ellos se sentían en comunión con la Iglesia, aunque muchos admiran a Jesús y su mensaje. Esa es la primera impresión que me llevo", les contó. "La segunda impresión que me llevé fue la cantidad de personas que comulgaron (...) con dolor me tocó percatarme de que éramos solo dos los presbíteros quienes estábamos compartiendo la cena del Señor con esa masa de gente".

"¿Qué es eso?", les dijo. "Después de tanta solidaridad compartida con estos hermanos crucificados, ¿se justifica que solo dos presbíteros hayan acompañado a ese PUEBLO el día en que denunciábamos su dolor?". La carta cerraba interpelando a sus pares, a quienes les preguntó con "con qué Cristo" comulgaban.

Fueron, de alguna manera, sus últimas palabras. Al día siguiente, Puga fue internado en el Hospital Clínico de la U. Católica debido a múltiples complicaciones de un cáncer linfático que le queja. Entonces la comunidad La Minga de Villa Francia, el lugar al que dedicó gran parte de su vida, anunció que estaba "en agonía".

Finalmente, el sacerdote falleció la madrugada de este sábado, en su casa en La Minga. Desde entonces las muestras de cariño y pesar por su partida no han cesado, y provienen tanto del mundo político como el artístico y social, aunque sobre todo vienen desde la gente. Y es que en tiempo de crisis y desconfianza con la Iglesia Católica, Mariano Puga era considerado una excepción.

Dejar los orígenes

Antes de convertirse en sacerdote, Puga parecía destinado a una vida de elite: su padre, Mariano Puga Vega, fue senador y embajador en Estados Unidos, y su madre, Elena Concha Subercaseaux, era hija de un senador y heredera de la Viña Concha y Toro.

De niño, vivió en Londres, y de vuelta en Chile estudió en el colegio The Grange y la Escuela Militar. Por eso siempre dijo conocer de cerca los alcances de la desigualdad. "Yo lo sé, porque vengo de la cuiquería más cuica que te puedas imaginar", dijo a Revista Paula en 2018.

Entró a la U. Católica a estudiar Arquitectura y fue ahí, mientras realizaba un trabajo sobre vivienda social en la ribera del Zanjón de la Aguada, que ese destino prefijado se borró. "La gente construía sus casa con latas y cartón y vivía hacinada en el barro. Vi a niños comer de la basura (...) En medio de las heces del Zanjón, que corría llevando la mierda de todo Santiago. Nos hincábamos y los chinches se nos subían por las piernas. ¿Qué trabajo de vivienda social podía hacer ahí?", contó a la revista.

"La gente construía sus casa con latas y cartón y vivía hacinada en el barro. Vi a niños comer de la basura (...) En medio de las heces del Zanjón, que corría llevando la mierda de todo Santiago. ¿Qué trabajo de vivienda social podía hacer ahí?"

Mariano Puga
Entonces empezó a ir todos los fines de semana al campamento San Manuel y lo que inició tímidamente terminó con cerca de 500 universitarios voluntarios. En ese trabajo conoció al Padre Hurtado, un año antes de su muerte. Dijo que le pareció que estaba cansado. Luego le tocó construir su primera casa, y se avergonzó. Dejó Arquitectura y entró al seminario.

Desde que fue ordenado sacerdote en 1959 hasta que llegó a Villa Francia, en Estación Central, a fines de los '60, Puga se dedicó a estudiar Liturgia en París, y se convirtió en doctor en Teología Moral tras pasar por Italia y Bélgica. Podía enseñar en la U. Católica, pero terminó trabajando como pioneta de la fábrica de casas Corvi, cargando ladrillos.

Andaba con la ropa rota y vivía "como un pobre", por eso sus hermanos lo visitaban y le llevaban ropa nueva. El recién naciente "cura obrero" la regalaba toda. También regaló bicicletas, porque estaba acostumbrado a recorrer grandes distancias a pie. Era capaz de caminar más de 30 cuadras para traer libros a la comunidad.

Con los años empezó una bolsa de trabajo que llegó a tener 60 trabajadores. Una de sus clientas fue su madre, que vivía en un departamento en Merced y tenía a cargo la iglesia de la Veracruz, en Lastarria. Fue su equipo el que le dio una mano de pintura a la capilla, como a tantas otras de Santiago. Las ganancias se repartían por igual y Puga daba su parte a las mujeres con hijos cuyos maridos habían sido detenidos.

El gobierno de Pinochet

En 1973, cuando comenzó la dictadura en Chile, Puga había salido del seminario y de su parroquia por instrucción del cardenal Raúl Silva Henríquez, que había removido del mando a clérigos con posturas progresistas. El cura estaba adherido al movimiento Cristianos por el Socialismo.

Puga intentó prestar "asistencia espiritual" para quienes estaban detenidos en el Estadio Nacional, pero los militares no lo dejaron entrar. Durante esos años, fue detenido siete veces y pasó por Villa Grimaldi y Cuatro Álamos. No fue torturado, pero sí interrogado por la supuesta conexión de la Iglesia con Moscú, como recopila el espacio de memorias Londres 38.

"Yo siempre decía: yo no tengo derecho a llamarme igual a ustedes, porque yo soy una vaca sagrada. Con nosotros ligerito actuaba el cardenal, el poder de nuestra familia, y nos sacaban. A los otros los mataban y desaparecían", contó en una entrevista para el espacio.

"Yo no tengo derecho a llamarme igual a ustedes, porque yo soy una vaca sagrada. Con nosotros ligerito actuaba el cardenal, el poder de nuestra familia, y nos sacaban. A los otros los mataban y desaparecían"

Mariano Puga
Luego de pasar por Villa Grimaldi, el general Augusto Pinochet lo mandó a llamar. "Me preguntó qué había aprendido yo en la Escuela Militar y yo le contesté: una de las cosas que aprendí es que las órdenes del superior no se discuten, y le dije al general: mire, yo soy discípulo de Jesús, él es mi maestro, y él me enseñó que si se torturaba a alguien, a él se le torturaba", contó a Radio Universidad de Chile.

"Yo he visto, mi general, torturados, desaparecidos, allanamientos. Si yo callo eso, Jesús me va a decir 'no te conozco', y si yo digo eso, me van a traer quizás otras veces más ante usted. Prefiero quedar bien parado ante Jesús", añadió. En esos años, trabajó por la defensa de los Derechos Humanos junto a los sacerdotes José Aldunate y Pierre Dubois. Trascendió la imagen del cura enfrentando las fuerzas policiales en el Parque O'Higgins, cuando vino el Papa Juan Pablo II.

De su convivencia con el pueblo en esos años dijo haber aprendido. "A mí me da mucha vergüenza que lo que ellos nos enseñaron, después, en la vuelta a la democracia, se nos haya olvidado tan luego. Ahí tengo muchas rabias adentro, por cómo hemos vuelto a ser una iglesia de la sacristía después de haber sido una iglesia de los pobres", aseguró.

El cura se despide

Todo este último año, Puga estuvo celebrando seis décadas de sacerdocio. La celebración comenzó en la Villa Francia, la comunidad a la que volvió hace cinco años, e incluyó una visita hace dos semanas a Colo, en Chiloé, donde fue párroco y misionero por casi diez años. También trabajó en La Legua, en Chuquicamata.

El sacerdote seguía vigente. Luego del inicio del estallido social, la comunidad de La Legua dio a conocer una carta de su autoría. "Si pudiera estar ahí entre la gente que está levantando su voz yponiendo el cuerpo, levantaría una tarima en Plaza Italia, agarraría a todos los acordeonistas y guitarristas e invitaría a bailar a la gente", dijo. "A otros que nunca han cantado, que nunca ha reído".

A pesar de su conexión constante con el acontecer nacional, en la comunidad de La Minga, como bautizó su casa en Villa Francia, dicen que estuvo preparando su despedida desde 2018, cuando les anunció que viajaría fuera de Chile, que volvería para celebrar sus 88 años de vida, los 60 de sacerdocio, y se iría, sin especificar a dónde. Lo interpretaron como otro lugar geográfico.

Pero el cura volvió a mediados de marzo a Villa Frei, justo cuando la prensa publicaba que la Iglesia había recibido una denuncia de "abuso de poder y conciencia" —que fue retirada por los denunciantes— y que, tras una investigación eclesiástica, estableció que hizo "uso arbitrario de la liturgia", según informó La Tercera. Se interpretó como un "reproche a la implementación de la misa".

La defensa de la comunidad fue total. El reportaje, aseguraron, tenía "como intención denostar a uno de los rostros más consecuentes de la Iglesia Católica del siglo XX, el mismo que optó por dejar sus privilegios de origen y ser parte de Villa Francia, Cerro Navia, La Legua y Chiloé, al que torturaron y vejaron, a quien la gente común y corriente de las más diversas realidades respeta, a quien los excluidos y sin poder identifican como suyo".

En Semana Santa, el sacerdote dio a conocer que padecía cáncer linfático y que empezaría un tratamiento. Ese día, como en tantas de sus misas, dio la comunión con un pan amasado. Terminada la misa se quedó en Villa Francia, en su casa donde reposan las cenizas de Ana González y donde cuelgan arpilleras bordadas por familiares de detenidos desaparecidos. Allí también volvió el pasado jueves, cuando lo dieron de alta del Hospital de la UC, para pasar sus últimos días.
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