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¿Puede Chile producir una vacuna?: Expertos explican el escenario nacional tras anuncio de Argentina

Aunque hace algunas décadas había fabricación de vacunas en el país, desde hace casi veinte años que el ISP dejó de producirlas. "Existen recursos humanos para poder abordar estos desafíos", dicen.

13 de Agosto de 2020 | 17:09 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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AFP
Fue una buena noticia para toda la región: Argentina y México comenzarían la producción de la vacuna que desarrolla la U. de Oxford en el Reino Unido con el fin de proveer las dosis necesarias para Latinoamérica, excluyendo a Brasil, que tiene a su vez capacidad para autoabastecerse. El anuncio fue celebrado también por las autoridades sanitarias chilenas.

"Sabemos que la vacuna va a permitir efectivamente protegernos contra un virus que nos ha atacado muy fuertemente a todos los países, así que quiero felicitar a Argentina por entrar en esta etapa, que es tan fundamental para poder avanzar con la vacuna", dijo el miércoles la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza.

Es el camino que tomará el país trasandino, al mismo tiempo en que Chile se prepara para iniciar la Fase III de la prueba de la vacuna elaborada por la farmacéutica china Sinovac Biotech en más de tres mil voluntarios. Ambos países tomaron un camino distinto para avanzar en el camino a obtener una cura contra el covid-19. Tras conocer los planes de Argentina, en muchos surgió una pregunta: ¿podría Chile haber elegido esa misma ruta?

Para el vicerrector de Investigación y Desarrollo de la U. de Chile, Flavio Salazar, la respuesta es corta, simple y algo triste: "No". "No existen esas capacidades. Nosotros tuvimos durante muchas décadas producción de vacunas a nivel nacional a través del Instituto de Salud Pública (ISP) y a principios de los 2000 se cerró. Desde ese momento, nosotros quedamos absolutamente dependientes de la compra al extranjero de vacunas", cuenta a Emol.

"En un momento determinado se tomó la decisión —pensando en que Chile tiene una cantidad pequeña de habitantes y principalmente siguiendo una visión de mercado— de que tener un sistema de producción de vacunas propio era muy costoso y no rentable. Si tú no lo tienes, entonces estás completamente a disposición del mercado internacional. Si no tienes una postura fuerte, nada te asegura que vas a tener las dosis necesarias para poder proteger a tu población ante una amenaza como la que tenemos hoy día", acota el también director alterno del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII).

La misma visión tiene el infectólogo y académico de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, Miguel O'Ryan. "A los países, en general, les es más 'conveniente' desde el punto de vista costo-efectividad no tener su propia manufactura local de vacunas, que es de mucho costo e implica estar dedicando mucho esfuerzo y muchos recursos", explicó a radio Universo. "Chile decidió avanzar a esa estrategia país hace un par de décadas atrás. Si uno lo ve ahora, en situación de pandemia, obviamente uno dice 'qué ganas de que nosotros tuviésemos esa capacidad de producción de vacunas para que pudiéramos tener vacunas más prontas".

Cuando se hacían vacunas


Fue en 1887, cuando en Chile se fabricó la primera vacuna local. Un año antes se había fundado en Buenos Aires el Laboratorio Pasteur, dedicado a combatir la rabia, y fue el Instituto de Vacuna Animal Julio Bernard, ubicado en Quinta Normal, el que elaboró la vacuna antirrábica de uso veterinario a fines del siglo, a partir de cepas del laboratorio trasandino que trajo hasta Chile el doctor Teodoro Muhm. La vacuna se fabricó por más de cincuenta años.

Es la historia que ha recopilado el propio ISP, que identifica entre los antecedentes de las primeras vacunas nacionales el rol preponderante de sus precursores, el Instituto de Higiene (IH) y el Instituto Bacteriológico (IB). Ya en 1930, en Chile se producían vacunas contra la escarlatina, la gonorrea y la peste negra. Había, también, vacunas antigripales, contra la viruela y la tuberculosis. En total, fueron 29 las vacunas que se elaboraron en Chile hasta que la planta nacional de vacunas del ISP fue cerrada en 2002, durante el gobierno de Ricardo Lagos.

Entre 1887 y 2002, Chile produjo un total de 29 vacunas locales, pero la elaboración terminó con el cierre de la planta del ISP durante el gobierno de Ricardo Lagos. Desde entonces se compran al extranjero.

El propio ISP explica el declive en su revista así: "A partir de la década de 1970 ya no se introdujeron nuevas vacunas al arsenal del IB, probablemente por las tensiones políticas de esa época y los pensamientos divergentes entre los que valoraban el rol social de la salud pública y el Estado y los que promulgaban visiones económicas neoliberales, que le daban prioridad a la rentabilidad económica y a la privatización de la producción". El gran golpe vino en la Constitución de 1980, que "dejó al Estado en un rol subsidiario, lo que provocó el desplome de la fabricación estatal de medicamentos".

"Aunque la producción de vacunas continuó, no hubo inversión en tecnología ni en innovación y desarrollo, provocando finalmente la muerte inminente de la producción de vacunas chilenas", cuenta el ISP. La historia fue publicada a fines de junio de este año, con el covid-19 como contexto. "En medio de la pandemia mundial que nos asola se hace perentorio que el Estado chileno y sus investigadores se pongan al servicio del país para comenzar con la fabricación nuevamente", aseguran las autoras Mirtha Parada, del ISP, y Cecilia Ibarra, del Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la U. de Chile.

Hoy la producción de vacunas para humanos en Chile no existe, a pesar de que sí hay investigadores altamente capacitados en esa área. "Existen varios grupos a nivel nacional que realizan investigación en microbiología, inmunología y desarrollo en vacunas, sin embargo, lo que faltaría es que nuestro país invierta en generar capacidades para la manufactura y producción a gran escala de vacunas en Chile, dado que las vacunas utilizadas en nuestro país son únicamente adquiridas de laboratorios extranjeros que poseen alta capacidad de producción y distribución", explica por su parte el académico de la UC y director del IMII, Alexis Kalergis.

Para Salazar, opera la misma lógica que con la contratación de seguros. "Cuando no te pasa nada y tienes que pagarlo todos los meses, uno dice 'por qué tengo este seguro si nunca lo uso', pero eso cambia cuando te pasa algo. Esto es lo mismo. Cuando estábamos en un proceso de vacunación tradicional, se pensó 'para qué vamos a tener estas capacidades que salen caras si el mercado siempre nos va a proveer', pero cuando hay una situación como esta, el mercado se copa. Por eso lo que uno debiese mantener son capacidades flexibles que nos permitan reaccionar rápidamente".

Nuevas posibilidades


"Si tú me preguntas si tenemos la capacidad acá de inventar todas las vacunas, es casi imposible", aclara Salazar. "Son muchos millones de dólares, porque tienes que tener centros de investigación muy potentes, con muchos recursos, para probar varios tipos diferentes de vacunas, después hacer un escalamiento, un centro de producción y todo eso es de gran envergadura. Ojalá lo tuviéramos algún día, pero creo que no es necesario tenerlo todo de una. Uno puede ir avanzando con diferentes capacidades e insertándose a través de la colaboración".

"No es necesario que uno se imagine un centro como en Alemania, donde se inventan, se desarrollan y se escalan vacunas, sino que uno puede participar en esta cadena a través de diversas capacidades", añade. Él, por ejemplo, trabaja en una vacuna contra el cáncer de piel que se inventó en Chile pero se está escalando a través de Brasil, con la producción de ciertos elementos en Argentina. "Hoy Chile es un país que está internacionalizado. Ha quedado demostrado en la pandemia que las cosas ya no se abordan desde un punto de vista solamente nacional sino que hay colaboración internacional, y eso permite que unos tengan centros de investigación, otros plantas de escalamiento, otros de producción. Uno puede ahora, con mucha mayor flexibilidad, insertarse en un sistema internacional de producción de vacunas", expone.

"Cuando no te pasa nada y tienes que pagarlo todos los meses, uno dice 'por qué tengo este seguro si nunca lo uso', pero eso cambia cuando te pasa algo. Esto es lo mismo"

Flavio Salazar
"Nosotros hemos propuesto que en Chile se puede hacer a través de una colaboración entre el Estado y los privados. Hay una serie de entidades que agrupan a algunas empresas farmacéuticas nacionales e internacionales que pudiesen estar interesadas en generar algún tipo de consorcio con el Estado".

El Ministerio de Salud confirmó en julio que se avanza en la creación de una planta envasadora de vacunas en Antofagasta, en un proyecto que busca que el país se convierta en un distribuidor para Latinoamérica y que es liderado por la U. de Antofagasta y la U. Católica. El valor estimado de la iniciativa es de USD$ 26 millones.

"La manufactura nacional de vacunas es un desafío importante y ha quedado en evidencia que requiere atención prioritaria de las autoridades, dada la pandemia de SARS-CoV-2 y posibles futuras pandemias. Es importante tener en cuenta que esta no es la primera ni será la última pandemia, por lo que debemos comenzar a trabajar en implementar mecanismos para el desarrollo, manufactura y distribución de vacunas seguras y de alta calidad en Chile. Efectivamente el no poseer capacidades de producción de vacunas nacional nos pone en una situación de vulnerabilidad y de menor capacidad de respuesta, lo cual debemos trabajar en corregir", añade Kalergis.

"Hace dos años publicamos un artículo científico sobre la importancia de la manufactura local de vacunas y su impacto en adhesión a su uso, su calidad y accesibilidad. En base al artículo publicado por nuestro grupo y a otros antecedentes, en la Universidad de Columbia en Nueva York se está organizando un curso de proyectos para estudiantes de esa universidad y de otros países, al cual nos han invitado a participar desde Chile", finaliza.
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