¿Qué se juega Chile este 15 y 16 de mayo? |
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![]() En las elecciones para la Convención Constitucional está en juego la salida a las tres grandes crisis de la sociedad chilena. La primera referida a la superación de las grandes deudas históricas en su constitución, como su carácter oligárquico, patriarcal y centralista y su relación con los pueblos originarios. La segunda refiere a la superación del orden económico social y el legado institucional heredados de la dictadura y que los gobiernos democráticos, pese a los cambios introducidos, no consiguieron realizar. La tercera es la profunda ruptura en lo que fue la tradicional relación entre la política institucional y la sociedad con sus actores. Todas estas crisis fueron puestas de relieve y llevadas a un punto de quiebre por el estallido social de octubre de 2019 y el mundo político fue capaz de articular un encauzamiento a su salida a través de un acuerdo sobre el proceso constituyente que la ciudadanía aceptó en el plebiscito de octubre de 2020. Ese inicio del camino se continúa con las elecciones constituyentes, por primera vez en la historia, paritarias y con escaños reservados a pueblos originarios, y corresponderá a la convención sentar las bases y principios fundamentales de la futura convivencia como sociedad y de un nuevo papel del Estado en ello. Se tratará de un largo proceso que irá cristalizando en décadas y que exigirá una nueva y permanente relación entre la sociedad y los actores políticos, tanto durante la Convención Constitucional como en los años que vienen. Pero el domingo se realizan tres otras elecciones, referidas dos de ellas al poder local y la otra, por primera vez, al poder regional. Ellas son también cruciales, tanto por su propia significación como por la capacidad que tengan estos poderes de retroalimentar el cambio constitucional y por la proyección que tengan en el próximo gobierno y parlamento, los que deberán implementar los cambios constitucionales. |
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![]() Esta tarea incluye potenciar y coordinar el crecimiento económico, desarrollo social y protección ambiental. Asimismo, organizar nuestras estructuras políticas y de gobierno para hacerlas eficaces, usando balances y contrapesos para evitar abusos. También pensar un aparato burocrático capaz de crecer en calidad y cobertura. Finalmente, en el plano simbólico, representar un nuevo capítulo, más democrático y de clase media, en la historia nacional. Lo mejor sería lograr un consenso amplio respecto al horizonte y ejes de esta nueva etapa de desarrollo, para que los gobiernos del futuro —sean del signo que sean—, así como los distintos actores privados, se sientan contribuyendo, en el tiempo, a un objetivo compartido. Si el texto final se ve como el triunfo de un sector político, en cambio, se abrirá un periodo de conflicto estéril, en vez de uno de avances institucionales. |
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![]() Chile también debe tener la capacidad para generar una Constitución en un contexto democrático, nacido de procesos electorales y mediante un mecanismo representativo, que nunca se ha dado históricamente, ante la primacía del poder fáctico constituyente en 1833, 1925 y 1980. ¿Es posible? Por cierto, pero es necesario demostrarlo, y para ello se han fijado normas, fórmulas y mecanismos que se pondrán en marcha en la Convención. El resultado podría ser la vigencia de una democracia republicana –como la que Chile ha tenido hasta hoy, pero perfeccionada– o bien ingresar a una vorágine de experimentación política, proyectos alternativos al sistema occidental o pervivencia de formas de violencia o mecanismos de hecho y no de derecho (el parlamentarismo de facto, por ejemplo). De esta manera, este año y medio debería haber servido como aprendizaje político, tan necesario como valioso en caso de que sea bien aprovechado. En las elecciones se juega parte de la realidad futura de Chile, pero también dependerá de cómo se comporten los sectores dirigentes y la ciudadanía, así como del desarrollo económico y el progreso social que efectivamente tenga el país en las próximas décadas. El desafío ahora es doble: contar con legitimidad de origen, pero también procurar un desarrollo económico y social acorde a las expectativas de los chilenos. |
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![]() Aprendamos de nuestros poetas "para qué cantáis la rosa/ hacedla florecer en el poema" (Huidobro). No copiar: crear. Se abre un tiempo de creación, no de destrucción. No necesitamos para eso ni operadores ni agitadores sino pensadores, creadores de un nuevo acuerdo nacional, que no puede ser igual al de ayer, que debe oler a futuro, pero tener raíces en este presente. No se trata de construir una utopía, sino de trazar la cancha, el espacio común donde viviremos, discutiremos y coexistiremos con nuestras diferencias. No será una obra de iluminados, sino una conversación que nos cobije, y en que reconozcamos nuestros límites. |
![]() Las constituciones de 1833 y 1925 rigieron gran parte de sus respectivos siglos. La de 1980, carente de legitimidad en su origen y, por tanto, jamás internalizada por todo Chile, será reemplazada por la fuerza de la ciudadanía mucho antes. A esta le corresponderá definir el régimen de gobierno, una real descentralización con una adecuada autonomía regional, entre otras cosas. Establecer un Estado social de derechos, donde no quede entregado al mercado la educación, la salud y la previsión social. Después de la crisis social y económica que hemos vivido, y que estamos viviendo, más que nunca se necesita construir un Estado no subsidiario, sino solidario; que la igualdad ante la ley se haga realidad y no solo sea una garantía en el papel. La gran posibilidad que tenemos es que sea escrita con perspectiva de género, con mirada de igualdad sustantiva y además con la cosmovisión de los pueblos originarios, que sin duda serán un aporte enorme en la discusión. Esto no es para nosotros, sino para las generaciones que vienen para largos años. La responsabilidad de quienes sean Constituyentes es enorme, y tengo fe que actuarán en consecuencia. El gran mérito de la Convención es que podremos soñar y diseñar el Chile que queremos para el siglo 21, y plasmarlo en un texto que los chilenos sientan propio; que nos enorgullezca y a partir del cual trabajemos en unidad. |
![]() Los que integren la convención deberán conformar un espacio donde prime el bien común, el diálogo, el respeto, dignidad, responsabilidad, fraternidad y sobre todo la búsqueda de un desarrollo sostenible del país, esto es, un desarrollo que considere el equilibrio de las dimensiones sociales, ambientales y económicas en la definición de los derechos y deberes, el rol del Estado y de la distribución del poder como aspectos claves para la construcción de esta nueva Constitución que sea respetada y confiable para todos. |
![]() Redactar una nueva Constitución es tal vez la manera más clara y ciudadana de constatar todas las variables del nuevo ciclo. Al mismo tiempo, es la mejor herramienta para responder a las problemáticas de nuestra sociedad, que todavía pide mayor equidad y oportunidades para todos, que propone y no resta, construye y no derriba, que reconoce el valor de lo transversal y colectivo, de la economía creativa y la generación del talento, como también del Chile que proyectamos a futuro. Es tarea de todos que el próximo lunes estemos optimistas con nuestra decisión y con los representantes escogidos. |
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![]() Mucho porque, del carácter de quienes elijamos, va a depender de que ello sea posible, y que la Convención no se transforme en una teatralización de la Plaza Italia o de la Dignidad, o como quiera que se llame. Mucho porque el grado de participación de electores y electoras será una muestra de si acaso se mantiene la ilusión de que este proceso, el constituyente, sea el camino para canalizar pacíficamente las fuerzas que desataron el estallido de 2019, con su estela de violencia y destrucción: si es muy escasa podría significar que la vacuna está perdiendo su efecto, lo que sería bastante catastrófico porque no hay plan B. Las elecciones próximas, como se ve, son importantes, pero tampoco hay que exagerar. La vida sigue, con pandemia, apremios, ajustes y esperanzas, y las autoridades actuales y las que elijamos a fin de año (Presidente y Congreso), la pueden hacer mejor o peor. La marcha misma del proceso constituyente dependerá también mucho de ellas. Las elecciones del domingo son apenas el comienzo del principio. |
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