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"Interrupción en la cotidianeidad": Cómo la inflación y la crisis de seguridad trastoca las rutinas y conductas

Expertos apuntan a que estos fenómenos se hacen más complejos frente a la crisis institucional que se viene arrastrando, y alteran la forma en que se concebía, hasta hace poco más dos años, la vida cotidiana.

17 de Julio de 2022 | 09:16 | Por Daniela Toro, Emol
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De las muchas preocupaciones que hoy atraviesa la ciudadanía, hay dos que se han asomado con mayor preponderancia: la llamada "crisis de seguridad" y la crisis inflacionaria. Se trata de dos fenómenos que impactan, ineludibles, en la vida cotidiana y en medio de un escenario de inevitable incertidumbre.

Los ejemplos son múltiples: fiscales han salido a entregar orientaciones sobre qué hacer frente a las encerronas y como resguardar a los niños y niñas en esos casos; el Gobierno apunta a eliminar las armas de civiles para, de paso, intentar arrancarlas de manos de delincuentes; y aumenta la violencia en los delitos. En palabras del persecutor de la Fiscalía Metropolitana Occidente, Sergio Soto, "los delincuentes utilizan armas de fuego y no dudan en ejecutarlas en contra de los afectados, eso es lo grave".

En el plano económico, no hay que rebuscar mucho. En abril, el precio del aceite fue tema obligado de discusión, tras pasar de los $1.700 aproximadamente a más de $3.500 el litro. El conflicto entre Rusia y Ucrania aceleró el alza, ayudada por la crisis inflacionaria mundial. De hecho, a raíz de encarecimiento de los alimentos en general, algunos supermercados han decidido "congelar" o aplicar promociones específicas a los productos de la canasta básica y potenciar sus marcas propias. El llamado "sueño de la casa propia" se diluye ante las altas tasas de interés y el valor de la UF, que hoy supera los $33 mil. A eso se suma un dólar que esta semana sobrepasó el límite de los mil pesos por primera vez en la historia, lo que entre otras cosas encarece el precio de las gasolinas.

La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) puso en cifras estas preocupaciones. Entre los tres primeros problemas que las personas creen que el Gobierno debería dedicar el mayor esfuerzo en solucionar, la delincuencia ocupa el primer lugar (50% de los encuestados).

En tanto, quienes creen que su situación económica es "mala o muy mala" pasó de un 15% en agosto de 2021 a un 27% entre abril y mayo de este año; o los que pensaban que era "buena o muy buena", bajó 8 puntos en el mismo periodo de comparación (de 31% a 23%). Mirar al futuro, resulta aún más decidor: si en agosto del año pasado un 10% de los encuestados pensaba que su situación sería "mucho peor" en los próximos 12 meses, en mayo de este año, el 22% lo creía (+12 pts).

El malestar de la "incertidumbre"


Así, la palabra "incertidumbre" -reiterativa entre quienes analizan el escenario actual-, toma fuerza por la íntima relación que tiene con la serie de procesos políticos, sociales y económicos que han afectado a Chile y al mundo en los últimos años. En la mirada local, la crisis social de 2019 dio paso a un proceso constituyente que, en lo político, ya se definió que avanzará más allá del Plebiscito del 4 de septiembre.

Para Claudio Alvarado, director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), "hoy, lo que caracteriza la vida cotidiana y para qué decir la vida pública del país, es una sensación de profunda inseguridad e inestabilidad, en distintas dimensiones de la vida; de seguridad, económica y política. Y eso, es totalmente contrario a lo que aspiran los chilenos hace bastante tiempo".

Y ante ello, "el suelo está apto para que cualquier fenómeno negativo se amplifique", complementa el sociólogo Gonzalo Delamaza, académico de la Universidad de Los Lagos e investigador asociado del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). "Estos fenómenos de la inseguridad e inflación entran en el peor momento, en que se producen otros factores que generan incerteza, incertidumbre y temor", complementa.

Esto, porque la pandemia también ha operado como un telón de fondo de la incertidumbre, mitigada por la vacunación, pero en ningún caso superada. "Llevamos dos años y medio con la pandemia encima, temes morir o enfermarte, además de las consecuencias económicas que eso trae, con pérdidas de empleo, aumento de la informalidad y negocios que no han podido volver a abrir", recalca Delamaza.

Las cifras de la inflación


El IPC de junio anotó una escalada del 0,9%, por lo que la inflación en lo que va del año en Chile llegó a 7,1%, y alcanzó un potente incremento a doce meses de 12,5%, su mayor nivel desde junio de 1994, hace 28 años. Por su parte, continúa la tendencia alcista del precio de los combustibles que se ha mantenido en cifras históricas en el país, así como también el alza del dólar que se cotiza sobre los $1.000.

"Las personas buscan productos sustitutos, o muchas veces las marcas propias comienzan a ganar terreno; se deja de comprar una marca en específico para dar paso a otra más económica, o comprar a granel. Además, dejan de adquirir productos que no son de primera necesidad y aquellos asociados al ocio, como los viajes".

Bernardita Silva, gerenta de estudios CNC
"Una alta inflación disminuye el bienestar de la población, tanto por su efecto adverso en el crecimiento y, por tanto, en los ingresos de los hogares, como por la manera en que afecta al poder de compra, en particular para los hogares más pobres y que dependen más del mercado laboral", indica un informe del Banco Central de 2020, donde se analizaban las dinámicas y determinantes de este fenómeno.

La ministra de Desarrollo Social, Jeanette Vega, reconoció el pasado miércoles que, en efecto, hay más gente que se está empobreciendo en Chile. Esto, porque al encarecerse el precio de la canasta básica, hay menos personas que pueden acceder a la misma. "Efectivamente aumenta la pobreza, porque menos familias pueden acceder a pagar la canasta básica o el doble. Y efectivamente, por la inflación, lo que estamos viendo, es que el número de pobres, con esa medición, está aumentado. Eso es una realidad", dijo en Radio Pauta.

Este encarecimiento de la vida golpea también a la llamada "clase media", obligando a las familias a cambiar sus rutinas y buscar fórmulas para el ahorro; uno de los efectos que el Banco Central busca al incrementar el interés, que esta semana aumentó en 75 puntos base, llegando al 9,75%. La idea es, desincentivar la compra y aumentar el ahorro para "enfriar la economía".

"La inflación, a la larga, disminuye el poder adquisitivo de las personas, lo que sumado al alto nivel de incertidumbre que tenemos, afecta las decisiones del consumidor, y lo primero que hace, es comprar menos, estar más atento a los precios y más preocupado de sus gastos", dice Bernardita Silva, gerenta de estudios de la Cámara Nacional de Comercio.

Esto, explica, se traduce en que "las personas buscan productos sustitutos, donde muchas veces las marcas propias comienzan a ganar terreno; se deja de comprar una marca en específico para dar paso a otra más económica, o comprar a granel. Además, dejan de adquirir productos que no son de primera necesidad y aquellos asociados al ocio, como los viajes".

"La interrupción en la cotidianeidad"


Para el sociólogo Eugenio Guzmán, decano de la facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, lo que hoy se vive a raíz de estos fenómenos en la "interrupción de la cotidianeidad", es decir, "se interrumpen esos procesos cotidianos o se destruyen expectativas".

"Esto supone un proceso de aprendizaje, y de frustración, porque hay planes o expectativas que quedan más postergados, y eso genera estrés. Todas las crisis económicas generan estrés, sobre todo para generaciones que no estás acostumbradas".

Eugenio Guzmán, sociólogo UDD
En el caso de la inflación, "si la cuenta del supermercado, de un mes a otro, tiene un cambio significativo, me obliga a reprogramar una serie de actividades que había planificado hacer o esperaba hacer. O si una persona tiene un automóvil y destinaba cierta cantidad de dinero en el gasto cotidiano, alzas como las que estamos viendo tienen un efecto importante, y hay que ver como se sustituye eso, y no siempre se puede hacer de manera adecuada", ejemplifica.

A todo este escenario, se suma que toda una generación hoy convive con un fenómeno económico totalmente nuevo en lo experiencial y por tanto; analfabeta. "Esta inflación es como la guinda de la torta. Estuvo presente en el país hasta fines de los '80, pero eso pasó hace 30 años, después de eso, las tasas de inflación han estado bastante controladas, pese a las crisis externa de 2009. Sin embargo, hoy además desciende el crecimiento, con una crisis internacional que impacta directamente en los precios de los alimentos", plantea Delamaza.

En la misma línea, Guzmán sostiene que si bien también en los '90 y en 2000 se vivieron procesos inflacionarios, "hay que pensar que en los últimos 10 años eso no ha sido el caso; y aunque esa generación hoy bordea esos 30 años, eran unos niños".

"Entonces te enfrentas a una generación que, de cierta manera, ha tenido una mayor disponibilidad de bienes y no está necesariamente acostumbrada al ahorro, sumidos más bien en una lógica del consumo. Por lo tanto, este contexto pone una suerte de freno en ese ámbito de la cotidianeidad, como dejar de tener las luces encendidas en la casa o pensarlo antes de ir a comprar un café en la tarde", plantea el académico de la UDD.

En definitiva, "esto supone un proceso de aprendizaje, y de frustración, porque hay planes o expectativas que quedan más postergados, y eso genera estrés. Todas las crisis económicas generan estrés, sobre todo para generaciones que no estás acostumbradas".

Por eso, para Delamaza la complicación que queda para las personas es no saber cómo enfrentar esta situación, incluso en algunos casos, no saber bien a qué se debe, "y para eso, va a tener que existir una pedagogía cívica para entender la importancia que tiene ello. Un ejemplo fue lo que pasó con el debate de los retiros, cuando algunos advertían que podía generar un efecto inflacionario, da la impresión que nadie tomó eso como un argumento muy importante".

Crisis de seguridad


Es cierto que el problema de la delincuencia está instalado en Chile hace años, incluso algunos hablan de que aquello del "crimen organizado" no es nuevo. Sin embargo, la Fiscalía Nacional aseguró en su informe de 2021 que en los dos últimos años estas bandas comenzaron a asentarse. Sin ir más lejos, el propio subsecretario de Prevención del Delito, Eduardo Vergara, dijo a EmolTV a fines de abril que "es sin duda el peor momento para la seguridad desde el retorno a la democracia".

"Hace tiempo que existe esta preocupación por la inseguridad, pero las cifras indican que, fenómenos como homicidios, eran comparativamente más bajas, y ahora vemos un incremento de la violencia en ese tipo de delitos, lo que viene directamente relacionado con la circulación de armas", plantea Delamaza.

Y aquí nuevamente la delincuencia interrumpe y obliga a modificar el quehacer cotidiano, puesto que no sólo obliga a tener más precaución, sino que a identificar espacios de riesgo. "Esto deriva en un gasto energético y psicológico, pues ahora se decide dejar de salir a ciertos lugares o hacer determinadas actividades", acota Guzmán.

En la misma línea, Delamaza complementa que todas aquellas decisiones que incluso implican decidir por qué calle transitar o poner una reja más alta en las casas, "son conductas individuales de protección; pero el problema es que la inseguridad no se puede enfrentar individualmente".

Por eso, a su juicio, lo que hay detrás es "un debilitamiento de la institucionalidad, la misma que hoy estamos redefiniendo en el proceso constitucional, es decir, estamos en un contexto de cambio y aún no se sabe por dónde se volverá a caminar".

Por su parte, Alvarado recalca que "el hecho que estemos en un ambiente de inseguridad, en un contexto donde la ciudadanía lo único que pedía, que era tener seguridad en distintas dimensiones de la vida, tiene mucho que ver con el cambio en clima del ambiente político que hoy enfrentamos", zanjó.
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