A mediados de 2006, un nuevo método delictivo sorprendió por su violencia y rápida propagación. Este modus operandi, ejecutado principalmente de noche, consistía en que bandas de ladrones embestían con su vehículo las cortinas metálicas, rejas o vitrinas de locales comerciales, consiguiendo en cuestión de minutos valiosos botines antes de escapar rápidamente en el mismo automóvil. Importado desde Europa, este fenómeno fue bautizado por la prensa como 'alunizaje'.
Uno de los primeros casos de este tipo y que capturó la atención mediática fue el robo a la Joyería Barón, ubicada al interior de un centro comercial. 'El Mercurio' del 28 de julio de 2006 informó en detalle cómo fue que cinco delincuentes utilizaron una camioneta 4x4 para irrumpir en el mall y llevarse especies.
En los siguientes meses, el 'alunizaje' se extendió a las principales ciudades del país, apuntando especialmente a tiendas de lujo y de ropa deportiva. Sin embargo, surgió una especialización para robar cajeros automáticos; en palabras de los expertos, el 'alunizaje' ahora estaba acompañado de conceptos como el 'laceo' de los dispensadores y el 'oxicorte' para abrirlos.
Este crimen organizado transformó, además, el paisaje urbano. Comunas como Vitacura instalaron grandes esferas de hormigón armado frente a las tiendas vulnerables, mientras que los propietarios tomaban sus propias medidas para protegerse. El anticuario Joaquín Pacareu, quien fue víctima de este delito en julio de 2006, instaló rieles de trenes incrustados verticalmente en el frontis de su negocio. 'Con esto, creo que solo un tanque podría alunizar', comentó a 'El Mercurio' en octubre de 2008.
'El delito que cambió la forma de llegar a cas'
Así tituló 'El Mercurio' un reportaje que daba cuenta del auge de los portonazos que comenzó en 2015 y que tuvo a la actriz Claudia Di Girolamo como su primera víctima. Este robo violento de vehículos a conductores que llegaban a su casa se convirtió rápidamente en una amenaza común.
'El Mercurio' daba cuenta, en enero y febrero de 2016, de que solo en el sector oriente de Santiago se registraron 295 casos de portonazos. La violencia de los perpetradores escaló rápidamente a niveles alarmantes. Se reportaron casos de mujeres embarazadas atacadas, robos con niños dentro del vehículo y enfrentamientos armados.
Con el tiempo, la brutalidad aumentó. Titulares como 'Hombre de 72 años muere en portonazo tras se atropellado por ladrones' (7 de enero de 2020) o 'Mujer muere en portonazo mientras llegaba a su hogar' (23 de octubre de 2020) reflejaron la crueldad de los atacantes.
Los portonazos dieron lugar a variantes: en una carta al director de este medio, un lector habló de 'portonazo diurno' para referirse a los robos ocurridos durante el día, y un titular bautizó como 'portonazo nuclear' a la sustracción de un camión que transportaba un equipo de grammagrafía industrial.
Rápidamente surgió otra manera de robar los vehículos: la 'encerrona', que comenzó a atemorizar a los conductores en las calles y autopistas. Las encerronas y portonazos, se informó en el momento, eran usadas para hacerse de vehículos cuyas partes luego se vendían en desarmadurías o que eran traficados hacia Bolivia. Un comercio ilegal que se denominó 'la industria del portonazo'.
Valparaíso bajo el ataque de turbas
La primera vez que 'El Mercurio' recogió el concepto 'turbazo' fue el 19 de mayo de 2016.
En sus páginas daba cuenta de una nueva forma de delinquir, importada de Brasil y Colombia, que atemorizaba al comercio del centro de Valparaíso.
Bandas compuestas por hasta 30 personas actuaban en turba para saquear por sorpresa y en el menor tiempo posible a farmacias, supermercados y tiendas de retail del puerto. Esta innovación delictiva se expandió por el país y solo ese año se registraron 259 episodios.
Aunque mostró una disminución en los siguientes años, especialmente durante la pandemia, el fenómeno resurgió en una nueva forma que generó alarma. 'Turbazos en viviendas alertan sobre una nueva modalidad de violentos robos', publicó 'El Mercurio' en septiembre del año pasado.