MADRID.- La dieta de los antepasados más remotos del hombre fue mucho más rica y variada de lo que se pensaba hasta ahora, lo que demuestra que en el largo proceso de evolución humana nuestros ancestros se adaptaron a distintos hábitats para obtener recursos en todos ellos.
Esta es una de las conclusiones de un estudio publicado en la revista PLoS One y realizado por investigadores españoles de la Universidad de Barcelona y de la Universidad de Washington.
La manera de obtener recursos y de procesar los alimentos son aspectos que explican los rasgos anatómicos del esqueleto y de los dientes que distinguen a los distintos linajes de homínidos: son el resultado de la necesaria adaptación al entorno.
El estudio analiza dientes fósiles hallados en yacimientos de Kenia, Tanzania y Etiopía, y de varias especies de homínidos de entre cuatro y un millón de años de antigüedad.
Para ello estudia la microestriación dental, una técnica que analiza las estrías o marcas que los alimentos dejan en el esmalte dental y que permite deducir si la dieta era muy dura y abrasiva (propia de hábitats abiertos o sabanas) o blanda, basada en alimentos como la fruta (típica de bosques), explicó el director del equipo científico y coautor del trabajo, el Dr. Alejandro Pérez-Pérez.
Esta investigación es "mucho más completa" que estudios anteriores, porque incluye las especies gráciles de Australopitecos ("Australopithecus anamensis" y "Australopithecus afarensis"), de unos cuatro a tres millones de años de antigüedad, y compara los resultados con estudios previos.
Además, analiza las formas robustas de parantropos, las especies "Australopithecus aethiopicus" y "Australopithecus boisei", "que son los dos taxones más robustos que hay en África del este", y dos tipos de Homo, el "Homo habilis" y el "Homo erectus" (de entre dos y un millón de años de antigüedad).
El trabajo concluye que los parantropinos (homínidos adaptados a ambientes áridos de la sabana africana), tenían una dieta más blanda que la de los chimpancés, que actualmente viven en un ambiente de bosque tropical, por lo que cabe la posibilidad de que comieran proteínas de origen animal (como cangrejos, que tienen un caparazón duro pero una carne blanda).
Las variaciones entre las distintas especies
Este resultado es "sorprendente" sobre todo si se tiene en cuenta la anatomía de los homínidos analizados, que tenían dientes de hasta 3 centímetros de diámetro.
En los análisis "esperábamos obtener una densidad de estrías mayor" pero si lo normal para un ser humano actual es tener entre 50 y 100 estrías por cada 0,5 milímetros cuadrados de esmalte en el diente, los parantropinos tenían entre 20 y 30, "una observación que sugiere que lo que masticaban era blando", puntualiza el investigador.
El trabajo plantea, no obstante, una hipótesis para explicar el gran tamaño de los dientes de estas especies robustas: los usaban para romper cosas duras con un interior blando, como frutos secos o crustáceos.
Para los parantropinos (A. aethiopicus y A. boisei), de uno a dos millones de antigüedad, los resultados son consistentes: su alimentación era blanda en ambas especies, basada mayoritariamente en frutos maduros, sin descartar el consumo de proteínas de origen animal.
En la última parte del estudio, los resultados del análisis de la dieta de "Homo habilis" y "Homo erectus", difieren: el primero tiene menos marcas dentales que el Homo erectus, lo que sugiere que pudo ser más carroñero y tener una dieta más carnívora que su descendiente.
"El patrón de microestriación sugiere una gran variabilidad alimentaria de un humano que ya estaba muy adaptado a desplazarse por diversos entornos y que coincide además con un cambio climático en África del Este hacia un clima más árido" explica Pérez-Pérez y concluye que "El Homo Erectus se adaptó a este ambiente y supo obtener todo tipo de recursos".