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Teñirse un mechón verde, leer frente al mar y comer

17 de Agosto de 2005 | 13:24 |
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La cabeza de Clara Budnik no para de funcionar, tanto que su grupo de trabajo le tiene “prohibido pensar”, porque responsablemente quieren terminar todo lo que han comenzado y entregar la DIBAM completamente ajustada a presupuesto cuando cambie el gobierno el próximo año.

El año 2000 se hizo cargo de la DIBAM, un cargo de exclusiva confianza del Presidente de la República, pero llevaba años en Bibliotecas, trabajando con Marta Cruz –Coke. “Siempre le digo ingenua de mí, que acepté las bibliotecas y después tuve que llevar el barco entero”.

-¿Tu cargo fue otorgado por militancia?
“No. Nunca he militado y si me preguntas… la verdad, la verdad no sé por qué me nombró, porque aunque fue profesor mío en la universidad, no lo volví a ver. Se me ocurre que puede haber sido consejo de la ministra de Educación de ese tiempo, Mariana Aylwin, que tampoco la conocía mucho ¡Te advierto!”

-¿Cómo te llevas con el ministro Bittar?
“Genial, lo conozco de antes y somos muy parecidos. Nunca me pregunta nada y está siempre ahí cuando tiene que apoyarme en alguno de los proyectos”.

Clara Budnik tiene tres hijas y cuatro nietas y un nieto (ella hace la diferencia para que se note la presencia masculina en la familia), desde los 22 a los 12 años que tiene Cristián, el pianista, como lo llama.

Estudió en el Liceo 7, aunque estaba matriculada en el Santiago College, pero una discusión entre sus padres sobre su futuro decidió que la educación pública era lo más adecuado. “Estoy tan contenta de que haya sido así, porque, además que era excelente en esa época, haber estudiado en un liceo me dio una visión de la vida muy diferente”, dice.

Eran dos hermanos, ella y Miguel, periodista fallecido el año pasado. Sus padres, profesionales ambos (odontólogo él, abogada, ella) –cosa no muy común en esa época-, prefirieron este tipo de educación para sus hijos, abogando por una mayor libertad de criterio, según explica. “Cuando supe que la niñita de adelante mío era la hija de un jardinero, me marcó súper positivamente, porque me obligó a ser muy buena, porque yo tenía todo y no podía farriármelo”.

-¿Por qué estudiaste bibliotecología?
“Primero estudié derecho; me casé a los 18 años, cuando estaba en segundo año y no me gustó”.

-¿El matrimonio o el derecho?
“Ninguno de los dos”, dice riéndose a carcajadas.

Iba a estudiar historia, pero como su marido de aquella época era celosísimo y quería que fuera a la universidad donde hubiera solo mujeres; ella aceptó.

-¡Sometida!, no lo pareces.
“Nunca fui muy sometida, pero no tenía otra posibilidad y, aunque te parezca increíble, terminé viviendo hace 32 años con el que era el director de la Escuela de Bibliotecología”, y estalla en carcajadas. “Para que veas que el destino no se puede forzar”.

Con el primer marido vivió 9 años y lo retrata como una maravillosa persona y un excelente amigo, pero explica que el quiebre de la relación se produjo porque ella se había casado enamorada del amor y no de la persona- “vez lo que pasa por leer mucho”-, aunque lo admiró hasta el día de su muerte, un par de años atrás. Dice que fue tal el escándalo en su familia, producto de la separación, que eso la hizo hacerse cada vez más independiente.

Aunque se casó en Venezuela con su actual pareja, ella considera que no está casada. “Cuando quedé viuda me preguntó si nos casábamos ahora en Chile y le dije ¡Ni loca! ¿Para qué a estas alturas?.

Reconoce que se liberó de toda su educación tradicional cuando se fue a ese país caribeño por “beca presidencial”, como llama al exilio, al que partió en 1975. “Ahí me descubrí a mí misma, en contacto con los venezolanos, que eran mucho más libre de lo que yo creía y por eso tengo la mitad de mi corazón allá”.

Durante los dos años que se demoró en salir de Chile hizo miles de cosas, hasta criar codornices escabechadas, porque quedó cesante el mismo 11 de septiembre del 73. “Eso me dio la seguridad para enfrentar la vida”.

-¿Hay tiempo para la familia con tanta actividad?
“Muy poco. Esa es una de las cosas que te causa problemas. Pasa el tiempo y te das cuenta que no hay manera de recuperarlo. La muerte de mi hermano me marcó muy fuertemente y por eso, hoy me hago el tiempo para dedicárselo a mi madre que tiene 95 años”.

-¿Qué vas a hacer cuando dejes el cargo?
“Teñirme un mechón verde y pasar 88 horas leyendo un libro frente al mar… Ah y ¡comer rico! Como de todo. A cada país que voy como lo que haya: he probado culebras, caracoles, ahora comí canguro”.
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