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Por qué los hombres desconfían del poder femenino

Después de dos años investigando la visión de los hombres sobre el liderazgo femenino, dos académicas de la U. Católica del Norte analizan las razones de los hombres para desconfiar de la entrada de la mujer a la esfera pública. Ambas concluyen que esta situación les incomoda, por un lado, porque los está haciendo retroceder a la esfera privada y, por otro, porque todavía sienten que el liderazgo sólo puede ejercerse con códigos del mundo masculino.

30 de Octubre de 2007 | 12:35 |
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¿Qué piensan los hombres sobre el liderazgo femenino? Como parte de su proyecto de investigación 'Poder, participación ciudadana y género: significado del liderazgo femenino desde una construcción masculina', que venían realizando desde 2005 al alero de la Universidad Católica del Norte, a principios de 2006 las académicas Paulina Salinas y Susana Arancibia decidieron complementar este estudio con una mirada más cualitativa. Para ello, desarrollaron varias entrevistas en profundidad a un grupo de chilenos -entre profesionales y estudiantes universitarios-, con el fin de preguntarles qué significaba para ellos el poder, cuáles eran las diferencias en el ejercicio del liderazgo entre hombres y mujeres, y cuáles identificaban como las fortalezas y debilidades de unos y otras.

Sus respuestas, unidas al trabajo de investigación realizado en los dos años anteriores, fueron parte del informe 'Discursos masculinos sobre el poder de las mujeres en Chile: Sujetos y Subjetividades', publicado este año en la revista del Centro de Estudios Sociales y en la biblioteca científica Scielo Chile, desarrollada por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt).

Este trabajo ratificó varias de las apreciaciones que ambas investigadoras -especialmente la doctora en Ciencias Sociales Paulina Salinas, con más de diez años de trabajo en el área de género-, ya habían constatado: que los hombres siguen siendo más bien conservadores en su visión del poder femenino y masculino, que sienten que el liderazgo todavía es algo asociado a la masculinidad, y que las mujeres aún no logran conquistar un espacio para ser líderes, aun cuando el país tiene a una mujer en el primer puesto de la nación.

'Hemos superado el machismo rudimentario que imperó hasta los '90, que ahora se ha convertido en una actitud mucho más simbólica: no es que el hombre quiera que la mujer vuelva a la cocina, pero sí busca controlarla sutilmente', resume Paulina Salinas, doctora en Ciencias Sociales y profesora de la Escuela de Periodismo de la U. Católica del Norte.

Así incluso lo expresa uno de los encuestados para el estudio, un ingeniero civil de 30 años, casado y sin hijos: 'Creo que la mujer está preparada, que ha ganado mucho terreno, y que está en condiciones de hacer lo que quiera (...) Pero me incomoda, sí. Prefiero un mundo de hombres. Creo que el poder se ha hecho para que lo administren los hombres, pero me he comenzado a adaptar a los nuevos tiempos y acostumbrar a la idea de que la mujer también puede hacerlo'.

Cuando se le preguntó por la creciente incorporación femenina al mundo, en campos clásicamente masculinos, el mismo entrevistado contestó: 'Mi profesión es demasiado cerrada a los hombres. A las mujeres que han entrado en mi profesión, les ha costado bastante ejercer, porque parten cerrándoles las puertas...', asume.

Susana Arancibia, académica de la Universidad Católica del Norte y también participante de este trabajo, cree que esta es una posición que no sólo comparte la generación adulta, sino que también se observa en los hombres más jóvenes, aún cuando se ha avanzado en el tema de la igualdad de géneros: 'La mayoría de los hombres comparte el principio de que hombres y mujeres somos iguales, pero, por ejemplo, cuando hicimos las entrevistas en profundidad, en muchas de ellas aparecían elementos en los que daban a entender que eran ellos los que debían tener el poder, en cosas tan básicas como: 'Yo dejo que mi mujer trabaje'. Eso quiere decir que no es que la mujer tenga derecho a trabajar, sino que los hombres permiten que ello ocurra'.

Concuerda con esta visión la investigadora del Programa de Gerencia Social y Políticas Públicas de Flacso, Elizabeth Guerrero: 'Las nuevas generaciones son más liberales en torno al sexo, las fiestas y las relaciones que establecen, pero a la hora de formar una pareja y armar familia priman los roles y estreotipos tradicionales. En un estudio realizado aquí en Flacso hace unos años, los hombres hacían un reconocimiento de las mujeres y su creciente incorporación al mundo laboral, pero, en lo privado, quería que su mujer llegara temprano a la casa, que no descuidara a los niños...'.

Según las especialistas, los hombres no desconocen que la entrada de la mujer en la esfera pública les significa tener que desplegarse en múltiples responsabilidades. Sin embargo, no todos han reflexionado sobre el nuevo papel que a ellos les cabe dentro de este escenario. Como ilustra otro de los entrevistados por Paulina Salinas y Susana Arancibia, un ingeniero de 49 años, casado y con cuatro hijos, que simplemente no se imagina cumpliendo los roles de una mujer: 'No me veo siendo madre. Sí puedo ayudarla en ese rol, puedo acompañarla, pero no me veo bajo ningún punto de vista en ese papel ni tampoco en el rol de llevar un hogar', se sorprende.

Aún existe un segmento de hombres que sienten que no es la esencia de ellos participar de la esfera doméstica, así como tampoco de las mujeres la de formar parte del mundo público y detentar el poder. Según las especialistas, ellos piensan así porque sienten que no obtienen ninguna ganancia involucrándose en el mundo privado. 'Al contrario, significaría para ellos involucrarse en un área absolutamente desvalorizada socialmente, aunque sí llena de ganancias para la familia, como un mayor acercamiento a los hijos', sentencia Elizabeth Guerrero.

Por eso, desconfían de la capacidad de la mujer para ejercer el liderazgo, ya que aceptarlo significa romper un paradigma construido sobre cimientos aún demasiado difíciles de derribar. 'A diferencia de todos los otros cambios sociales de nuestro tiempo -como los avances tecnológicos, por ejemplo-, este cambio cuestiona la cultura y valores profundamente arraigados, constituidos por procesos de socialización que involucran no sólo a la familia, sino también a la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto", argumenta.

"El liderazgo aún se escribe con códigos masculinos"

Esta desconfianza se traduce en una suerte de 'malestar masculino', una reacción ante esta incapacidad de cambiar el paradigma. 'El problema es que ellos carecen de un marco de referencia. No han podido elaborar un discurso que les ayude a encontrar su lugar en este cambio. Entonces se sienten desplazados', grafica Paulina Salinas.

Por otro lado, las ideas masculinas sobre las mujeres administrando el poder tampoco son distintas. Así lo refleja otra de las respuestas entregadas en las entrevistas en profundidad, dada por un arquitecto de 46 años, casado y con tres hijos, que afirma que la mujer sólo puede detentar el liderazgo 'masculinizándose', y que la mujer no tiene todas las capacidades del hombre para manejarlo: 'Creo que a lo mejor puede haber una debilidad en la mujer para ejercer el poder: le cuesta mucho golpear la mesa. Mujeres como Margaret Thatcher, la mujer de hierro, o Mónica Madariaga, dentro de Chile, eran capaces de golpear la mesa, y por eso llegaron y lograron liderar. Pero la mujer en general no es fuerte. Todavía creo que le costaría ser buen líder, porque al final debe tener todas esas cualidades', expone.

Para Susana Arancibia, el mundo masculino del liderazgo está escrito con sus propios códigos, y por eso aún creen que la mujer no está preparada para ser líder, ni física ni emocionalmente. 'Pero el liderazgo también puede ser ejercido de manera diferente: las mujeres no necesariamente deben gritar para decir algo; no necesitan golpear la mesa o elevar el tono, pueden ser más reposadas, tomar las cosas de manera diferente. Muchos dicen que las mujeres son débiles, que tienen que consultarle a la mitad del planeta para tomar una decisión; pero no es así. Lo que pasa es que, en este caso, la mujer está ejerciendo un liderazgo más participativo, para que sea acorde a las necesidades de los demás', explica.

Cómo revertir el panorama

Para cambiar este escenario donde los hombres aún no están preparados para complementar el liderazgo femenino, las especialistas apuntan que las principales transformaciones deben ser generadas desde diversas esferas de la sociedad. Y esta es una responsabilidad que no sólo le cabe a los hombres, sino también a las mujeres, 'porque no basta sólo con tener a mujeres en el poder; se necesitan mujeres con conciencia de género', apunta Elizabeth Guerrero. '¿Y cuándo adquiere conciencia de género? Cuando se han sentido discriminadas. Me ha tocado trabajar con muchas mujeres profesionales que dicen: a mí nunca me han discriminado, pero cuando uno profundiza en la conversación, les pregunta en qué puesto están, cuánto ganan, en algún momento se dan cuenta de que sí lo han hecho, pero lo han tomado como parte de la normalidad'.

Es vital, además, que los hombres puedan hacer una mayor valorización del ámbito privado y así no se sientan disminuidos cuando el trabajo de las mujeres les signifique tener que integrarse al espacio doméstico. Esta es, sin embargo, una tarea difícil, a los ojos de la consultora de Flacso, 'ya que el éxito aún se entiende como el progreso económico, y no entendido como el desarrollo personal más integral, la felicidad que te puede dar el poder vincularse con la familia. Hay que valorar más que tanto hombres y mujeres puedan estar más con sus familias. En esto juegan un rol muy importante las políticas de conciliación', afirma.

También se hace necesario cambiar la matriz cultural, que no sólo significa comenzar a hacer conciencia del tema desde la familia; también debe propiciarse un cambio en la escuela y también en la forma en que los medios de comunicación abordan el tema, que permita a hombres y mujeres comprender su posición de igualdad desde temprana edad.

Desde el punto de vista del acceso a los distintos cargos de poder, tanto en el mundo público como privado ¿debe existir una discriminación positiva? Sí, según la visión de las entrevistadas, pero no para que se legitime el poder femenino, sino para que puedan acceder a otros ámbitos. 'Hay quienes dicen que la discriminación positiva podría desprestigiar a las mujeres, porque se les estaría 'dando algo', cuando la verdad es que, a iguales capacidades, se les puedan abrir espacios a las mujeres que hoy están cerrados, porque los hombres creen que no tienen esas capacidades', afirma Guerrero.

Para Paulina Salinas, en tanto, si no existe discriminación positiva, el cambio no se propiciará a corto plazo. También enfatiza en la necesidad de que los hombres entiendan que las mujeres no vendrán a cambiar el liderazgo, sino a complementar la visión masculina. 'Por supuesto que hay elementos del liderazgo masculino que interesan. Pero las mujeres, por ejemplo, tienen muy buena capacidad de negociación, de estar en varios temas simultáneamente, y funciona muy bien en el tema privado. Abogo por un liderazgo compartido que haga una sociedad democrática, porque hoy día estamos sub representadas. Nadie habla de los temas importantes para el mundo femenino'.
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