Dicen que somos un país distante. La cordillera de Los Andes y los más de cinco mil kilómetros de costa son obstáculos suficientes para dejarnos ajenos a lo que sucede en el resto del mundo.
Sin embargo, para muchas chilenas estas fronteras naturales no son un desafío para vivir sus sueños, más bien son la perfecta invitación a iniciar la aventura de sus vidas. Se trata de mujeres que han dejado atrás todo lo que conocían para radicarse en tierras ajenas, porque, como una de ellas dice, “no hay excusa para quedarse abajo”.
A pesar de que la tendencia dice que el número de chilenos que estudia fuera del país ha bajado de forma considerable -de cinco mil personas el año 2000 a poco más de mil quinientos en el 2005-, aún siguen habiendo verdaderas colonias en diversas naciones y, cada vez con más fuerza, los destinos elegidos son los que, hasta hace pocos años eran impensables.
Esa es la historia de tres mujeres que emprendieron el viaje que recordarán por siempre. Unas fueron a estudiar y otras, simplemente, motivadas por la curiosidad y las ganas de conocer realidades distintas, con la única certeza de que el hogar existe donde sea que esté el corazón.
Con el alma en oriente
A sus 28 años, esta es la tercera vez que Mariana Ivanschitz está en Japón y cada día está más feliz, porque para ella este país es su “segundo hogar”.
Para Mariana adaptarse a la sociedad oriental nunca fue un problema, siempre le llamó la atención y, de hecho, dice que “el proceso ha sido muy fácil. La gente es tan amable, respetuosa, tolerante y puntual con los horarios que todo se hace sencillo”.
Hoy está realizando una capacitación para profesores extranjeros de idioma japonés en la Japan Foundation de Urawa. No le queda mucho para volver, y siente que alejarse de Japón es lo que más le da pena. “Este es un país que deja grandes huellas en las personas. Cada vez que me voy de acá siento una gran pena y nostalgia”, cuenta.
Cuando se piensa en la posibilidad de tener que sobrellevar la vida en un lugar tan lejano y sin tener la posibilidad de acudir a alguien ni medianamente conocido, la reacción de muchos sería una aprehensión total, un sentimiento de abandono y vulnerabilidad. Pero para Mariana, una mujer fuerte e independiente, esto no es más que teoría.
Argumenta que el valerse por sí misma es una experiencia necesaria, ya que “la soledad es inherente al ser humano y hay que aprender a trabajarla internamente. Siempre se mira como algo muy negativo, sobre todo en nuestra sociedad, pero es sólo en esas instancias cuando se crece”.
Con la sangre bien fría, esta chilena cree que nunca se deben dejar pasar oportunidades como estas. La nostalgia para ella se deja fuera de la maleta, simplemente, “pensando en que la familia está bien y manteniendo la calma. En estos momentos lo único importante es disfrutar de una experiencia única y estar agradecida de un país milenario y cultural”.
Erika Fernández se fue a Corea tres días después de titularse de Periodista y Cientista Político en la Universidad Gabriela Mistral y pretende quedarse hasta el 2012. Está cursando un Master en Relaciones Políticas, Ciencias Políticas y Diplomacia, en la ciudad de Busan, donde, como cuenta, “según la embajada” es la única chilena.
Sus clases se hacen en inglés y tan sólo conoce a una persona que habla español, su amiga de El Salvador. Pero eso no le importa, porque la experiencia le ha parecido espectacular.
“El país es muy bello y me ha maravillado. Tiene místicos y ancestrales templos, lindas montañas que me recuerdan Chile. La ciudad donde vivo es el puerto más grande de este país, un lugar muy turístico y con lindas playas. La gente es amable y ya hablo un poco de coreano, por lo que me puedo desenvolver bien”.
A pesar de la distancia, el idioma y las diferentes culturas que conviven en este lugar, para Erika no han habido mayores problemas: “Es que cuando tienes las metas claras todo está bien”.
“Estos viajes pueden ser fantásticos, ya que generan confianzas en sí mismos, abren la mente a nuevas culturas y a personas diferentes, cambia la manera de pensar. Incluso, al tomar distancia se ve a la familia de una manera diferente, puede cambiar la escala de valores, lo que antes era importante ya no lo es. Estas experiencias son oportunidades para un gran desarrollo personal”, explica María Silvia Soler, formadora de PRH Chile, organización mundial que se encarga de ayudar en temas psicológicos.
Sin embargo, advierte que se debe estar preparado para iniciar una aventura como ésta. Para la psicóloga, es importante que las personas, antes de emprender este cambio pidan ayuda. “Es necesario prepararse para partir. Si bien es una ocasión única en la vida, es necesario tener claros los objetivos que pretendemos alcanzar y ordenarlos de acuerdo a prioridades”, explica.
Para ella, lo esencial es “estar convencido de que la salida vale la pena. Si es que esto no se hace, es posible generar frustración lo que puede detonar, incluso, un retorno anticipado a la casa”.
Donde los inmigrantes son mayoría
Oriunda de Osorno, Isabel Villar decidió irse a Suecia porque era el mejor lugar para continuar los estudios en su carrera. Es diseñadora y se especializa en iluminación, y como ella dice, “este lugar es el perfecto” para su trabajo, “ya que en invierno sólo hay cinco horas de sol”.
La adaptación no fue fácil, porque en este país “la falta de luz hace que la gente se ponga depresiva. Nadie habla ni es muy cariñoso, pero, al llegar la primavera, las cosas cambian. Las personas se animan y se hace mucha vida al aire libre. Es una especie de doble personalidad”, explica.
Sin embargo hoy está feliz. Llegó a Estocolmo para hacer un curso de tres meses y ya lleva dos años viviendo ahí. Es que este lugar es el mejor para desarrollarse como profesional. Ella misma explica, entre bromas, que “la gente valora más la luz acá que en cualquier otro país, así que te ahorras el tener que convencer al cliente de que lo que haces es importante”.
Aunque extraña a la familia, sus padres han ido varias veces a visitarla y su hermana se fue a vivir a Suiza, por lo que están más cerca y se ven con relativa frecuencia. Además, en Estocolmo conoció a su actual pareja, un italiano con el que fue compañera de curso en el postgrado que hizo al llegar.
Con la vida armada Isabel reflexiona y dice que estos cambios son los que enriquecen a las personas y que, a fin de cuentas, sólo se trata de “seguir los sueños…y aperrar”.
Al otro lado del mundo está Daniela Silva. Ella llegó a Nueva Zelandia con el único propósito de aprender inglés. Tomó un curso de 12 semanas que se transformaron en un año y medio. “El país de los kiwis”, como ella lo llama, la cautivó por completo. “Ese aire a naturaleza y tantos latinos hacen sentirse como en casa”, explica.
Al mes de haber arribado a esta isla, Daniela ya tenía un programa de radio para la comunidad latina de Wellington, “se llama ‘Oye latino’ y por supuesto que me tocó comentar el Festival de Viña, les mostré los músicos que están de moda y, por supuesto, que con el reggaetón alucinaron”.
Pretende volver pronto a Chile, pero dice que se vuelve con un pedazo menos de su corazón.
Mientras haya proyectos
Esta es la segunda vez que Magda Saleh vive en Inglaterra. Londres es la ciudad de sus amores y Chiswick el barrio de sus sueños. Si bien es cierto no está dentro de sus planes radicarse en este país y pretende volver a Chile para tener hijos y criarlos acá. La idea es aprovechar lo más que pueda este momento y cumplir metas.
Para esta chef, que fue al viejo continente en busca de nuevas ideas y experiencias lo que más le gusta es “la diversidad de las culturas, los museos, todo lo que se puede ver y conocer”. Pero toda experiencia tiene sus costos, “la vida en Inglaterra es muy cara y a veces cuesta asumirlo”.
Chile siempre está presente en sus pensamientos: “Echo de menos el clima y detalles como las frutas. Por supuesto que también a la familia y a los amigos, Siempre es duro no poder estar para los cumpleaños, las navidades y los años nuevos. Es un costo estar lejos, pero sé que dará frutos”.
Y es que nunca es fácil estar lejos de la familia, en especial en un país donde los cariños son tantos, pero vale la pena. Según Mariana Ivanschitz “la experiencia es totalmente recomendable. El único requisito es leer mucho sobre Japón, tener paciencia y disfrutar de todas las maravillas que este país ofrece”.
Por su parte, María Silvia Soler aconseja tomarse todo con calma. “No puede pretenderse una adaptación en una semana, ni menos generar de inmediato lazos tan firmes como los que se tenían en Chile”, pero agrega que “es en los momentos de soledad en los que se van dando cuenta de quiénes son, de que ellas mismas deben apoyarse y descubrir nuevas fortalezas”.