Pitbull canta sobre bases prestadas y, por momentos, sólo baila mientras algo conocido suena por los parlantes.
Héctor FloresVIÑA DEL MAR.- Lo de Tito El Bambino en 2010 realmente es algo histórico en el contexto del Festival de Viña del Mar. Una verdadera lección de cómo no hacer las cosas, ya que si al cierre de una jornada hasta un número como el de Pitbull logra encender al público, quiere decir que esto es tirar y abrazarse.
Porque Armando Christian Pérez dotó a la edición 52 del certamen de uno de los espectáculos más pobres que por aquí se haya visto en el último tiempo, basado en una fórmula de copy-paste tan vulgar como algunos de sus versos.
La presentación de esta noche tuvo un nombre propio, pero lo cierto es que por los parlantes de la Quinta Vergara lo que sonó fueron segmentos íntegros de temas ajenos como "Danza Kuduro" (Don Omar) y hasta "Seven Nation Army" (The White Stripes), que sirvieron de base para que el cubano dispare letras sobre chicas sexy y cosas por el estilo.
Algunas canciones Pérez se da el trabajo de interpretarlas por sí mismo ("El africano"), pero en otras la flojera llega a tal extremo que sólo salta y baila lo que sus dj's emiten.
Si de ese modo logra conjugar la vulgaridad en una de sus acepciones, dinámicas con el público rematadas en "metértela" y "chupártela" logran hacerlo en su segundo significado, y coronan lo de Pitbull como una presentación de una ordinariez (en sentido amplio) imprevista, con una fachada dance que con suerte califica para el Tagadá.
Pero como dijimos, si hay movimiento sin interrupciones (lo que no hizo El Bambino el año pasado) se está regalado en un cierre del Festival, y Pitbull dio cuenta de eso: Por gentileza de la sociedad público-animadores, el cubano se llevó hasta Antorcha de Oro.
En fin. Cosas que sólo se entienden en Viña.