SANTIAGO.- Existen en la capital locales de internet con cabinas cerradas, dotados de cámaras y en los que los clientes disponen de una precaria privacidad para sostener encuentros íntimos, no sólo de noche.
En ellos no es infrecuente que un usuario "inocente", que concurre al establecimiento para revisar su correo o su facebook o para hacer un trámite en la web, se encuentre con espectáculos como un preservativo tirado en el suelo.
Ambas son algunas de las manifestaciones de la expansión de los "cibermoteles", lugares que bajo la fachada de entregar acceso a internet ofrecen clandestinamente espacio y facilidades para concertar y concretar citas sexuales.
Estas acciones se han efectuado durante años en ese céntrico sector, según testimonios en medios y denuncias de vecinos.
De hecho, la Municipalidad de Santiago ofició en noviembre del año pasado y enero de este año a Carabineros para que prestara cooperación en la fiscalización de estos establecimientos, debido a quejas de vecinos sobre las citadas actividades.
Una investigación de Emol detalla cómo operan estos establecimientos, provistos de sistemas propios de chat que se conectan apenas un usuario entra a su cabina y lo comunican con el resto de los cubículos.
Tales redes inclusive estarían bajo el monitoreo de quienes administran los locales.
En pleno centro
Dos de los establecimientos se ubican en la esquina de José Miguel de la Barra y Merced, frente al cerro Santa Lucía y en pleno centro de Santiago. Habitantes del sector reconocen que esa área capitalina es durante la madrugada un punto de reunión de jóvenes que ofrecen comercio sexual.
El encargado de un café vecino a los locales de internet reconoce que ha escuchado "que ahí funciona un tema gay, nada más que eso”.
—¿Es decir, que facilitan lugares para tener encuentros sexuales?
—Claro, eso. Es lo que se rumorea, nada más. En la noche acá hay harto movimiento, sobre todo el fin de semana, y se comenta que al frente hay un café así como un poco disfrazado, donde hay encuentros y todo eso —afirma.
El interior de estos "cafés virtuales" es muy similar: cuentan con una veintena de cubículos de madera cerrados, cada uno con un pequeño picaporte en la puerta como único seguro. Basta sentarse frente al computador para que aparezca instantáneamente un mensaje de chat.
El texto de los mensajes a los que tuvo acceso Emol no deja lugar a dudas acerca de su intención, con gráficas descripciones y lenguaje de grueso calibre.
—Revelación 06: ¿Cuánto cobrái?
—Revelación 11: No cobro pos. ¿Eres muy feo acaso?
—Revelación 06: Sólo preguntaba.
—Revelación 11: Conecta tu cámara.
—Revelación 06: Tranquilo. ¿Aquí se puede “agarrar”?
—Revelación 11: Sí, acá abajo es más piola.
Lo preocupante es que en muchos casos el chat se activa y ofrece contacto sin importar quién ingrese a la cabina: un estudiante que busque datos o cualquier cliente inadvertido puede verse envuelto en "invitaciones" de este tipo.
Y es que este tipo de actividades no se limita a la noche: Emol pudo comprobar que los encuentros de carácter sexual tienen lugar incluso durante el día.
Afuera de las cabinas, en el pasillo interior del recinto, los ruidos que salían de los cubículos dejaban poco espacio a la imaginación.
La demanda sube conforme avanza la oscuridad. A medianoche, conseguir un cupo en unos de estos locales resulta complicado debido a que hay una fila de personas aguardando su turno. Como si fuera poco, el encargado asegura que los clientes están con "tiempo libre", es decir, es igualmente posible esperar cinco minutos que un par de horas.
La tarifa cobrada por la "privacidad" de la cabina asciende a $1.300 por hora.
Estos no son los únicos puntos de contacto para esta actividad oculta. Existen al menos otros locales de las mismas características y administrados por los mismos dueños en Nataniel Cox y Manuel Montt.
La navegación en sitios web que incluyen información sobre citas de este tipo también mencionan otros establecimientos en Viña del Mar que operan bajo el mismo modelo. Aunque reciben mayoritariamente parejas del mismo sexo, los textos de chat también permiten indicar que hay usuarios heterosexuales de este particular servicio.
Fiscalización sanitaria: ninguna
Las huellas de estas actividades no siempre desaparecen con la premura suficiente. Basta entrar a un cubículo al azar para encontrar vestigios como un preservativo tirado en el suelo, tal como comprobamos al ingresar a uno de ellos.
De hecho, los profilácticos forman parte de la oferta presente en el mesón de entrada de estos locales.
La duda que surge se centra en las condiciones sanitarias en las que se encuentran estos establecimientos, tal como lo confirman en la Secretaría Regional Ministerial (Seremi) de Salud Metropolitana.
“Un cibercafé no necesita informe sanitario. Un cibercafé es un giro y hospedaje es otro giro. Un cibercafé es un lugar donde uno va a tomar café y ver el computador. Eso no requiere informe sanitario para poder funcionar, sólo se solicita la patente municipal”, explica Victoria Riffo, directiva de la Secretaría Regional Ministerial (Seremi) de Salud Metropolitana.
Por otro lado, cuando un local comercial entra en funcionamiento debe especificar claramente su labor ante el Servicio de Impuestos Internos (SII).
—¿Entonces estos locales tendrían que estar tipificados como moteles?
—Claro. (Pero) si el contribuyente viene a iniciar actividades y en el lugar señalado se desarrollan quehaceres de ciber y de motel, el SII no fiscaliza que las condiciones sean las necesarias. Es la municipalidad el organismo que debe ver esa materia— precisa Ricardo Quintanar, encargado de Informaciones de la Dirección Regional Metropolitana Santiago Centro del SII.
Hablan los administradores
Ludovico Rojas, encargado de Liberacción Alameda, reconoce que el negocio consiste en “un ciber con cabinas privadas donde habitualmente vienen gays a contactarse entre ellos, por MSN Messenger, Facebook o Gay Chat”.
—¿Pero ustedes no les proporcionan una red?
—De hecho, acá hay una de Yahoo! que es un chat interno que ocupan todos los tres locales de Liberacción.
—¿Hay encuentros al interior de las cabinas?
—Al menos que nosotros podamos ver, no sé. Que nosotros creamos que sí... Sí. Pero que veamos, no sabemos. Al menos no dejamos. Si vemos que pasa algo muy explícito les llamamos la atención.
—¿Vienen niños acá?
—No se deja entrar a menores de edad, porque como se permite que vengan gays y todo se prohibe el acceso a menores de edad.
Nelson Gutiérrez administra Ciberonline y dice que cuando tomó la capitanía de la empresa retiró el sistema de comunicación entre las cabinas.
—¿Acá se dan encuentros sexuales?
—No, ya no. De primera era así, por el chat gay y cosas así.
—Pero ahora no...
—No, nada de eso.
—¿Hace cuánto que modificaron el quehacer del local?
—Esa política es como de hace dos años, pero desde que es así, más o menos, es como un año.
Daniel, administrador de Revelación, se niega a dar su apellido y a contestar cualquier interrogante: "No se puede hablar de eso. No puedo hablar de eso, no te puedo dar ninguna información", afirmó cortante.
No obstante, en Ciberonline pudimos ratificar que estaba activa la posibilidad de contacto entre los ocupantes de distintas cabinas.
Quisimos comprobar qué grado de privacidad tienen las conversaciones sostenidas a través del chat privado. En uno de los locales, Liberacción, elegimos al azar una cabina y cuando apareció en la pantalla la invitación a conversar, nos identificamos:
-Hola: Soy periodista y estoy haciendo una investigación sobre cibercafés. ¿Es posible que hagamos una pequeña entrevista?
Súbitamente, el sistema de chat se "cayó" y quedó fuera de servicio. Salimos y buscamos otra caseta, también al azar: al ingresar, el computador cerró instantáneamente la sesión de usuario, lo que no permite utilizar el equipo. A pesar de las declaraciones de los dueños, aparentemente sí existe un control desde el mesón de lo que se conversa en cada sesión.