PARIS.- El anuncio de la elaboración del genoma de una nueva bacteria por manipulación genética, primer paso para la creación de organismos artificiales al servicio del Hombre, suscita tantas esperanzas como temores por falta de un marco legal y jurídico que ponga límites.
El equipo del genetista Craig Venter ya anunció en 2001 haber realizado con fondos privados la segunda secuenciación del genoma humano, poco después de que lo descifrara por primera vez un consorcio internacional público de investigación.
Pero al anunciar la concepción de una caja de herramientas para crear vida a partir del genoma simplificado de la bacteria Mycoplasma genitalium, el instituto de Venter va más lejos y reescribe el código genético, aunque sea a través de un organismo muy sencillo.
Esta bacteria se compone de unos 580 genes frente a los 36.000 del ser humano.
Toda una proeza tecnológica que podría abrir el camino a un campo de aplicaciones muy vasto que abarca desde la fabricación de nuevos carburantes a la elaboración de medicamentos.
Lo cierto es que existe un gran desfase entre las hazañas en laboratorio y el debate en la calle sobre la conveniencia de crear o recrear vida.
"Si usted preguntara a alguien sobre la biología sintética, resultaría difícil encontrar incluso a una persona entre mil que hubiera oído hablar de ello", declaró a la AFP Nigel Cameron, presidente del Instituto de Biotecnología y del Futuro del Hombre en el Instituto Tecnológico de Illinois, en Estados Unidos.
En una entrevista concedida en 2007 al Financial Times, Venter predijo que su bacteria modificada acarrearía cambios en la industria bioquímica.
"Seremos capaces en los cinco años venideros de crear toda una gama de productos utilizando nuevos procesos bioquímicos, que transformarán la industria bioquímica", dijo entonces.
Este mercado valdrá millones y millones de dólares, estimó el biólogo estadounidense.
La compañía Synthetic Genomics de Venter, que firmó un acuerdo con la petrolera British Petroleum (BP), también se ha comprometido a crear un microorganismo que absorba dióxido de carbono (CO2) para poner al mundo al abrigo del calentamiento climático incontrolado.
Pese a que la creación de vida artificial parece próxima, ningún gobierno u organismo internacional se ha preocupado en regular o acotar este campo.
El asunto de la clonación, bastante más antiguo, fue objeto de un amplio debate público.
"La biología sintética avanza a grandes pasos en ausencia de todo debate público o de control por parte de un organismo regulador", lamenta Hope Shand, de la ONG de bioética canadiense ETC, que protestó el año pasado en cuanto Venter presentó su patente para la nueva bacteria.
"Se trata de una plataforma potencialmente muy poderosa para producir agentes químicos, carburantes, medicamentos e incluso otras cosas. Esto plantea una serie de cuestiones sobre el monopolio" que tendría la empresa de Venter sobre todas estas innovaciones, recalca Jim Thomas, otro miembro de ETC.
Algunos expertos predicen que a partir de 2015 un quinto de todos los productos químicos podría ser fruto de la biología sintética.
Cameron insiste en el riesgo añadido de que estas nuevas tecnologías sirvan a bioterroristas para fabricar nuevas armas.
Ante este panorama, Venter optó por tomar la delantera publicando un libro blanco sobre el buen gobierno en materia de biología sintética.
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