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La gaviota de Juan Gabriel todavía debe ir volando

El cantante mexicano ganó la primera Gaviota de Oro del certamen, pero no subió al escenario a recibirla.

21 de Febrero de 2004 | 02:41 | Felipe Ossandón, El Mercurio en Internet
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Juan Gabriel
Una vez más el cantante mexicano logró una sintonía perfecta con el público.
VIÑA DEL MAR.- Juan Gabriel no necesitó de fuegos artificiales, ni de grandes fanfarrias, ni petardos, ni coreografías, ni juegos de luces para empezar su actuación en la Quinta Vergara.

Al revés. En su quinta presentación en el Festival, el mexicano echó mano nada más que a la experiencia (que él tiene de sobra), para meterse al bolsillo una vez más al Monstruo. Un monstruo que en manos de Juanga es sólo un gatito que ronronea y aúlla a merced de su amo.

Entró por un costado del escenario, caminando despreocupadamente, como si hubiera estado dando un paseo y oh! Se encontró con este escenario colmado de un público que lo venera.

Y con razón. Porque si hay algo que define a Juan Gabriel como artista, es su entrega absoluta, es la total devoción que él siente también hacia el público. Juan Gabriel los mima, los arrulla, los malcría, les lanza besos, los hace cómplices de sus culebrones.

Porque a fin de cuentas eso son sus canciones: Breves teleseries que el cantante mexicano actúa con pasión frente a su público. Juan Gabriel se inventa un antagonista y lo desprecia y lo descuera y lo condena al eterno desamor frente al público. Un público que siempre está de su lado y que corea todas sus canciones y que se ríe de todos sus chistes.

Y ésa es otra de las características que hace entretenidos los shows del mexicano: El humor. Porque en manos de Juan Gabriel, el amor es una caricatura. Juan Gabriel se ríe del amor (y de todos sus sabrosos clichés), pero también se ríe de sí mismo. Sus discursos son afectados, acaramelados y espesos. Sus bailes son una parodia de sensualidad y provocación. Una parodia perfecta y efectiva.

Y cuando ya ha entrado en su dinámica. Cuando ya ha conseguido imponer sus códigos tan particulares, Juan Gabriel termina por dominar a su antojo la situación.

Cuando ya el éxito estaba asegurado y había hecho cantar a todo el mundo, invitó al escenario a una docena de mariachis y terminó por sellar la fiesta al estilo mexicano.

Tomando en cuenta el efecto producido en el público, el resultado era previsible. Pero igual fue sorprendente. Antorcha de Plata, Antorcha de Oro y Gaviota de Plata. Pero (y aquí viene lo extraño) cuando ya se había y en un acto que rayó en el capricho personal, Myriam Hernández decidió entregarle la Gaviota de Oro.

Lo curioso es que Juan Gabriel había dejado el escenario hacía sólo un par de minutos. Y aunque se hubiera ido corriendo no habría estado lo suficientemente lejos. Pero de todas formas, no volvió para recibir el premio. "Juan Gabriel ya no está", dijo Myriam algo cortada, "pero esa Gaviota irá de mano en mano hasta su camarín, para llegar hasta él", agregó intentando sacar la pata, que ya había metido muy al fondo.

Así de poco emotiva fue la entrega de la primera Gaviota de Oro en la presente versión del festival. Ni siquiera Myriam pudo abstraerse del fanatismo.