La historia de Marco Reinike es de aquellas para contar. Y es el relato de un vendedor de rodamientos que cumple el sueño de su vida, algo que sólo había visto por televisión.

“Correr el Dakar para mí es algo increíble, algo que soñé y que estoy cumpliendo. Me dí cuenta que los sueños son posibles. Cuando uno desea las cosas se pueden cumplir, a veces hay que atreverse y pensar en grande”, relata este antofagastino.

Siempre quiso correr la prueba más extrema del mundo, pero el alto costo de ella se lo impedía. Pero le llegó una ayuda del cielo. Se ganó el wild card entregado por la Federación de Motociclismo de Chile que paga el total de la inscripción de la prueba”.

Pero ese es sólo parte del dinero que se cancela para ir a la prueba. Todo lo demás debió salir a buscarlo a la calle. “Ahora viví en carne propia cuando los deportistas dicen que deben dejar los pies en la calle para participar en sus competencias. Gracias a Dios a mí me fue bien y las empresas de mi ciudad respondieron bien. Pude reunir los 30 millones de pesos que me faltaban gracias a la Municipalidad de Antofagasta, SKF, Salfa, Rents, Aguas Antofagasta, Inacap, Thyssenkrupp y la Clínica Antofagasta”.

En cuanto a lo técnico, lo que más le preocupaba era el trabajo físico, al que dedicó los últimos dos meses antes de la carrera. “Era mi preocupación, pero me preparé bien y los fines de semana arriba de la moto”, puntualiza.

En cuanto a sus desafíos para el Dakar, dice que su principal idea es dejar bien puesto el nombre de su ciudad y convertirse en el primer antofagastino en llegar al último día de carrera.