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Primer lugar:“Polo Norte s/n”

Érase una vez un hombre que recibió un llamado de teléfono la tarde de un 24 de diciembre. Faltaban algunas horas para navidad. El arbolito de pascua descansaba en un rincón del living de la casa, lleno de luces, verdes, amarillas, rojas, prendiendo, apagándose en sintonía con la música navideña que éstas mismas traían en una pequeña caja verde.

Este hombre se llamaba Norberto, chileno de tomo y lomo, bajo, moreno, ojos café oscuros. Se dirige hacia la mesita del teléfono, levanta el fono y pregunta:
- ¿Sí?
- ¿La casa de la familia Pérez?
- Sí.
- ¿Se encuentra el dueño de casa?
- Sí, con él ¿qué desea?
- Le llamamos del polo sur.

Ante esto, Norberto se extrañó.
- ¿Quién habla?
- Tenemos un paquete que…
- Perdone, señor. Pero no estoy para bromas -se estaba empezando a irritar-Tenemos cosas que hacer en casa y de un momento al otro llegarán las visitas, así que si no le molesta.
- ¿Usted es Norberto Pérez Alvarado? ¿De Santa Elisa? ¿Chile?
- Sí, pero quién habla.
- Usted escribió una carta el tres de octubre de mil novecientos ochenta y seis, dirigida al Viejito Pascuero. Si mis cálculos no me fallan, Ud. tenía trece años.

Extrañeza en la cara de Norberto. La verdad, pensaba que todo era una broma. Tenía que serlo. No tenía explicación.
- ¿Papá?

Era lo único que se le ocurría. Tenía que ser papá. Era el único que recibía sus cartas. Es más, era aquella carta la culpable, la que reveló el Gran Misterio. Sí, lo recordaba. Había escrito una carta plagada de faltas de ortografía, pero con el sentimiento que sólo un niño de trece años puede tener. Había vertido dos hojas en aquella carta, donde le contaba mucho de él mismo, de sus deseos y fantasías y sobre todo lo que quería para Navidad. Y había echado el sobre en el correo con destino Polo Sur, S/N. Pero había visto a su papá estacionando su viejo fiat 600 rojo y Norberto se había escondido. Su padre pasó cerca de él, sin verlo y se dirigió a la caja numero tres. Habló un momento con la cajera, rieron y se despidieron. Y llevaba en su mano izquierda su carta.

Y claro que era su carta, la reconocería porque la había escrito él. Y cuando se encontró con su padre en la casa y lo atacó con preguntas, su padre negó y en un acto de rabia, frustración y llanto se abalanzó sobre él, y la carta se le resbaló de la chaqueta que llevaba puesta. "Rmte Norberto Pérez Alvarado. Santa Elisa. Chile. Cuarta “rejion” para Viejito Pascuero, Polo Norte s/n con cariño".

Si, lo recordaba todo. Hasta la falta de ortografía en “región”. La pena que había sentido fue tan inmensa. Casi como si el mundo se le hubiera venido encima. Tenía trece años y un mundo de fantasías que se había hundido bajo sus pies. Se había hundido como la Atlántida.

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