Santiago Silva celebra en San Carlos.
Aton
SANTIAGO.- Hasta antes del partido de ayer, Santiago Silva era muy cuestionado por la hinchada de Universidad Católica. Sólo cuatro goles en todo el semestre sembraban dudas sobre el real nivel del delantero que llegó con un gran cartel desde Banfield con la difícil misión de hacer olvidar al goleador Nicolás Castillo.
Incluso, eran muchos los que pedían que Roberto Gutiérrez fuera el centrodelantero titular en desmedro del "Tanque" uruguayo.
Pero ante Atlético Paranaense eso comenzó a cambiar. Al principio su nombre pasó sin pena ni gloria cuando fue enunciado por los altoparlantes. pero a base de garra, y gol, el atacante revirtió todo.
Desde un inicio mostró lo mismo de siempre. Entrega, buen juego aéreo en defensa y aguantar la pelota para buscar a un compañero. Hasta que a los 36 minutos cumplió para lo que lo trajeron. Buena jugada con Diego Buonanotte y el delantero saca un zapatazo que venció la resistencia del portero Weverton.
Lo gritó con el alma, como lo hace cada vez que marca. En su cara se marcaban las venas. Mientras que desde la banca Mario Salas saltaba de alegría. Su gran apuesta para este semestre estaba dándole la victoria a la UC, que en ese entonces, clasificaba a octavos de final.
Con el paso de los minutos el juego de los cruzados bajó considerablemente. Fue ahí cuando salió su rol de líder. Se acercó a varios de sus compañeros, como por ejemplo al mismo Buonanotte, para pedirles tranquilidad, que lo buscaran a é. Experiencia tiene de sobra en este tipo de partidos y torneos.
Ya en la parte final del partido, y con el marcador adverso, no dejó de ir al suelo y luchar los balones. En la tribuna Sergio Livingstone, la misma que muchas veces lo criticó, ahora lo aplaudía. "Grande 'Tanque', ojalá los demás se contagien con tu espíritu", gritaban algunos.
Pitazo del uruguayo Jonathan Fuentes y se acabó el sueño libertador. Silva estaba desconsolado. Se quedó solo y miraba el pasto, a la barra, el marcador. Las manos en la cintura, luego se secaba las lágrimas. Llegaron sus compañeros a consolarlo, pero él es duro, fiero.
Una vez más los barritas lo aprobaron. "Gracias Silva, tremenda entrega". Y esperaron hasta que se retiró para despedirlo con una ovación. Ya no habían pifias. Él poco a poco se los ganó.
