Patrick Cantlay fue elegido por sus pares como el mejor golfista del año y superó al español Jon Rahm.
Cantlay ganó más torneos que nadie en la temporada (cuatro), incluidos los dos últimos de la FedEx Cup. Pero conseguir el éxito no ha sido sencillo para él.
Tras estudiar en la prestigiosa UCLA, en 2012 se pasó al profesionalismo siendo el número uno del ranking amateur durante 54 semanas. .
Daba la impresión que pronto se convertiría en figura, pero un día sintió un fuerte dolor en la espalda mientras calentaba en el campo. Contó que ocurrió de la nada y que se sintió como si le enterraran un cuchillo. Se había fracturado una vértebra por estrés. En tres años apenas pudo disputar 10 torneos y en 2016, cuando parecía que volvía, sintió dolor nuevamente y paró por diez meses.
"Hasta entonces mi vida, y especialmente mi vida en el golf, había sido encantadora, todo estaba saliendo como debía. Pero después, durante la recuperación física, todos los médicos me dijeron algo diferente, incluso que nunca volvería a jugar al golf. Marginado del circuito, veía cómo mis expectativas en el golf empezaban a arruinarse", expresó.
Por si eso fuera poco, Cantlay tuvo que lidiar con la muerte de su mejor amigo y caddie, Chris Roth. Se conocían desde el colegio. Fue dramático.
Ambos estaban cruzando la calle en Newport Beach, California, y un auto atropelló a la Roth. Luego, se dio a la fuga.
"Un automóvil salió de la nada y golpeó a Chris con tanta fuerza que lanzó su cuerpo a través de la intersección. Imaginé de inmediato que había sido fatal, mientras marcaba el 911. Y supe que Chris ya no estaba realmente allí cuando me acerqué a él para asistirlo; fue así de rápido. Obviamente, fue la experiencia más traumática que me tocó vivir y mi perspectiva cambió al instante. Soy mejor persona después de aquel accidente, aunque no se lo deseo a nadie", declaró Cantlay.
Debido a su larga ausencia, el norteamericano cayó al puesto 1866° a comienzos del 2017. Su recuperación fue muy lenta. Un día golpeaba 30 pelotas y al siguiente su cuerpo ya le exigía descanso. Pero el deseo de gloria nunca desapareció.
"¿Qué me enseñaron los últimos siete años? Cuando sucede algo realmente malo o que te cambia la vida, debes reconocer que te ha afectado, sin fingir que nunca sucedió. Es muy difícil tomarte tu tiempo para llorar y dejar que te afecte, sin dejar que te golpee con tanta fuerza como para que te aleje de lo que quieres lograr. Hay que aceptarlo, darse cuenta de que ocurrió y lidiar con él lo mejor que se pueda; ése es el arte de la vida", comentó.
