En la década de los ‘40, San Josemaría Escrivá de Balaguer recibió el mensaje del Cardenal José María Caro quien le solicitó que el Opus Dei se instalara en Chile.
Es así como el 5 de marzo de 1950 aterrizó en Santiago el joven sacerdote e ingeniero Adolfo Rodríguez Vidal quien fue acogido por el cardenal en su casa.
Sólo un mes después, Rodríguez comenzó a dirigir la residencia Alameda que, años antes se había abierto y estaba a cargo de monseñor Raúl Pérez Olmedo, asesor de Acción Católica.
El sacerdote comenzó a dictar clases de ingeniería en la Universidad Católica y su personalidad tímida lo hizo escribirle a San Josemaría comentándole lo “difícil” que era expandir la Obra. La historia señala que la respuesta que recibió fue un breve “anda a comprarte un pastel”, reflejo del humor y sentido de la perseverancia que tenía el Santo.
A comienzos de 1951, un estudiante español, el economista José Enrique Diez, se unió a la labor de apostolado de Rodríguez en Chile y tras llegar, entró a estudiar Derecho en la UC. Años después fue electo presidente del centro de alumnos de esa facultad.
En 1953 llegaron las primeras mujeres a la Obra en Chile: las españolas Dorita Calvo, Petrita Angulo, Rosario Gómez Anton y Patricia Ylarraz que conformaron la primera residencia femenina en calle Moneda.
A los pocos años, estudiantes chilenos comenzaron a viajar a Roma para formarse como sacerdotes junto al fundador; entre ellos, José Miguel Ibáñez Langlois. En 1956 la Obra inició su expansión a Valparaíso y Viña del Mar y en 1963, abrió la Escuela Agrícola Las Garzas.


