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El chile de Gabriela Mistral

Domingo, 27 de Enero de 2008

Luis Vargas Saavedra
Me es ingrato decirlo, pero me sería injusto callarlo: estimo que los 205 poemas inéditos de Gabriela Mistral, medidos por su calidad poética intrínseca, no constituyen un aporte a su obra ya conocida. Los pocos textos que le agregan algo quizá no compensan lo que le quitan como conjunto: intensidad y fuerza.

Lo mejor de "Almácigo"
Haber nacido mujer de familia clase media baja en remoto valle provinciano, con padre ausente y madre vivaracha; y haber debido autoenseñarse al ser privada de una educación cabal; toda esta colección de adversidades personales no abatió a Lucila Godoy Alcayaga. Sumarle encima las adversidades ajenas. Sufrir incomprensiones; afrontar ataques; quedar herida en su sensibilidad; pero, por otra parte, ser asistida de apoyos, premios, publicaciones y amistades estupendas.

La atacaron y la defendieron por ser maestra religiosa y ser escritora modernista. El vaivén fue más penetrante durante el período de su mayor residencia en Chile: desde 1912 a 1922.

Juventud agredida y reconfortada, de esta impronta deberá sobreponerse, aceptarse y hacerse aceptar, buscando y hallando ser ella, al máximo de su genio, en una doble carrera de profesora y de poeta. Y a partir de 1925, ya jubilada de la pedagogía, la pareja de faenas se resolverá en literatura y diplomacia. De ser la representante de Chile en la sección cultural de la Liga de las Naciones, pasará al Cuerpo Diplomático como Cónsul a partir de 1935.

Hasta el año 1922, mientras Gabriela Mistral ejercía su docencia en Chile, tuvo problemas con masones (Torreblanca y Guzmán Maturana) y funcionarios del Ministerio de Educación. Además se le oponía una poderosa rival que, según ella, obraba en forma solapada tras todos esos quebrantos: Amanda Labarca (1886-1975), profesora y escritora, egresada del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Gabriela Mistral escribe en 1952 a Radomiro Tomic:

"Por ese tiempo la Magíster, masona también, A. L. H. (Amanda Labarca Hubertsone) quiso tomarme bajo su protección. Nada le acepté y desde allí viene su odio eterno y nunca aplacado".

En la disputa por la Dirección del Liceo 6 de Niñas, de Santiago, la perla de la educación estatal, Gabriela Mistral padeció intrigas y conspiraciones: "Conmigo nadie gana cosa alguna. Y en cambio (con Amanda Labarca) gana mucho con el apoyo de la masonería-reparte-prebendas".

Gabriela Mistral venía de trabajar como directora del Liceo de Temuco, pero no tenía diplomas. "Cuando ocurrió 'la batalla' por el Liceo 6, cuando la Masonería salió de sus casillas y su Gran Maestro, mi amigo Guzmán Maturana, me llamó para decirme que me retirase de la lucha porque aquélla, la Masonería, de la cual era el Gran Maestre, había dado ese cargo a Josefina Day, casada -mal-casada- con masón, yo supe qué era ese gran Misterio operante y gobernante. Entonces, apareció en mi vida Torreblanca, masón y Sub-Secretario de Instrucción Pública. Nunca entenderé la razón de su protectorado. Hizo mucho, parece; me informaba de la 'empresa', de la 'batalla' que contuvo cosas inefables, incluyendo amenazas de apedreo, y más, registros de mi archivo de cartas hechos por hombres que entraban cuando yo salía y hurgaban en mi Biblioteca, mis archivadores, mi cuarto de dormir, etc.".

Gabriela Mistral contó a Eduardo Barrios que le habían propuesto, si retiraba su candidatura, ser trasladada al Liceo N& #186; 1 de Valparaíso. Rechazó la oferta, colocando su cargo a disposición del ministro de Instrucción Pública, que era amigo oficial de Amanda Labarca.

"Yo vi clara una intriga detrás. Creo que existió y que fue de la Amanda. Callé, pero vi claro que mi situación en Santiago era vidriosa.

Usted sabe cómo llegué al Liceo 6. Me prometí al entrar a la casa no durar sino el tiempo necesario para probar a mis enemigos que podía organizar un liceo, así como había reorganizado dos. Viví un año recibiendo anónimos de insultos y oyendo de tarde en tarde voces escapadas de la campaña. Me traje en el corazón estas cosas. No sé olvidar y ahora viene a añadirse otra".

(Ocurrió cuando Gabriela Mistral se hallaba en México y el Presidente Arturo Alessandri fue visitado por José Vasconcelos, ministro de Educación de México).

"Alessandri declaró a Vasconcelos, cuando yo estaba en México, 'el error suyo de haberme llevado allá, en vez de la A.L.H. (Amanda Labarca Huberstone). Y en el banquete que le dio luego, se la presentó, insistiendo en lo mismo y sentándosela al lado. Al irse, Vasc. le dijo: De éstas, tenemos en Méx. muchas y de más, pero la que me llevé es diferente y rara. Él me lo contaba riendo...".

El innecesario comentario del Presidente hirió de por vida a nuestra escritora. Seguía doliéndole en 1952, mientras le escribía a Tomic:

"Alessandri, hombre que también me detestó, gracias al trabajo de la incansable y tremenda A.L.H.".

La fracción masona del Ministerio de Educación se convirtió para Gabriela Mistral en un círculo de poder y de compadrazgo, que enturbiaba la educación. Además, mala impresión se llevó del desempeño administrativo del sistema educacional chileno. Mala impresión y escasas ganas de volver a Chile: "Y yo no iré a vivir entre la mafia pedagógico-masónica...".

Podríamos suponer que habiendo jubilado en 1925, puesta a salvo de esa mafia, pudo haber vuelto a Chile. Había aceptado representar a Chile en París, por un año o dos. En cambio, fue ingeniándoselas para no volver. Lo hizo trece años después, en 1938, en una visita de semanas, y volvió a partir. A "desterrarse". De modo que su escamoteo a Chile, a hervir en "la marmita de odios", no es sólo rechazo a un sector del profesorado, sino rechazo a una atmósfera hostil de mayor penetración. Lo pedagógico entrañaba paga, medios, subsistencia. Más delicado y agravante era lo literario: los ataques y defensas por ser poeta, y poeta modernista.

No la comprendió Omer Emeth; sí la tasaron Alone, Pedro Prado y Eduardo Barrios. Y recibió el apoyo y admiración de insignes señoras de la clase alta: Blanca Subercaseaux, Amalia Errázuriz y Luisa Fernández, la madre de Vicente Huidobro. De manera que puesto todo en balanza egipcia, hubo más aplausos que denuesto. Los tres escritores que la comprendieron eclipsan a su detractor.

Es comprensible que se haya provocado una escisión a lo bíblico Mar Rojo: de agresores y defensores ante una escritora a contracorriente del romanticismo rezagado y del talante chileno, propenso a lo gris y a lo opaco, que a comienzos del siglo veinte prevalecía en Chile, con historiadores y novelistas más objetivos que imagineros, y ninguno bíblico o fervoroso. En tanto que Gabriela Mistral, sin desprenderse de la Biblia, exploraba la Teosofía y el Budismo. Tales búsquedas no eran manía esotérica, sino sed de consuelo espiritual. Su temperamento ardiente debe haberle parecido desbocado a un Omer Emeth constreñido en sus adustos clásicos europeos. Incluso lo moral le suscitaba reproche: censuró el verso "me alejaré cantando mis venganzas hermosas" (de uno de los "Sonetos de la muerte"), aduciendo que era inmoral celebrar cantando unas venganzas que nunca podían ser hermosas. Ella no replicó en prensa sino en carta, señalando que el crítico debería atenerse a lo estético, y no fustigar lo moral.

Incomprendida por algunos en su estilo y saboteada por otros en su oficio; alabada por los mejores tanto en su obra como en su pedagogía; tal es el espinudo rosal que decide evitar yéndose en 1922 a vivir lejos y a salvo, comprendida y celebrada en forma unánime por los mexicanos. Feliz allá hasta... que la recelen como extranjera y, entonces, otra vez su sensibilidad de quemada la hace partir, regresar a Chile y volver a irse, creándosele así un patrón de mudanzas, un nomadismo fatalista. En carta a Barrios se firma "La Beduina".

De 1938 en adelante, Chile se le agolpa y esencia en el Valle de Elqui, un Edén natal embellecido por la distancia, detenido en el recuerdo, sublimado de todo trauma, válido como amparo y consuelo. Volver a Elqui es el querencioso vértigo que le suscita varios poemas inéditos en donde los cerros, las mujeres, la cosecha, las plantas son su familia emocional. Esta estrofa inédita lo declara:

"Diez años hace que mi larga sombra/ no arropa en la majada a mis cabreros/ y que debajo de un parrón de Octubre/ la guitarra de fuego no rasgueo/ comiéndome con pan de miga de oro/ el fundido lechón de los regresos".

Y el más extenso e intenso retorno imaginario lo conjura durante su todavía semi inédito "Poema de Chile", en el cual se inventa una Patria a la medida de su alma, desterrándonos, vaciando el país para depurarlo y guiar de fantasma a un indio y un huemul. Amor loco que por fin logra su territorio tal como lo quiere, depurado a solo tres seres. Los demás quedan lejos o borrados...

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