El más grande piloto brasileño de todos los tiempos, y uno de los más talentosos y triunfadores del mundo, tuvo una vida al límite. Su temprana muerte cambió la Fórmula 1 para siempre y dejó un legado difícil de igualar. El circuito de Interlagos en Sao Paulo, su ciudad natal, lleva una curva que se llama “S de Senna”.

Una semana antes de la muerte de Senna, estuvo de visita en Chile, Luciano Benetton, dueño de la escudería donde comenzaba a brillar un joven Michael Schumacher. En un desayuno privado, Benetton comentó que pese a los buenos resultados de su equipo en las primeras fechas del campeonato 1994, pensaba que en Italia era muy difícil ganar, debido a la potencia de los Williams. “Esta será la carrera de Senna. Sólo una falla o algo imprevisto nos daría alguna posibilidad a nosotros”, dijo.

Días después, el domingo 1 de mayo, el Benetton-Ford de Schumacher cruzaba triunfante la meta del circuito de San Marino. Lo imprevisto había sucedido: Senna, el favorito, estaba muerto.

A sus 34 años, Senna puede haber sido uno de los hombres más ricos de su generación, pero también el que apostaba más fuerte. Senna apostaba su vida.

Pero su fama no se quedaba sólo dentro de los circuitos. De hecho, se había transformado en el ejemplo mismo del éxito para Brasil y en el modelo a imitar para millones de sus compatriotas.

Adulado tanto en las favelas como en el seno de la alta sociedad brasileña, Senna no sólo era un piloto inigualado, sino también un hombre de negocios brillante, símbolo del éxito en una nación que en esos años vivía una crisis.

Importador exclusivo para Brasil de una marca de automóviles europeos, Senna venía de lanzar en Italia una bicicleta y una motocicleta que llevaban su nombre y se aprestaba a importarlas también a Brasil ese año.

Joven, dinámico y obstinado, los negocios de Ayrton eran comandados por el piloto y su hermano Leonardo desde el espectacular edificio de 16 pisos que habían hecho construir en el popular barrio de Santana, en Sao Paulo, el mismo donde había nacido en 1960 en el seno de una familia de clase media.

Ayrton Senna Promotions, servía para comercializar todos los equipos y artículos que llevaban su nombre, y que no eran pocos: desde barcos de 42 pies (los Senna 147) hasta las gorras que se pueden ver cada día en todas las playas de Río de Janeiro o las calles de Sao Paulo.

Piloto de avión en sus horas libres, Senna se desplazaba con frecuencia al comando de su propio jet ejecutivo.

El poseía todo lo que puede imaginarse en Brasil y en otros países y que anhelan cientos de millones de otros mortales a lo largo y lo ancho del mundo: mansiones espléndidas, yates, automóviles y bellas amigas.

Fueron 34 años viviendo al límite. Solo él sabe si tanta fama y dinero valieron la pena.