El mito de Ayrton Senna se inició a las 18:40 horas del 1 de mayo de 1994, cuando en el Hospital Maggiore de Bologna confirmaron su deceso. A 15 años de ese día, el accidente en Imola aún ofrece interrogantes.

Tras diez años de especulaciones, un hecho es ahora indesmentible: Ayrton Senna sentía una presión deportiva tremenda, causada por los problemas que tenía con su nuevo Williams-Renault FW16 y con la aparición de un piloto capaz de ganar a cualquier precio: Michael Schumacher.

Senna había dejado McLaren y rechazado una oferta de Ferrari para poder subirse al mismo bólido que meses antes le había dado el título a Alain Prost. Pero justo ese año, la FIA eliminó las ayudas electrónicas - tracción de control, suspensión activa y antibloqueantes- y Williams no había asimilado bien los cambios.

Su auto se había mostrado inmanejable. En contrapartida, el Benetton-Ford que piloteaba el joven Schumacher era muy veloz y estable, suficiente para hacerlo ganar las dos carreras precedentes a San Marino (Interlagos y Aida), mientras que en su intento por seguirle el ritmo, Senna cosechaba abandonos pese a largar desde la pole.

Lo que es peor, el brasileño avalaba los rumores que indicaban que el Benetton corría fuera de reglamento. "Eso lo tenía muy molesto", reconoció Damon Hill, su coequipo.

"Ayrton sabía que si no sumaba puntos por tercera vez consecutiva se le complicaba el tetracampeonato", contó su ex jefa de prensa, Betise Assumpcao.

Un segundo flanco de presiones llevaba el nombre de su novia, Adriana Galisteu, a quien su familia detestaba. Una biografía sobre Senna indica que la mañana de la carrera en Imola, Leonardo, su hermano, le mostró una grabación donde quedaba de manifiesto que Galisteu le era infiel.