De regreso, pasó de ser estudiante en Columbia, a profesor de Derecho Constitucional en la misma universidad, gracias a sus estudios en la Escuela de Leyes de Harvard, donde llegó a ser el primer afroamericano en ser presidente de la revista Harvard Law Review. El ascenso no se detenía.
El amor tocaría fuerte a su puerta, cuando en el verano del 89 conoce a Michelle Robinson, su supervisora en una firma de abogados de Chicago, donde Obama realizó una práctica aprovechando las vacaciones de la universidad.
Michelle vendría a ser la pareja perfecta para el promisorio joven, siendo una destacada mujer socióloga y abogado, con la que compartió su interés por la ayuda social. Cabe destacar que esta inclinación, junto a la defensa de los derechos civiles de los rezagados, estuvo fuertemente influenciado por la figura de su madre, quien no descansó para realizar proyectos destinados a los campesinos de Indonesia. Ella fallecería en 1995, debido a un cáncer de ovarios.
Con Michelle se casó el 3 de octubre de 1992 y tuvo sus dos hijas, Malia Ann y Natasha (Sasha), quienes son hoy su pilar, su cable a tierra y el principal apoyo de este exitoso político que logró uno de los puestos políticos más influyentes del mundo.
En el año 2000, cuando decidió abrirse las puertas como diputado, fue Michelle la que salió a conseguir fondos para su campaña y quien no lo abandonó en la lucha por alcanzar el triunfo, el año 2004, de la senaduría por Illinois. Esta victoria le permitió dar el discurso central de la Convención Demócrata de ese año, en el que dejó boquiabiertos a los presentes y telespectadores, con el poder de su oratoria, la historia de su vida y la importancia atribuida a los conceptos de fe y “el sueño americano”. Se le llegó a comparar con el famoso “I have a dream” de Martin Luther King. “El huracán Obama” había llegado, y tres años después, la opción presidencial de él, un afroamericano de nombre gracioso, no se veía como algo imposible.
Pero hablar de la presidencia eran palabras mayores. Y es por eso que cuando en mayo del 2007, Barack anunció su carrera a la Casa Blanca, Michelle le rayó la cancha y le hizo comprometerse a dejar de fumar y a dedicar un día a la semana a estar con Malia y Sasha, para no descuidar a la familia.
Criticado por su inexperiencia política, se llegó a decir, incluso, que el candidato era en realidad un musulmán radical con un gran rencor a la sociedad norteamericana. La disputa por la candidatura demócrata con Hillary Clinton fue también una fuerte barrera para ganarse la confianza de los votantes. Sin embargo, la esperanza y el cambio, lemas principales de su campaña sonaban sutiles desde lo más profundo de sus discursos, hasta convertirse en un ruido ensordecedor que despertó la “obamanía” de los ciudadanos. ¿Un presidente afroamericano? “Yes, we can”. Obama ganó las elecciones demócratas y ahora le tocaría la contienda final por alcanzar su lugar en la Casa Blanca.
Su discurso de esperanza se tiñó de sus proyectos. El fin de la guerra de Irak, el regreso definitivo de las tropas, levantar la economía deteriorada del país, apoyar a la clase media y recuperar la posición de liderazgo mundial de Estados Unidos, junto a otros temas más delicados para la opinión pública, como el derecho al aborto y la protección de inmigrantes indocumentados, fueron su receta para imponerse ante el héroe de guerra republicano, John McCain.
Así, el 4 de noviembre del 2008, Barack Obama se convirtió el Presidente electo de la nación más poderosa del mundo. En su discurso, tras la victoria, recordó a su abuela y dijo: “Sé que me estás viendo y que estarás orgullosa”. El sueño americano se había hecho realidad.
