Para llegar al poder y estar muy cerca de lograr sus ambiciosos objetivos, Adolf Hitler se rodeó de una serie de colaboradores en los que repartió cuotas de autoridad. Todos ellos comparten características que los hicieron temibles a los ojos de sus enemigos y de los propios alemanes y sus acciones simplemente son consideradas como crímenes contra la humanidad.

Rudolf Hess

La estrecha relación de Rudolf Hess con Hitler llevó a que este le escogiera como secretario particular. Previamente, ambos habían estado en la cárcel, como ocurrió en 1923, cuando purgó siete meses en la cárcel de Landsberg tras una revuelta.

Hess participó en la Primera Guerra Mundial como piloto y con veintiséis años ingresó en las filas del Partido Nacionalista Alemán.

En la década de los 30’ fue nombrado presidente del Comité Central del Partido Nacional Socialista. Desde ese momento adoptó un gran protagonismo como cabeza visible del movimiento nazi.

En algún momento era tanta su influencia que incluso llegó a ser considerado posible sucesor de Hitler.

Sin embargo, su situación dentro del régimen experimentó un cambio radical. En 1943, dos después de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, viajó a Escocia para intentar alcanzar un acuerdo con Winston Churchill para que Alemania e Inglaterra se unieran contra la Unión Soviética.

Fue inmediatamente capturado por los británicos y enviado a prisión. Posteriormente, en los juicios de Nüremberg, fue condenado a cadena perpetua en la prisión de Spandau (Berlín). Allí permaneció más de cuarenta años, hasta el final de sus días.