
En términos generales, la estrategia utilizada se basó siempre en el principio de propaganda más básico: la simplificación y reiteración constante del mensaje. Daniela Zajer, psicóloga de la Universidad Católica, explica que apelando a las emociones y no al intelecto, se busca que el mensaje se procese de manera superficial y penetre en el inconsciente de las personas orientando su conducta casi sin percatarse de ello.
Hitler y Goebbels –su fiel colaborador considerado el padre de la propaganda moderna- nunca perdieron de vista este aspecto. En cada una de las tácticas usadas, todo estaba cuidadosamente calculado para hacerlas más efectivas.
Se utilizó tanto propaganda positiva para realzar la grandeza de la raza aria -la auténtica raza de los nórdicos- como propaganda negativa, para denigrar a los “enemigos del estado”, en especial los judíos.
Una de las maneras más explotadas para infundir el antisemitismo, fue la asociación de los judíos con criminalidad, animales despreciables y pestes mediante la presentación de imágenes repulsivas y mensajes muy cortos aludiendo a los judíos.
Zajer explica que se empleó muchísimo la técnica de infundir temor, denunciando peligros que generan ansiedad, ofreciendo, al tiempo, las soluciones para ello. Tal era el método preferido para mostrar el riesgo que, según Hitler, representaban los judíos para el pueblo alemán.
El Führer acusaba una conspiración judía y ofrecía como solución la exterminación de estos.
Reuniones y concentraciones con discursos cargados de simbolismos reforzaban las ideas. Cada gesto, el tono dulce o colérico de la voz, la vestimenta, los emblemas, los colores, la música y los reflectores estaban dispuestos premeditadamente.
Mario Moreno, publicista y docente DuocUC, define que la propaganda es la aplicación organizada de técnicas psicológicas a los medios de expresión, con el propósito difundir y reafirmar ideas, personas, sistemas o instituciones para guiar la actitud y el comportamiento de las masas.
Ningún medio escapó de la propaganda nazi: discursos multitudinarios y parafernálicos o pequeñas asambleas; diarios, revistas y folletines; radio, filmes y teatro. En las calles los panfletos, afiches y emblemas estaban por doquier. Incluso los textos de estudio se acomodaban a la ideología nazi y a la promoción de sus valores.

