
Sin embargo, dejando a un lado toda la técnica propagandística empleada de manera metódica, mención especial merece la voz de Hitler.
El Führer contaba en un principio sólo con su voz. No tenía más méritos. Ni cuna, ni educación, ni experiencia política. Ni siquiera era ciudadano alemán. Su libro “Mi lucha” -en el que exponía su ideario- no lo hizo conocido, sino que fue al revés, se difundió una vez que él alcanzó notoriedad con su habilidad para la oratoria. Su extraordinario poder demagógico sobre las masas, con el sólo manejo de su voz, hacen de Hitler un maestro de la persuasión.

