Tailandia:
El "tigre" que unió populismo y progreso

Gracias a su rápida recuperación tras la crisis de los 90, el país tiene una de las economías más prósperas del Sudeste asiático.

CAROLINA ÁLVAREZ PEÑAFIEL

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Conocido por ser uno de los destinos turísticos más visitados y exóticos del mundo, por su comida picante y sus gigantescas estatuas de Buda -que demuestran el fervor religioso de la mayoría de sus ciudadanos- Tailandia fue uno de los "tigres asiáticos" que mejor logró recuperarse de la fuerte crisis financiera de fines de los 90, sobreviviendo a las bancarrotas, a un aumento del desempleo y a una recesión que contrajo su economía en más de un 10%.

MINORÍA DESPLAZADA
Los musulmanes del sur -vigilados constantemente por el Ejército- reclaman una mayor participación en la vida política.
 

El reino, que el año pasado fue anfitrión de la cumbre Apec, pudo reinsertarse en el mercado internacional, demostrando su fortaleza. Hoy su economía crece a un ritmo de entre un 5 y 6% anual gracias a la rentabilidad de sus exportaciones -que incluyen textiles, calzado, productos marinos, arroz, joyas, automóviles y artículos electrónicos- y a su floreciente industria turística. Además, desde que fue electo en 2001, el gobierno del Primer Ministro Thaksin Shinawatra se ha encargado de implementar planes especiales para ayudar a los pequeños empresarios y a los campesinos.

Shinawatra, un carismático magnate de las telecomunicaciones y ex policía, ha logrado encantar a su pueblo con estos programas, con un sistema de salud barato, facilitando la renegociación de las deudas de las personas, con una plataforma nacionalista y con un cierto menosprecio hacia la elite económica.

El populista Primer Ministro y fundador de su propio partido Thai Rak Thai (Tailandeses que Aman lo Tailandés), también cuenta con el apoyo de empresarios y la admiración de líderes en los países vecinos, impresionados por el crecimiento económico que ha logrado con sus planes. Un respaldo que, de acuerdo con analistas consultados por este diario, le podría traer una nueva victoria en las elecciones de febrero próximo.

Pero el prestigio del Primer Ministro y la prosperidad de la economía tailandesa parecen esquivar el sur del país, donde casi tras una década de nula actividad guerrillera grupos separatistas vinculados a la minoría musulmana (un 3,8% de la población del país) reanudaron su lucha contra los budistas en enero pasado. Desde entonces, según los cálculos del gobierno, han muerto 535 personas en enfrentamientos con fuerzas estatales.

Ante el recrudecimiento de la violencia contra los budistas, el Ejército protege los monasterios y los monjes son escoltados por soldados en todos sus desplazamientos. Y mientras estos fieles son protegidos de los radicales islámicos, los musulmanes moderados se sienten desprotegidos frente a su propio gobierno.

Los inconvenientes del turismo

El turismo, que en Tailandia tiene cada vez mayor auge, ha traído grandes ingresos para el país pero también ha dejado un saldo de serios problemas sociales.

Una enorme industria sexual con base en Bangkok -considerada por muchos como un atractivo turístico más- ha contribuido a incrementar el número de personas infectadas con el virus del sida y se ha convertido en una de las principales preocupaciones del gobierno de Thaksin Shinawatra.

Las autoridades han hecho esfuerzos para demostrarles a las empresas farmacéuticas que pueden producir medicamentos más baratos para el tratamiento de quienes sufren las consecuencias del sida, pero no han tenido mucho éxito con la iniciativa.

Por otra parte, también se han implementado planes para evitar que las jóvenes caigan en redes de prostitución, invitándolas a participar de programas en los que les enseñan un oficio y entregándoles herramientas para ganarse la vida.

Sin embargo, activistas involucrados en los programas que intentan acabar con estos grupos dicen que los planes no han sido del todo exitosos, ya que es difícil distinguir entre quienes han sido víctimas de los traficantes y quienes están ahí por voluntad propia.

"Los musulmanes son ciudadanos de segunda clase en Tailandia y creo que ellos no sienten que tengan mucho futuro ahí. No tienen acceso a los trabajos que otros tailandeses sí tienen y la región en la que viven está económicamente deprimida", explica Dana Dillon, investigador del Centro de Estudios Asiáticos de la Fundación Heritage en Washington DC. Dillon señala que aunque el gobierno ha dicho que está dispuesto a hacer algunas concesiones (incluso el Premier Shinawatra viajó al lugar para ahondar en el problema), las cruentas acciones militares para contrarrestar las protestas en el sur muestran lo contrario.

Las agresivas reacciones del gobierno sólo han logrado agudizar la violencia contra los budistas; sin embargo, la opinión pública ha apoyado fuertemente la forma en la que Shinawatra ha enfrentado este problema y la estabilidad general del país ha quedado intacta.

"Creo que si en un período más largo de tiempo el gobierno no es capaz de detener la violencia y repite su reacción una y otra vez, su capacidad para controlar todo el país se verá afectada", dice John Funston, director asociado del Centro de Estudios Tailandeses de la Universidad Nacional de Australia.

Además, la constante violencia podría traer consecuencias para la imagen del país, avergonzado ante la comunidad internacional por la percepción de un mal manejo de la situación.
Si Shinawatra, dicen analistas, insiste en sus severas medidas para reprimir las protestas en la turbulenta región sur del país, su gobierno podría ser duramente criticado por violaciones contra los derechos humanos por situaciones como la de principios de este mes, cuando más de 80 personas murieron mientras estaban bajo la custodia de las fuerzas policiales. La molestia internacional podría entonces afectar a la inversión extranjera y a la floreciente industria del turismo.

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