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“No hay nada nuevo en la salsa. Es la misma vieja música que se tocaba en Cuba desde hace cincuenta años. Y la tocan mal” —Machito.

“No soy un cocinero, ¡soy un músico!” —Tito Puente.


Pocos géneros tienen un nacimiento tan específico como la salsa. No es necesario hurgar en libros de historia ni entrevistar a mil expertos. Hay coincidencia en que la salsa tuvo un punto de partida bien claro: Nueva York, años setenta, comunidad puertorriqueña. La fusión de ritmos caribeños, africanos, jazz y soul con los nuevos códigos surgidos de los guetos urbanos latinos de Estados Unidos, dieron inicio a un género totalmente nuevo, destinado a la pista de baile pero con una interpretación instrumental del más alto rigor.

Como muchos de los mejores sonidos, la salsa surge como un ritmo marginal, de inmigrantes, construido en parte importante sobre la nostalgia hacia raíces lejanas. Por eso, no siempre la salsa es alegre. Puede integrar romanticismo y añoranza, e incluso combinarse con géneros extremos como el punk (ahí tenemos el éxito de Los Fabulosos Cadillacs, por ejemplo) o la balada pop (Marc Anthony). Los expertos recomiendan analizar el concepto ‘salsa’ como se toma el término ‘swing’: un sentimiento, más que un ritmo.

El son del cubano Arsenio Rodríguez se establece como un antecedente fundamental para el nacimiento de la salsa, por su uso de los bronces (dos trompetas, un saxofón) y percusiones, y su base de ritmo sincopado. Durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, Rodriguez hizo bailar a toda Cuba, y su recuerdo fue importantísimo para la comunidad latina en Nueva York, principalmente las familias boricuas (puertorriqueñas) ubicadas en el lado este de Harlem, en un sector conocido como “El barrio” (en español). “Era más atractivo interpretar música cubana, por los arreglos”, recordaría Johnhy Pacheco, uno de los pioneros del género. “La música cubana era más bailable e intrigante”.
Pese a su evidente deuda con Cuba, la salsa también le debe influencias a las plenas puertorriqueñas, el merengue dominicano y la cumbia colombiana. Constituye, por ello, un rasgo de cultura panamericana, de fronteras difusas y espíritu amplio.


¿Por qué salsa?

No está claro quién inventó el nombre, pero es probable que comenzara a acuñarse como sinónimo del “sabor picante” que les transmitía el nuevo género a sus auditores. Sí podemos establecer que la primera institución en fomentar la salsa fue el sello disquero Fania Records, fundado por Jerry Masucci, que desde Nueva York expandió al resto de Estados Unidos, América y el mundo a las primeras estrellas salseras de la historia: Johnny Pacheco, Héctor Lavoe, Roberto Roena, Pete ‘El Conde’ Rodríguez, Larry Harlow, Willy Colón. Fania fue la cuna de Fania All Stars, uno de los más destacados proyectos de orquestas salseras.

Otro promotor importante fue el diseñador gráfico Izzy Sanabria, editor de la revista Latin New York. Explica en su sitio web la lógica comercial de la época:

—No me jacto de haber inventado el término "salsa" ni haber sido el primero en usarlo (soy muy joven). De lo que sí presumo es de ser el primero en ver el potencial de esa palabra como una herramienta de marketing para promover la música latina de Nueva York. Siempre había sentido que ‘música latina’ era un término demasiado amplio para el sonido que estaban creando los neoyorquinos latinos, y que se necesitaba de un nuevo nombre, que emocionara e identificara a la gente. "Salsa" era lo suficientemente fácil para que todos lo recordaran y pronunciaran. ‘Salsa’ era perfecto.

Es desde fines de los años sesenta que puede rastrearse ya un concepto de identidad en torno a “lo latino” en Nueva York, con una estética y espíritu propios, y focos de encuentro como el hotel St. George de Brooklyn y la discoteca Cheetah. La creciente inmigración portorriqueña dejó a la comunidad boricua como un grupo inmediatamente reconocible al interior de Manhattan. Y es también, desde entonces, que se desarrolla la discreta pugna entre boricuas y cubanos por la paternidad del género. Si bien la salsa no existiría sin la música de baile cubana, fueron los puertorriqueños la que mejor y más rápidamente la desarrollaron. "Sin ellos se hubieran perdido", ha reconocido el cubano Juan Formell, de los Van Van. A partir de los años sesenta, la influencia de Cuba sobre la música bailable internacional quedó interrumpida de forma abrupta por la Revolución Cubana, el posterior conflicto entre la isla y Estados Unidos y el apoyo casi excluyente del castrismo a la Nueva Trova. Recién en la década de los noventa volvieron a la difusión internacional nombres isleños de importancia, incluyendo a Manolín (“El médico de la salsa”), Juan Formell y los Van Van, NG La Banda, Paulo FG, Adalberto Álvarez, La Charanga Habanera) e Issac Delgado.

Curiosidad salsera: Akira, Satoru, Gen, Masanori, Keiji, Naoki, Hideaki, Kazuhiko son algunos de los dieciocho japoneses que diariamente acuden a sus referencias latinas para darle vida a Nettai Tropical Jazz Big Band, la orquesta japonesa que sucedió a la famosa Orquesta de la Luz como el más exitoso combo de salsa de Oriente. En su disco en vivo Live in Yokohama, Japan interpretan instrumentales clásicos de Mario Bauzá, Tito Puente y Pérez Prado.