‘‘MI ARTE TODO ERES TÚ’’

La sublimidad de alma no es contagiosa.

La terrible y larga carta de Wilde a Douglas —la más extensa que conoce la literatura— termina con una vuelta a los orígenes: ‘‘Viniste a mí para aprender los placeres vitales y los placeres artísticos. Quizás me fue dado enseñarte algo mucho más maravilloso: el sentido del dolor, y su belleza’’.

Bosie cuenta con algunos defensores que aseguran que fue leal a Wilde, pero ni sus escritos posteriores (‘‘Oscar Wilde y yo’’, de 1914, entre otros) ni su conducta parecen corroborar esa postura. También culpan a Robert Ross (Robbie) de las diferencias que se produjeron entre ambos. Sin embargo, a pesar de las diatribas presentadas contra él por Douglas, lo cierto es que el comportamiento de Ross con Wilde desde su proceso hasta su muerte es admirable (‘‘Robbie me muestra que posee el tacto del afecto así como el tacto de la literatura’’). Las cenizas de Ross, al morir en 1918, fueron puestas en la tumba de Wilde en Pere Lachaise.

El relato-ensayo ‘‘El retrato de mister W.H.’’, en el que Wilde escarba en la identidad del destinatario de los ‘‘Sonetos’’ de Shakespeare, invita otra vez a revisar esa cumbre de la poesía erótica y a jugar con las implicancias.

¿Quién es ese joven hermoso al que canta Shakespeare? ¿Por qué los sonetos parecen primero destinados a un hombre y luego a una mujer? Wilde heredó de Shakespeare ese amor inclaudicable por la belleza:

‘‘Quién era aquel cuya belleza física era tal que se convirtió en la misma piedra angular del arte de Shakespeare, la fuente misma de la inspiración de Shakespeare, la encarnación misma de los sueños de Shakespeare’’, se pregunta Wilde.

Quién fue aquel a quien el dramaturgo del Avon le escribió: ‘‘Mi arte todo eres tú, y tú promueves mi ignorancia a la altura del saber’’.

Wilde —en representación de una teoría de Cyril Graham— responde que no pudo ser otro sino para quien creó a Viola e Imogen, a Julieta y Rosalinda, a Portia y a Desdémona y a Cleopatra misma, en alusión a algún actor joven que debió interpretar esos papeles en tiempos en que las actrices estaban prohibidas.

¿Qué heredó Douglas de Wilde? No lo sabemos y no importa.

José Emilio Pacheco, en las notas para su traducción de ‘‘De Profundis’’, señala que no podemos saber qué hubiera escrito Wilde si no hubiera conocido a Bosie o si se hubiese enamorado de otro. ‘‘Sólo podemos observar que durante los cuatro años transcurridos entre su encuentro con Bosie y su caída, Wilde escribió la mayor parte de su obra literaria, incluso su única pieza maestra’’.