En 1917, cuando la seguridad vial aún era una idea incipiente, una mujer cambió para siempre la forma en que se diseñan las carreteras. Su nombre era June McCarroll, una médica del Valle de Coachella, en California, Estados Unidos, quien, tras una aterradora experiencia al volante, decidió actuar por su cuenta para evitar futuros accidentes.
Todo comenzó una tarde de otoño, cuando McCarroll conducía su Ford Modelo T y un camión invadió su carril. Sin líneas que delimitaran la vía, se vio obligada a salirse del camino para evitar una colisión frontal. A raíz del susto, se le ocurrió una idea simple pero revolucionaria: pintar una línea blanca al centro del camino para separar los sentidos del tránsito.
Convencida de que su propuesta podía significar un cambio radical en materia de transporte, la presentó ante las autoridades locales, pero fue ignorada. Lejos de rendirse, McCarroll tomó una brocha y pintura blanca y, con sus propias manos, trazó una línea de más de un kilómetro en Indio Boulevard.
Durante siete años, la médico pintó la línea divisoria y encabezó campañas, peticiones y actividades comunitarias, respaldada solo por el Club de Mujeres de Indio, para que las autoridades locales aprobaran la oficialización de la división de carriles.
Finalmente, en 1924, California escuchó a McCarroll y adoptó su idea, marcando las carreteras del estado con líneas divisorias. Con el tiempo, la medida se extendió por todo Estados Unidos y, posteriormente, al resto del mundo.
Aunque otros hombres también se atribuyeron la iniciativa, fue McCarroll quien demostró determinación, visión y activismo para llevar adelante esta “innovación” que mejoró el transporte en aquellos años.
June McCarroll murió en 1954, cuando las líneas en las carreteras ya eran una parte esencial del paisaje vial. Actualmente, una autopista en Estados Unidos lleva su nombre y una placa conmemora el lugar donde se arrodilló para pintar aquella primera línea.
