SANTIAGO.- Este jueves es un día clave en EE.UU. Lo es para Christine Blasey Ford, la académica que debe relatar ante el Senado el presunto intento de violación del que fue víctima cuando era una adolescente. Y lo es para Brett Kavanaugh, el juez y candidato del Presidente Donald Trump para la Corte Suprema, señalado como el agresor sexual y que intentará defenderse de las acusaciones.
Pero también es un día decisivo para la política: demócratas y republicanos jugarán hoy las que podrían ser sus últimas cartas antes de que la Comisión Judicial del Senado vote si aprueba o no la postulación del juez al máximo tribunal del país. Especialmente porque las elecciones legislativas de medio tiempo están a la vuelta de la esquina.
El caso como caballo de batalla
La guerra entre ambos bandos políticos se desató hace algunas semanas, luego de que el Presidente Trump nominó a Kavanaugh (53) como aspirante a la Corte Suprema. Conservador, joven y con una larga trayectoria como magistrado de cortes de apelaciones, Kavanaugh era el perfecto candidato para inclinar la balanza a favor de los republicanos al interior del tribunal. Uno de vital importancia que dirime cuestiones fundamentales de la sociedad estadounidense, como el derecho al aborto, a portar armas de fuego y los derechos de las minorías, y donde los cargos son vitalicios.
Según los planes de los conservadores, que además del Gobierno poseen mayoría en ambas cámaras del Congreso,
la candidatura de Kavanaugh debía ser aprobada sin dificultades, pues los plazos trazados aseguraban que la votación se daría antes de los comicios del próximo 6 de noviembre, cuando se renueva la mitad del Parlamento.
Para los demócratas, la situación estaba casi perdida. Eso, hasta que una carta llegó a las manos de la senadora progresista por California, Dianne Feinstein. En ella, una mujer afirmaba que el juez en cuestión había intentado violarla hace 36 años, cuando ambos tenían entre 15 y 17 años: estaban en una fiesta, él la tiró a una cama, se abalanzó, ella trató de gritar, él le tapó la boca. Un amigo que veía la escena se lanzó a la cama y ella logró escapar.
La legisladora dio a conocer la acusación semanas después de recibirla y manteniendo el anonimato de la presunta víctima. Aunque pronto se conocería su identidad: el relato era de Christine Blasey Ford.
Desde entonces, el caso se transformó en el caballo de batalla para acabar con la candidatura de Kavanaugh. Los demócratas pasaron a la delantera pidiendo que la evaluación del juez -que de ser aprobada por la comisión debe pasar aún al pleno del Senado- se atrase o quede en suspenso y que se dé tiempo al FBI para que investigue el caso.
Debido al descenso de la popularidad de Trump en las encuestas, los demócratas buscan que la candidatura de Kavanaugh se produzca después de los comicios legislativos. Ello, pues esperan revertir en las elecciones su actual escenario de minoría y adquirir los escaños necesarios para quedarse con el poder del Parlamento. Así, cuando se retome el debate sobre Kavanaugh, ellos tendrían los votos para poder tirar su candidatura - y las intenciones de Trump de inclinar la balanza a su favor - al tacho de la basura.
El apuro republicano
Los republicanos, por su parte, entregaron su apoyo en bloque al cuestionado magistrado. "Los demócratas están armando un timo", afirmó Trump tras conocer la denuncia. "Es el último ataque coordinado de la campaña de los demócratas para destrozar a un buen hombre (…) La Casa Blanca respalda firmemente al juez Kavanaugh", aseveró por su parte Kerri Kupec, portavoz de la Administración.
La acusación de Ford fue cuestionada por los republicanos, quienes intentaron desprestigiar su versión en base al tiempo transcurrido desde que ocurrieron los hechos – tres décadas - y por la supuesta falta de corroboración.
Y es que tal como los demócratas intentan aplazar la votación sobre Kavanaugh,
los republicanos han hecho de todo para apurarla. No solo la facilidad con la que pretendían aprobar al juez se puso en jaque tras la denuncia, sino que
también está en vilo la propia nominación: temen que de aplazarse y ellos pierdan su mayoría parlamentaria en los próximos comicios, habrán desperdiciado la oportunidad de que el máximo tribunal quede a su disposición.
Sin embargo, todo cambió con el surgimiento de una nueva denunciante. Deborah Ramírez, compañera de Kavanaugh en la Universidad de Yale, lo acusó de ponerle sus genitales sobre la cara sin consentimiento mientras ella estaba bajo los efectos del alcohol.
La versión sobre el actuar sexual inapropiado del juez tomó más fuerza, haciendo que muchos, inclusive el mismo Trump, se abrieran a la duda. Este miércoles Ford presentó cuatro declaraciones juradas que la respaldaban, ad portas de su declaración en el Senado, y una tercera acusadora aseveró que presenció, en más de una ocasión, "conductas de abuso" por parte del juez. A ellas se sumó una cuarta denunciante, que sostiene que Kavanaugh participó en violaciones en grupo donde se drogaba a mujeres en la década de los 80.
"Siempre puedo ser convencido", afirmó Trump ayer en Nueva York. "Si pienso que él es culpable de algo así, sí, claro. Quiero ver", respondió haciendo alusión al relato que Ford presenta hoy. "Es posible que la escuche y diga, oye, estoy cambiando de opinión, es posible", afirmó Trump.
Pese a los pedidos demócratas por posponer la votación algunos días para procesar la audiencia de este jueves – donde también se defenderá Kavanaugh -, los republicanos aprovecharon su superioridad en número y fijaron para mañana viernes la votación en la Comisión de Justicia.
