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Decenas de soldados turcos mueren en un bombardeo en la provincia siria de Idlib

A raíz del ataque, el Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, convocó una reunión de urgencia con los ministros de Exteriores y Defensa, los generales al mando de las Fuerzas Armadas y el jefe de los servicios secretos.

27 de Febrero de 2020 | 21:06 | Agencias/Editado por Shirley Berndt, Emol
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Reuters
Decenas de militares de las Fuerzas Armadas de Turquía murieron en la noche de este jueves en un ataque en la provincia de Idlib, en el noroeste de Siria, donde el Ejército turco lucha en apoyo de las fuerzas rebeldes islamistas opuestas al régimen de Bachar el Asad.

Según informó un corresponsal local del medio Dokuz8, el hospital de Reyhanli, localidad turca fronteriza con Siria, recibió "una multitud de cadáveres y heridos". El gobernador de la provincia, Rahmi Dogan, confirmó la muerte de al menos 22 militares, "hay heridos y también heridos graves, han sido trasladados a los hospitales de la provincia de Hatay".

Por otro lado, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos afirmó que al menos fueron 34 los muertos turcos y que se debió a un bombardeo de aviación en las cercanías de la localidad de Bulion, aunque no pudo precisar si se trató de las Fuerzas Aéreas sirias o rusas, que también actúan en la zona.

En declaraciones citadas por la agencia oficial Anadolu, el jefe de la Presidencia de Comunicaciones del Gobierno turco, Fahrettin Altun, aseguró que, en respuesta al ataque, "se ha golpeado con apoyo de artillería y fuego aéreo todos los objetivos conocidos del régimen". Según los medios turcos, se lanzaron misiles a objetivos en las provincias de Hama y Latakia, así como a las ciudades de Nubl y Zahraa,

Mientras que el Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, convocó una reunión de urgencia con los ministros de Exteriores y Defensa, los generales al mando de las Fuerzas Armadas y el jefe de los servicios secretos. También el jefe de la oposición socialdemócrata, Kemal Kiliçdaroglu convocó a una reunión de urgencia de su partido, lo que da una idea de la gravedad de la situación.

El ataque del Ejército sirio y sus aliados de este jueves se produjo después de que las fuerzas rebeldes, con apoyo turco, recuperasen la estratégica localidad de Saraqib, en la confluencia de las autovías M-4 y M-5, esta última crucial para el tráfico entre la capital siria, Damasco, y la antaño principal ciudad del norte del país, Alepo. Los rebeldes habían mantenido el control de esta ciudad hasta inicios de este mes, cuando las tropas regulares sirias se hicieron con ella.

El Gobierno de Asad inició el pasado año una ofensiva para reconquistar Idlib, el último bastión de las fuerzas rebeldes y salafistas opuestas al régimen, y las operaciones ganaron en intensidad en diciembre. Desde entonces, el régimen —gracias al apoyo de los bombardeos aéreos rusos y sirios y la contribución de milicias proiraníes— ha avanzado hasta capturar casi un tercio de la provincia, lo que ha provocado la huida de un millón de civiles hacia la frontera turca.

Ankara, que teme una nueva oleada de refugiados pues ya acoge a cerca de 4 millones de sirios en su territorio, ha enviado decenas de convoyes de vehículos militares, tanques y piezas de artillería, y ha entregado armas de defensa antiaérea a las fuerzas rebeldes para impedir el avance del régimen.

Erdogan había dado de plazo hasta este viernes para que el régimen se retirase a las posiciones previas a la ofensiva, una línea del frente pactada en 2018 por los patronos de las diversas fuerzas en liza en el conflicto sirio: Rusia, Irán y Turquía. En caso contrario, advirtió el Mandatario turco, el Ejército turco “atacará al régimen en todas partes”.

Desde finales de enero, delegaciones rusas y turcas se han entrevistado en Ankara y Moscú para tratar de alcanzar un acuerdo, sin resultado. De hecho, este jueves, el Ministerio de Defensa ruso acusó a Turquía de “violar los acuerdos de Sochi” por “prestar apoyo a grupos armados ilegales con fuego de artillería y uso de rones contra tropas sirias”. Según los acuerdos de Sochi (2018), las partes se comprometen a respetar una suerte de alto el fuego del que quedan excluidos los grupos “terroristas”, un lenguaje laxo ya que para Damasco lo son prácticamente todos los que se le oponen.
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