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Agustín Squella sobre un mundo en pandemia: "En algo cambiará la humanidad. No somos tan estúpidos"

El Premio Nacional de Humanidades observa "con estupefacción y temor" el avance del covid-19 y habla de otro virus que "se nos inoculó exitosamente hace poco menos de medio siglo": "Los seres humanos son ante todo competidores, no colaboradores".

27 de Marzo de 2020 | 08:00 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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U. de Valparaíso
SANTIAGO.- Agustín Squella mira desde Chile lo que ocurrió esta semana en Madrid, en un centro inaugurado en 2003 con el objetivo de que en él se practicara deporte y fuera "un lugar de ocio, cultural y comercial". "¿No cree que la situación del Palacio de Hielo, convertido en una morgue improvisada para dar tiempo a que las funerarias hagan su trabajo, da ideas para una novela, titulada, precisamente, 'El Palacio de Hielo'?", dice.

El Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, desde el encierro que lo mantiene a resguardo del virus que es hoy el principal motivo de preocupación en todo el mundo, dice que observa el avance de la pandemia "como todos": "Con estupefacción, con temor: temor personal, familiar, nacional, cosmopolita", asegura.

En conversación con Emol, el académico de la U. de Valparaíso analiza los efectos que esta pandemia empieza a provocar en la sociedad y se atreve —en algunos casos, aunque no en demasiados— a hacer algunas proyecciones.

—¿Cree que la humanidad cambie con este fenómeno?
—En algo cambiará. Tan estúpidos no somos. Pero ese cambio estará siempre retrasado por gobernantes fanfarrones que están al mando de muchos gobiernos importantes y que se comportan como matones que disfrutan de la riña permanente con sus rivales. La democracia nunca garantiza que serán elegidos los mejores, ¿pero por qué elegir a los peores? Los ejemplos abundan y luego se paga el precio por haber elegido gobernantes no sólo ineptos, sino sin ninguna conciencia de su ineptitud y que a poco andar se muestran más abiertamente de cómo lo hicieron en sus campañas: como patanes.

Una pandemia que tensiona el orden actual


—En Europa hay quienes dicen que no se vivía una situación así desde la Segunda Guerra Mundial, pero Latinoamérica no tuvo esa vivencia. ¿Cómo cree que la sociedad chilena está procesando esta experiencia global?
—Difícil saberlo. ¿Qué seguridad podemos tener en apreciaciones que hacemos encerrados en nuestras casas y comunicados solo por la prensa escrita, la radio, la televisión, las redes sociales que limitadamente manejamos? Estamos en pleno momento de procesar esta situación y el resultado de ese procesamiento se verá más adelante. Pero ya ve usted como algunos políticos, intelectuales, columnistas, alcaldes y matinalistas parecen tener todo claro, y es así como se disputan espacios y tiempos en los medios para comunicarnos las verdades que han descubierto. Si algo debiera enseñarnos esta crisis mundial es mayor prudencia, mayor humildad, mayor austeridad, y una mayor mesura en los juicios que nos formamos y que algunos podemos compartir públicamente con otros.

—Se ha comparado este virus con la peste negra, que tuvo consecuencias políticas, económicas, religiosas, culturales, incluso artísticas. El mundo sufrió una transformación profunda. ¿Cómo ve que se esté transformando el planeta que hoy conocemos?
—Se está ya modificando en todos esos mismos sentidos. ¿Hasta dónde? Ya veremos. Ojalá esta crisis sirva para tomar mayor conciencia de que vivimos en sociedad, unos con otros, y no solo en relaciones de intercambio y de competencia, como propone el neoliberalismo, sino también de colaboración y de solidaridad. Fue Margareth Thatcher, gobernante ídolo del pensamiento neoliberal, la que dijo que "no hay sociedad, solo individuos y sus familias". Agregó también que "no hay alternativa", a su pensamiento neoliberal y conservador, desde luego, pero desde antes de la actual crisis esa dogmática afirmación, similar a la que en su tiempo hacía el comunismo, viene siendo puesta en duda y, sin saber hacia dónde exactamente nos dirigimos, se sabe ya que el modelo neoliberal empieza a ser dejado atrás.

"Si algo debiera enseñarnos esta crisis mundial es mayor prudencia, mayor humildad, mayor austeridad, y una mayor mesura en los juicios que nos formamos y que algunos podemos compartir públicamente con otros"

Agustín Squella
—"El modelo" vuelve a estar en la discusión.
—Claro, y algunos neoliberales criollos, en el colmo de la petulancia, llegan a decir, reconociendo ese hecho, que ya llegará el momento en que echaremos de menos las lógicas neoliberales, que son mucho más que económicas: son filosófícas, antropológicas, sociales y también políticas. Y conste que, una vez más, empleo la palabra "neoliberalismo" en un sentido descriptivo, no peyorativo, para aludir a una rama del liberalismo (porque esta doctrina tiene varias) que se tomó la conciencia de la mayoría de los liberales y hasta de los que no lo eran, como la socialdemocracia, por ejemplo, que acabó posternada a los pies del neoliberalismo, casi sin darse cuenta, y le entregó al copa de la victoria antes de que el partido hubiera terminado.

—Se vaticina que el impacto económico será enorme. El mundo ya ha vivido importantes recesiones en las décadas recientes, ¿lo ve como un fenómeno que ya vivimos y sabemos cómo enfrentar, o es un problema económico con un tinte distinto?
—El fenómeno actual es en realidad muy nuevo en los tiempos que vivimos y eso dificulta mucho dar con sus remedios y medir cuáles van ser sus reales efectos, pero no cabe duda de que la crisis económica va a ser honda: honda a nivel de la economía del planeta, de los continentes, de los países, y de las instituciones públicas y privadas que existen en estos últimos. Una hondura que se puede conjeturar como mayor, aunque sin saber aún exactamente cuánto. Comparar esta situación con la crisis económica de 2008 me parece una frivolidad. Ahí sabíamos lo que ocurría y cuáles eran los remedios.

—¿Qué era lo que estaba detrás de esas crisis y por qué hoy es distinto?
—Lo que había era la vieja y desatada codicia de unos cuantos y la discusión entre los economistas acerca de cómo salir de la crisis, aunque muchos de ellos llevaban velas en el acaecimiento de la crisis, sentados como estaban en directorios de grandes empresas que del bien común solo sabían su nombre o tenían el vago recuerdo que dejaron en ellos, hace muchos años, las encíclicas papales de su religión e iglesia que hablaban de justicia social. Hayek, otro gran emblema del neoliberalismo, afirmaba sin tapujos que "la justicia social es una ilusión", y muchos, interesadamente desde luego, le creyeron y apostaron a la ley de la selva en la que cada animal se rasca con sus uñas y, si es necesario, ataca y se come al de enfrente. Los seres humanos son ante todo competidores, no colaboradores: ese es el virus que se nos inoculó exitosamente hace poco menos de medio siglo.

Una globalización "aparente"


—Este virus demostró de forma muy gráfica que vivimos en un mundo interconectado y al mismo tiempo dejó al descubierto que todavía la sociedad sufre males como el racismo y la discriminación. ¿Afecta a la "aldea global" el paso del coronavirus?
—Mire usted, eso de la "aldea global" fue una manera de hablar, porque lo único que parece haberse globalizado son los negocios, el narcotráfico y el fútbol, lo cual es una redundancia, por cierto, porque el fútbol, de juego y deporte que era, pasó a ser preferentemente una industria que mueve mucho dinero, sobre todo a raíz de su alianza con la televisión. La serie de Netflix que trata de la historia del fútbol —no muy buena para mi gusto— pone el dedo en la llaga a ese respecto: cómo la lucha de clases y el afán desmedido de lucro estuvieron en el nacimiento del fútbol, mientras los hinchas, de entonces y de ahora, creían ingenuamente que sus equipos de fútbol eran lo único en que se podía y valía la pena creer.

"Los chilenos estamos viajando mucho, pero nos globalizamos poco. Seguimos siendo bastante isleños. Y muchas veces creemos que hemos estado en un país distinto del nuestro sólo porque hemos pasado diez días en algún balneario de lujo. Pero, en fin, viajar mucho bastaba para traer el virus"

Agustín Squella
—Pero, en definitiva, el virus surgió en un punto del planeta y en menos de dos meses efectivamente estaba en todo el mundo. A Chile no le sirvió el biombo de la cordillera, ni el desierto, ni el mar. ¿No cree que los ciudadanos también se han globalizado, además de los negocios, el narcotráfico y el fútbol?
—Claro que sí, pero la globalización de las personas es más aparente que real. Globalizarse no es lo mismo que viajar. Los chilenos estamos viajando mucho, pero nos globalizamos poco. Seguimos siendo bastante isleños. Y muchas veces creemos que hemos estado en un país distinto del nuestro sólo porque hemos pasado diez días en algún balneario de lujo.¿Cuántos de nosotros dice haber ido a Cuba, y hasta conocerla, solo porque tuvimos dos días en La Habana y dos semanas en Varadero? Pero, en fin, viajar mucho bastaba para traer el virus, y qué diablos le vamos a hacer.

—Esa conexión se da en gran medida por dos tecnologías: el internet, fundamental en tiempos de aislamiento social y trabajo remoto, y la industria aeronáutica, cuyas aerolíneas "low cost" estaban en auge. ¿Cómo cree que impactará esto a ambas industrias?
—Las impactará mucho a ambas, aunque no sabría decir cuánto. Pero no se trata solo de las lineas áreas, que pueden tener grandes espaldas a costa de los abusos en que han incurrido por largo tiempo, sino también de agencias de viajes, personal de aeropuertos, agentes de turismo, profesionales del transporte, que mientras algunas líneas áreas están pidiendo ayuda a los gobiernos, ellos están pasándola ya muy mal y con poca o nula ayuda estatal. Nadie querría que las líneas aéreas colapsaran, pero una vez que vuelvan a trabajar en condiciones de normalidad tendrían que revisar con mucha autocrítica la forma inhumana en que tratan a sus usuarios, dentro y fuera de los aeropuertos y dentro y fuera de la cabina de los aviones.

"¿Qué puede ser un cambio de época sino un cambio de normas?"


—Por primera vez en la historia la posibilidad de trabajar de forma remota se convierte en algo que es forzoso implementar. Eso cambia paradigmas laborales, pero también sociales y familiares. ¿Cuál es el efecto sociológico de este aislamiento conectado?
—Muchos pronosticaban, antes de la pandemia, un cambio de época; pues bien, aquí está ahora. Y esos mismos que lo pronosticaban se quejan ahora de anomia, de falta de normas o de insuficiente respeto por estas. ¿Y qué puede ser un cambio de época sino un cambio de normas? El lamento por la anomia de nuestros días no es más que la queja conservadora cada vez que las normas y las costumbres están cambiando. El trabajo desde la casa, así como la enseñanza a distancia, van a progresar por causa de esta crisis. Enhorabuena, aunque me temo que en el caso de las universidades esa modalidad vaya a debilitar aún más la idea de comunidad de la que siempre nos hemos ufanado los universitarios.

"Todos somos vulnerables y no está mal que nos lo recuerden, porque de pronto vamos pavoneándonos por ahí y creyéndonos la muerte. ¿Ha visto usted comparación más absurda que esa? Creerse la muerte, como si la muerte fuera lo mejor, en circunstancias de que es claramente lo peor"

Agustín Squella
—¿Por qué?
—¿Qué comunidad podrá subsistir solo con clases a distancia? Bueno, tal vez se trate del precio que se deba pagar, alto sin duda, en nombre de la eficiencia de las nuevas tecnologías. Hace ya rato que las universidades han ido quedando vacías, lamentablemente: vacías de estudiantes que no quieren asistir a clases y vacías de profesores dedicados preferentemente a sus tareas de investigación y carreras académicas profesionales, a los que tampoco se ve muy a menudo en los claustros y que incluso suelen protestar cuando se les asignan cursos de pregrado.

—Sin proponérselo, el coronavirus termina teniendo una arista política: fue capaz de poner en pausa un proceso social que parecía imparable.
—Sí, es cierto, aunque lo malo son algunos políticos, en especial del lado de Rechazo, que tratan de ocultar, sin lograrlo, que en la pandemia ven un aliado para ojala botar del todo el plebiscito o para impulsar su alicaída campaña por el Rechazo, ahora con el pretexto de que, superada la crisis sanitaria, el país tendrá otras prioridades. Será el discurso de siempre: primero los problemas de la gente y luego los asuntos políticos, aunque no se dan cuenta de que la mayoría del país cayó en la cuenta, hace ya rato, de que los asuntos políticos, incluidos los de carácter constitucional, le conciernen directamente. ¿Se acuerda de que el lema con el que Lavín estuvo a punto de vencer a Ricardo Lagos fue el de que primero había que atender a los problemas de la gente? Bueno, en ese momento los chilenos éramos más ingenuos.

—El ser humano se ha "fortalecido" durante los años con descubrimientos científicos, avances tecnológicos e incluso innovación en términos de armamento, pero frente a un virus microscópico nos hemos descubierto indefensos. ¿Qué opina de esta dualidad o contradicción?
—El mundo, la naturaleza, la propia especie humana, cada uno de nosotros, somos auténticas contradicciones. Grandes y pequeños a la vez, nobles y canallas, veraces y mentirosos, egoístas y solidarios, y nadie sabe en qué momento saldrá una de las dos caras. A veces incluso salen juntas y la mueca que hacen es impresionante. Como planeta, como naturaleza, como especie, como individuos, todos somos vulnerables, y no está mal que nos lo recuerden, porque de pronto vamos pavoneándonos por ahí y creyéndonos la muerte. ¿Ha visto usted comparación más absurda que esa? Creerse la muerte, como si la muerte fuera lo mejor, en circunstancias de que es claramente lo peor. Con todo, lo que estamos viviendo, que de algún modo será superado, no cambiará la tendencia que llevan las cosas: la especie humana, con ser el resultado de un proceso de evolución exitoso, está a las puertas de ponerse ahora al mando de su futura evolución. No más azar, conocimiento.
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