Los durmientes se seleccionaron de tres localidades en el norte de Chile: Ovalle, Alcaparrosa y Chinchillas.
El Mercurio
Durante el auge ferroviario de los siglos XIX y XX, se produjeron miles de durmientes a partir de bosques de Nothofagus obliqua, roble nativo del sur de Chile. La demanda fue tan alta que contribuyó significativamente a la sobreexplotación de esta especie. Décadas después, en unas vías férreas olvidadas del Norte Chico, un grupo de científicos vio algo más que una ruina. En las durmientes, aún bien conservados gracias al clima semiárido de la zona, intuyeron una posibilidad: que la madera guardara, en sus anillos, la memoria del clima del pasado. Así, a partir de registros dendrocronológicos (el estudio de los anillos de los árboles), lograron reconstruir cómo fueron las condiciones ambientales décadas atrás.