WASHINGTON.- Mientras la política estadounidense hierve desde hace semanas por el resultado de las ajustadas elecciones del martes, la economía de Estados Unidos dejó de lado tranquilamente la lucha por la Casa Blanca y por el Congreso.
Tanto si los americanos se despiertan el miércoles con George Bush o con Al Gore como presidente electo, nadie espera reacciones dramáticas en Wall Street, ni en un sentido ni en otro. Esto se debe a que el garante del crecimiento económico de Estados Unidos, el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, aún permanecerá en el cargo más de tres años.
"La economía se hace en la economía", le gustaba decir al ex ministro alemán de Economía, Guenter Rexrodt, que expresaba así la creencia de que el Estado debería intervenir lo menos posible en los procesos económicos.
Esta es una manera muy estadounidense de ver las cosas, a pesar de que hace 8 años Bill Clinton sentó las bases de su primera victoria en las urnas con la frase "Se trata de la economía, tonto". Su política de ahorro, de disciplina financiera en el hogar y de apertura del mercado impulsó desde entonces el auge de la economía estadounidense.
Para esto, Clinton tuvo en Greenspan un poderoso aliado, al que muchos consideran el auténtico hombre fuerte de la economía estadounidense. Con una inteligente política de intereses, este hombre, nombrado máximo responsable de la Reserva Federal por Ronald Reagan, descargó la espalda del presidente y contribuyó a pilotar la mayor economía mundial sin daños a través de la crisis asiática, hace dos años.
Nada indica que esto sería distinto con Gore o Bush como presidente. Tampoco cambiará la política de un dólar fuerte, aunque según lo visto hasta ahora parece que Gore será más favorable a una política cambiaria activa que Bush, y que si el candidato republicano llega a la Casa Blanca será más difícil llevar a cabo intervenciones en apoyo del euro.
Sin embargo, Greenspan seguiría teniendo la última palabra.
El interés de los observadores del mercado se centra en las consecuencias que un cambio político podría tener en sectores concretos. Si resultara elegido el candidato republicano, ¿se dejaría rápidamente a un lado el juicio contra Microsoft por competencia desleal?, ¿se dejarían de lado las amenazantes acusaciones contra la industria del tabaco?, ¿dejaría tranquilas Washington a las grandes empresas farmacéuticas?
La tradición republicana y los comentarios actuales de Bush apuntan a que ejercería menor presión reguladora que Gore, aunque por otro lado no se han producido declaraciones concretas sobre estos temas.
El comportamiento del gobierno que resulte de las elecciones dependerá en gran medida de la mayoría en el Congreso. La economía, celosa de su autonomía, aceptaría probablemente con irritación un fallo del sistema de 'checks and balances' (equilibrios) en la cima del Estado.
Un análisis del programa electoral de ambos candidatos presidenciales realizado por el banco alemán HypoVereinsbank alcanza un resultado considerablemente más negativo que análisis llevados a cabo por analistas estadounidenses.
El resultado de una relación generosa con el superávit de los hogares será, según HypoVereinsbank, el recalentamiento de la economía, intereses en alza y cotizaciones con
tendencia bajista.
Conclusión: "Gore es malo, Bush no es bueno". Pero esto sólo es aplicable si se implementan verdaderamente los programas, y los estadounidentes realistas no cuentan con eso.