Un acierto más del Encuentro con la Ópera en el Teatro Municipal.
El MercurioSe trata de uno de los mejores retratos de la sociedad vienesa de la segunda mitad del siglo XIX. Sociedad que vivía el goce de la vida, aparentando ser perfecta, donde todo estaba en “regla”, al tiempo que transitaban por el escenario de la vida en un alegre e irresponsable “cinismo”.
La hermosa y chispeante música de Johann Strauss nos traslada a las peripecias de un grupo de acomodados que viven de los engaños con la más absoluta dignidad. Esto da pie a una comedia que no da tregua, sometiendo a los cantantes no sólo a tremendos desafíos vocales, si no también a requerimientos actorales superiores.
No obstante, no basta con tener buenos cantantes-actores. Es imprescindible la presencia de un experto en la régie, y en este caso Christian Boesch demostró que domina a la perfección el estilo de esta “opereta mayor” que es “El Murciélago” de Johann Strauss hijo.
Boesch supo mover cada una de las piezas, logrando una notable fluidez en una acción que transita primero por la casa de los protagonistas, luego en la fiesta en la mansión del Príncipe Orlovsky y finalmente en la cárcel, en este caso, “Punta Peuco”. Los tres lugares fueron recreados por Germán Droghetti, quien además de la escenografía diseñó el vestuario, bastante acertado, según la ambientación previa a la primera Guerra Mundial.
La iluminación de Ricardo Castro brilló. En particular en el segundo acto, con las atmósferas creadas para el ballet y su contraste con la luminosidad de la fiesta. En esta escena, el Coro del Teatro Municipal brilló no solo en el canto. También lo hizo en actuación y baile.
Para esta versión nacional, se adaptaron bastante bien los diálogos, que además se realizaron en español. Un aspecto muy bien aprovechado por el elenco, que parecía realmente gozar y sufrir las situaciones.
Puede considerarse un acierto del Teatro Municipal, gracias a un ajustado elenco, tanto en lo vocal como en lo actoral. Su rendimiento en general fue óptimo, pareciendo haber cantado juntos muchas veces la obra. Para ello contaron con la precisa batuta de José Luis Domínguez, frente a una afiatada Orquesta Filarmónica de Santiago. Su pulso claro consiguió un gran triunfo a la cabeza del numeroso y heterogéneo elenco. No podemos olvidar los numerosos “concertatos” que involucran a varios solistas, todos de invariable calidad.
Los personajes, incluido Coco Legrand
El tenor Pedro Espinoza llega a las ligas mayores al enfrentar el rol de Gabriel Eisenstein con una poderosa voz que a veces se le escapa producto de su entusiasmo. Es una cuestión menor si se analiza su desempeño general, que es del mejor nivel. Ya sea cantando o bailando, en los diálogos o en su brillante intento por parecer francés.
Rosalinde encontró en la soprano Carolina García a la intérprete perfecta. Ella pasó por diversos estados: desde la amorosa esposa hasta la elegante y coqueta condesa húngara, luego como la despechada descubierta. Y todo en plenitud vocal.
Patricia Cifuentes logró un triunfo rotundo en papel de la criada Adele. Espléndida en la actuación e impecable en lo vocal, transitó con simpatía y calidad por todas las grandes dificultades de su rol.
Es casi un lugar común alabar el desempeño de Patricio Sabaté. Su experiencia sobre los escenarios lo convierten en uno de los solistas más solventes. Aquí como el Dr. Falke, mostró su hermoso material vocal, además de su calidad como actor.
Constanza Dörr cantó, actuó y bailó en gran forma en los dos elencos en el papel de Ida. Lo mismo ocurrió con Gonzalo Tomckowiack, que fue un eficaz y divertido “tenor italiano”, que recurre a cuanta aria conocida existe, para conquistar a Rosalinde, el papel permitió aquilatar sus avances como actor y confirmar su buen momento vocal.
El Alcaide Franck, lo asumió Ricardo Seguel, muy bien como actor, aunque un tanto disminuido en lo vocal. Claudia Godoy cantó el importante papel del Príncipe Orlovsky, solo discreta en voz y actuación, le faltó la prestancia que exige el rol.
Notable fue el desempeño de Sebastián Ferrada como el abogado Blind, con gran soltura escénica, para un breve pero importante papel. Una vez más, Coco Legrand fue el carcelero Frosch, muy divertido, saca carcajadas del público con sus irreverencias. Son pocos los personajes de la actualidad que se libran de sus dardos, aunque pensamos que su genialidad no requiere de tantos garabatos.
No podemos concluir este comentario, sin referirnos al ballet, pues pocas veces se ha escuchado, una ovación tan grande para el ballet en una ópera, creemos que la inteligente coreografía de Jaime Pinto, el sólido cuerpo de baile, incluidos niños de la escuela, y la extraordinaria pareja solista Sofía Menteguiaga y Rodrigo Escobar, simplemente maravillaron con su desempeño.
El Can Can, pone fin a la farsa, cuando el escenario de la cárcel se abre, mostrando parte del escenario, cuando todas las parejas se han reconciliado. Otro éxito de los llamados “Encuentro con la Ópera”.