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Plato único bailable

En el cuarto disco del combo chileno, los bronces siguen dialogando desde su autonomía, los coros aún estimulan el canto compartido, las guitarras continúan luciendo tan vintage como las carátulas de sus discos y el conjunto sigue inspirando la entrega a la marea bailable.

28 de Noviembre de 2008 | 21:05 |
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En todo el movimiento de cumbia a la chilena —que en la nueva musicología algunos han bautizado como nü-cumbia o nü-bailongo— Chico Trujillo sin dudas ha ejercido un rol fundacional. El combo liderado por Aldo "Macha" Asenjo no sólo fue esencial en transformar la música tropical de factura local en algo factible de escuchar por los sub 20; además se preocupó de buscar y promover títulos prácticamente desconocidos para oídos más nóveles. Así pasó en su minuto con temas como "Conductor", "No me busques" o "Ay, cariño", hoy coreados por verdaderas hinchadas en las tocatas del grupo.

Ése es el beneficio adquirido, la marca registrada de Chico Trujillo, que vuelve a explotar en su cuarto disco, Plato único bailable. Acá no hay danielas ni galeones españoles, pero sí hay piezas con tanta esencia festiva como aquellos. "Los sabanales" o "No me pregunten cómo es mi muchacha" remecen al más desganado, mientras que en "La cosecha de mujeres" el coro "¡nunca se acaba!" está hecho para la entonación masiva. Una reacción similar a la que inclina la audición de "Ahora quién", que muchos tienen que haber escuchado en voz del popular salsero Marc Anthony. Pero si allí hay melancolía solitaria, aquí el "me miro, lloro en el espejo y me siento estúpido, ilógico" es un lamento masivo sin complejos, una vociferación pasada de tragos, compartida con quien quiera oírla y entonarla.

Una línea de la que en algo se apartan las composiciones de Aldo Asenjo, "Loca" y "Sin excusas". La última, un bolero de abandono, desaliento y amaneceres en el puerto, y ambas registradas con la pulcritud y cuidado que atraviesa al disco completo. Para los fundamentalistas del sonido borracho eso puede ser casi una traición, pero esta seriedad y dedicación no resta en modo alguno cuotas identitarias al grupo. En Plato único bailable los bronces siguen dialogando desde su autonomía, los coros aún estimulan el canto compartido, las guitarras continúan luciendo tan vintage como las carátulas y el conjunto sigue inspirando la entrega a la marea bailable. Es el poder de la cumbia a la chilena; a fin de cuentas, nuestro carnaval, nuestra murga. Así, dan ganas de irse de parranda y hasta sentir cierto orgullo por ello.

—Sebastián Cerda

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