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Bicentenario en tono pesimista

Presentada el pasado viernes 22 de marzo, esta obra del compositor Andreas Bodenhofer, dedicada a la celebración del Bicentenario Nacional de este año, mezcla varias fuentes, entre la cantata, el espectáculo musical, el atonalismo y las raíces folclóricas populares.

29 de Marzo de 2010 | 12:31 |

Esta "Bitácora" es uno de los muchos eventos que se estrenarán con ocasión de las celebraciones del Bicentenario en nuestro país. En el programa se la anuncia como "espectáculo musical", mientras que en la prensa se le difundió como "cantata". En verdad esta "Bitácora" es más que ambas, pues en rigor es una especie de "collage" en el que se mezclan varias disciplinas, no siempre con fortuna.

La obra fue encargada por el Consejo para el Fomento de la Música Nacional y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes a Andreas Bodenhofer, músico y compositor que ha dedicado el mayor caudal de sus obras al cine, las telenovelas y el teatro.

Uno de los aspectos más destacables del espectáculo es la producción, en la que no se escatimaron recursos. Entre ellos están la Orquesta de la Universidad de Santiago, bajo la dirección de David del Pino Klinge; un grupo muy importante de músicos que interpreta una gran cantidad de instrumentos en paralelo a la orquesta; cinco cantantes que a veces recitan, además de un sexto que interviene en forma esporádica, y la obra incluye además video, que se utiliza en algunas ocasiones como apoyo a los textos.

El material que sirve de inspiración se encuentra en una selección de textos de Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta Parra, Pablo de Rokha y Roberto Matta, además de algunos creados por los propios intérpretes y que pretenden ser una evocación de nuestro país al celebrar su Bicentenario. La idea es poderosa, y genera grandes expectativas al buscar ser una muestra de la variedad de entes e impulsos generadores del carácter chileno.


Menos cóndor, más huemul

En este aspecto aparece la primera sorpresa, pues esta celebración toma casi siempre un tono pesimista, irónico e incluso burlón. Son aspectos que sin duda tienen más cabida en una obra teatral cuestionadora de nuestro ser como chilenos, pero que en esta creación, que se supone fue escrita para celebrar o festejar, nos merece al menos algunos reparos.

Como ejemplos resaltan el fragmento dedicado al escudo nacional, donde el lema "por la razón o la fuerza" se reemplazó por "menos cóndor y más huemul", acompañado de textos tal vez divertidos, o la secuencia de video donde varias personas responden la pregunta "¿Qué es Chile para usted?". Algunos contestasn "lindo", "cordillera", "largo y hermoso", etcétera, y está incluido también alguien que se explaya largamente fundamentando que el país es "una mierda" basado en las muchas contradicciones que nos caracterizan. Creo que en justicia la crítica tiene cabida, pero es evidente que también existen los valores, que en esta oportunidad estuvieron ausentes.

El comienzo es certero: escenario oscuro y la orquesta en un pedal mientras se iluminan sólo los pies de alguien que inicia un zapateado de cueca. Luego al iluminarse el personaje irrumpe cantando una cueca urbana que enlaza con una sección donde la imagen de una feria se mezcla con una serie de pregones sobre una base sinfónica que otorga una progresión prometedora. Sólo objetaremos el balance entre voces e instrumentos. Pero de ahí en adelante parece no haber un hilo conductor o guión. Los fragmentos suenan arbitrarios, alternándose cantos aymaras con folclor urbano, recitados o cantos mapuches en mapudungun -quizás los que recibieron el mejor trato en orquestación, progresión y sentido musical a pesar del ostinato en que se desarrollan-. Así  mismo se mezclan las voces de la Mistral, Neruda y Huidobro con cantos en un efecto interesante, y en el caso de Huidobro encontramos sobresaliente la intervención del saxofonista.

A pesar del sobresaliente desempeño de la orquesta, manifestamos nuestra sorpresa por la pérdida evidente del pulso en la cueca que lleva como acompañamiento rítmico un par de platillos.

En el ámbito de la composición, no podemos dejar de señalar la cantidad enorme de fuentes que sirven a Bodenhofer de inspiración: atonalismo, alusiones a los musicales, a Kurt Weill, tanto como el intento de traducir a partitura la música de Violeta Parra en la que dos buenas intérpretes cantan académicamente algo por completo popular.

El Golpe de Estado de 1973 y los detenidos desaparecidos ocupan un lugar destacado con música atonal, finalizando con un Ave María desconcertante. Y mucha fuerza tiene "Todo hombre es un hombre", otro de los momentos altos. En cambio se diluye "El derecho de vivir en paz", de Víctor Jara.

Sin duda este trabajo ganaría acortando algunas de las partes más extensas y organizando de forma más clara sus secciones, cambiando de lugar "Pobre fantasma de la realidad", que al estar antes de la cueca atonal con que finaliza la obra acentúa la visión pesimista que envuelve a esta "Bitácora" escrita para celebrar el Bicentenario de Chile.

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