El auto, cargado hasta el tope, llevaba a tres amigos con sus tablas. Se gritaban. -Ya pos, Esteban, bájate la tabla. -Ya voy, pero ¿no encontrai que está un poquito fuerte para salir? - No, dale, vamos... -No sé, no me atrevo; mira, todos se están saliendo del agua... Yo miraba entretenida, y con la distracción se me pasaba el frío. Mientras la discusión de los dos seguía, un tercero no habló con nadie, armó sus cosas y salió hacia el mar. Intenté seguirlo con la cámara, pero lo perdí rápidamente. Ví un salto, y luego la distancia superó a mi lente. Me mataba la curiosidad por ver si estos dos tomarían la decisión o no. Uno quería cuidarse, y el otro quería seguir sus instintos y arriesgar al límite una buena navegada. Yo esperaba la segunda opción. Hasta que la discusión terminó y se armó el Fun. Aquí mi lente no se perdió, al contrario, ni la arena, ni el mar, ni la piel de gallina, ni siquiera el viento detuvieron a mi cámara. La vela
naranja superó las expectativas y cumplió su misión,
partió saltando y cayendo, pero tomó confianza y lo empezaron
a pasar bien como un equipo consolidado y confiado.Yo estaba gozando. En eso, se me acerca alguien. Era Esteban. -Hola -me dice. -Que tal -respondo, casi sin mirarlo, para no perder mi objetivo. -¿Eres de algún diario? -No, respondí. Esto lo hago por placer. -Ah, y conoces a mi amigo, ¿el de la vela naranja? -No, no todavía. -Ah... si quieres, cambiamos un rico asado en la noche, por una de esas fotos. Ahí me saqué el lente, y lo miré sonriente. -Acepto encantada. Se sonrió, y yo de vuelta. Me explicó dónde quedaba su casa, y me dejó seguir. Terminé mi sesión al ver la vela naranja salir. Estaba sonriente y feliz. Cumplió su desafío y, gracias a eso, me ayudó a cumplir el mío, mi toma perfecta. Ya se me hacía tarde y decidí partir, era hora de sacarme la arena de los oídos. En eso, la desilusión se apoderó en segundos de mi cara: la película no corrió ni un centímetro, es decir, no saqué ninguna foto, no existía toma, ni perfección, sólo el alucinante día y lo que vi, no había testimonio, sólo mi historia. En eso siento un grito. -¡Oyeeeeeee! Era Esteban, junto al de la vela naranja tomados de los hombros. -Este es tu modelo, te lo presento en el asado.... -Sólo sonreí, y educadamente hice una seña, me di media vuelta y me fui...no podía dejar que vieran mi cara de vergüenza, ni su color. Al llegar a Santiago me preguntaron ¿Cómo te fue? Bien...lo pasé bien, saqué hartas fotos, lo único malo, es que me perdí un asado. Amanda Kiran |
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