Columna de Amanda Kiran
Santiago no corre siempre
Viernes 24 de enero de 2003, 09:17

Cuando sonó el despertador, yo ya estaba con las pepas abiertas, esperando el desafío de esa mañana. 10 kms me esperaban. Santiago corría esa mañana.

Ya a las ocho de la mañana tenía que ir saliendo, porque pasaría a buscar a la Sandra, la Negra, la Mari y a mi hermano José.

Alberto y la Sole estarían allá.

Duchadita, con el moño colgado de la cabeza, tirando fuertemente mis chinos ojos de la mañana, llamé a la Sandra para pasarla a buscar.

Me contesta una bulla de fiesta tras un hip!, como los de "Condorito".
-Ammmandita... Vennnte pa acccá.... Sigggo en la fiesta de fin de anniio hip!

Uf! Una menos pensé, no contaba con la Sandra, mi partner número uno enfiestada.

Corté y llamé a la Negra.
-Hola Negra, ¿estás lista para que te pase a buscar?
-Mmmm… Amanda, anoche grabé hasta tarde un comercial y no me la puedo, esta vez arrugo, ¿te enojas?
-¿¡En serio!? (No lo podía creer, segundo rechazo en menos de un minuto). No Negra, no me enojo, me imagino que cansa grabar un comercial, yo nunca he
 
Santiago no corre siempre
(24.01.2003)

Naranja al agua
(17.01.2003)

Se va el capicúa
(31.12.2002)

Medalla dorada
(13.12.2002)

Seis letras
(28.11.2002)

Ha llegado carta
(13.11.2002)

Maratón matrimonial
(05.11.2002)

Vuelta a toda velocidad
(24.10.2002)
 
  grabado uno... Bueno, descansa y duerme bien.

Me sentí como que molestaba, así que colgué rápido.

-Mi tercera llamada de la mañana era a la Mari.
-Tuuuuuut.... Tuuuuuut.... Y sale la nunca bien ponderada grabadora del celular: Este teléfono está fuera del área de cobertura.
-Ohhhh, eso si que fue bajo, lo tenía apagado, no le dio ni para dar explicaciones, la Mari también arrugó.

Saqué el auto, y un poco antes de la hora señalada pasé a buscar a mi hermano José, él sí me estaba esperando.

Se rió de la soledad de mi auto, como no, después de prometerle que estaría rodeado de minas lindas, llega su hermana sola, una lástima.

-Antes que comentes algo -le dije- va a estar Alberto y la Sole allá, con ellos voy a correr.
-Ojalá, me respondió, porque tú sabes que yo no te puedo esperar.
-Lo sé.

Esta carrera está auspiciada y organizada por Nike, se corre a nivel mundial, todos los años, en todas partes del mundo, y este año se corría por primera vez en Chile.

Acá en nuestro país se llama Santiago Corre, tras ella hay una tremenda campaña publicitaria.

Llegamos al parque, estaba precioso, información por todos lados, personas, publicidad, gente como uno, con ganas de hacer deporte, hacer deporte el domingo antes de Navidad, gente que quería superarse a sí mismo, como recomendaban los avisos en la calle. Gente en libertad, sin obligaciones, sólo ganas de correr.

Yo me sentía feliz, feliz de estar ahí, feliz de llevar mi vida, como la llevo, para poder levantarme un día a correr, feliz del camino recorrido, para entender lo que eso significaba para mí, y tal vez para el centenar de personas que me rodeaban.

Faltaban 15 minutos para la largada, y la Sole y Alberto no aparecían.
-Llamé. Podían estar perdidos. ¿Aló, Alberto?
-¿Amanda?, me contesta enredado entre sábanas.
-Estamos muy cansados, anoche fuimos a un cumpleaños y nos acostamos tarde, así que zzzzzz, se durmió dándome la explicación.

José no me vio, menos mal, que vergüenza... Estaba sola en esto.

Rodeada de mil desconocidos, me sentí conocida y cómoda. Dieron la salida y partí.

10 kms rodeada de gordas, flacos, viejos, jóvenes, artesas, cuicos, maratonistas, esforzados, minusválidos, y entre todo eso yo, sola, corriendo.

José se me perdió antes de partir. Yo fui intentando mejorar mi marca y avanzar según daban las piernas.

En 10 kms éramos todos iguales, todos a la misma meta, todos parte de una masa que llevaba con orgullo un número colgado en el orgulloso pecho, todos con mejor o peor capacidad aeróbica buscando su propio tiempo.

Todos tranquilos y en paz.

Sentía las mil respiraciones, los pasos al lado, sentía conversaciones, quejidos, me sentía bien, todo se sentía sano.

Llegué bien, estuve en la meta antes de una hora, eso quería lograr esta vez.

Al cruzar la meta, me esperaba la Mari, la Sandra y la Negra, me tenían un vaso de jugo y un abrazo.

También estaba José... El la corrió en 38 minutos yo en 58, nada mal, pensé.

Después del abrazo, y de recuperar un poco el habla, les pregunté.

-¿Y, amigas? ¿Qué pasó?
-Amanda, el otro año Santiago Correrá sin falta para nosotras.

Amanda Kiran
 
   
   
     
Términos y condiciones de la información © El Mercurio S.A.P.