Suárez indica que la infección por VPH es muy frecuente en las mujeres, de hecho, lo tienen hasta el 30% de las menores de 30 años. La explicación está en que en la juventud, producto de los cambios hormonales que experimenta el cuerpo, hay mayor riesgo de infectarse.
El contagio del VPH se da principalmente por vía sexual (coito o manipulación genital) debido a que el virus es portado tanto por el hombre como por la mujer y se encuentra en el pene y escroto y en la zona vulvar (labios) y vagina, respectivamente. También puede ser transmitido por la madre al feto en el útero o al recién nacido durante el proceso de parto.
Las estadísticas señalan que el 2% de las mujeres infectadas con VPH están en riesgo de desarrollar cáncer cérvico uterino, mientras que más del 90% de ellas pueden eliminar la infección al término de 2 años, no así el virus de su cuerpo. La infección persistente es la que da origen al CACU.
El doctor Suárez explica que las lesiones premalignas y el cáncer in situ son asintomáticas y la única forma de pesquisarlas es a través de un examen conocido como Papanicolau, PAP. En cambio, el cáncer avanzado puede presentar sangramiento después de la relación sexual.
El Papanicolau, que consiste en la toma de células en el cuello del útero y su posterior observación al microscopio, puede alertar sobre la sospecha de una infección de VPH. La confirmación del diagnóstico se hace mediante una colposcopía que permite observar directamente el cuello del útero y tomar una biopsia dirigida de la lesión.
Las lesiones premalignas se denominan NIE (neoplasia intraepitelial) y se presentan en diferentes grados, siendo leves y superficial (grado I), moderadas e intermedia (II) y severas o superior (III o cáncer in situ). Cuando las células anormales sobrepasan la membrana basal del cuello uterino nos encontramos frente a un cáncer invasor.