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El origen del volantín se atribuye a un general chino de nombre Han Sin, en el año 200 antes de Cristo, y su difusión fue tan popular en oriente que el calendario chino le dedicó el noveno mes del año.

En Europa, la cometa ya era conocida en el siglo XVII y su aparición en Chile data de mediados del siglo XVIII. Su llegada conquistó a tantos seguidores, que se convirtió en el protagonista de muchas fiestas, juegos, competencias, reuniones y jaranas.

Pero su presencia también causó disturbios y peleas. En 1795 se dictó una orden que condenaba a seis días de prisión a todo "malvado" que causara daños como consecuencia de la encumbrada de un volantín. Esta medida se tuvo que adoptar porque fueron demasiados los peatones que sufrieron el golpe de una teja por culpa de las piruetas de un volantín.

Pese a esto, la presencia del volantín se hizo indispensable en la celebración de las Fiestas Patrias y en las famosas competencias de corridas de volantines. Estas últimas consisten en la lucha de dos o más figuras de papel en el cielo, que buscan eliminarse unas a otras por medio del roce violento del hilo curado. Esta "arma" es consecuencia de la mezcla de vidrio molido con pegatina en el hilo que encumbra al volantín y que es capaz de cortar los hilos enemigos.

Con los años, se prohibió el uso del hilo curado y los volantines se dedicaron a cubrir los cielos con fines lúdicos y no competitivos estando en manos, principalmente de los niños.

Actualmente, el volantín ha experimentado las innovaciones de la modernidad, ya que sus variedades se presentan en papel, plástico y con sofisticados sistemas de manejo que posibilitan dirigirlo con dos m
anos.