¿El hombre o la máquina?
En el mundo de la velocidad, ya sea de automóviles o motocicletas, la duda es siempre la misma: conseguir un título mundial ¿es virtud del piloto, de la máquina o una buena mezcla de ambos? En el caso de Rossi, el talento es algo indiscutido. A bordo de una moto, el italiano hace y deshace a su antojo, pero al momento de levantar una copa hay que saber reconocer que buena parte del triunfo fue posible gracias a la parte mecánica.

En la Fórmula 1, por ejemplo, aunque nadie pone en duda el talento de Michael Schumacher, a muchos les gustaría verlo sobre un McLaren o un Williams para demostrar (o desmentir) que conducir un Ferrari supone ventajas importantes.
Lo mismo pasaba, hasta el año 2004, en la MotoGP. Rossi era invencible sobre la Honda RC211V, por lo que la noticia de su traspaso a Yamaha puso los pelos de punta a los fanáticos y dibujó algunas sonrisas a los pocos críticos de su calidad como piloto. El equipo japonés no conocía la victoria hace 12 años y en 2003 no tuvo triunfos en ninguna carrera. Varios calificaron la movida de Rossi como un suicidio deportivo.
Yamaha esperó a Valentino con 30 millones de euros (unos 22 mil millones de pesos) por dos temporadas y con una renovada versión para su YZR-M1, un vehículo, en el papel, claramente inferior a Honda e incluso a Ducati, la otra gran marca en competencia.

Pero Rossi, fiel a su estilo, asumió el desafío aunque no dudó en llevarse consigo a su equipo de mecánicos de Honda, encabezado por Jerry Burgess. Junto a ellos logró ajustar la motocicleta para que respondiera de la mejor forma a su irreverente, y siempre al límite, forma de conducir.
La hasta entonces poco afamada M1, se convirtió en una flamante máquina de correr carreras. "Il Dottore" la llenó de adhesivos y el número 46 relució sobre los podios. Rossi venció en ocho de las 16 pruebas disputadas y le devolvió a Yamaha un título que no ganaba desde 1992 bajo la conducción de Wayne Rainey.
Una imagen del Gran Premio de Valencia, la última carrera de 2004, reflejó lo que es hoy Valentino Rossi. Con el título ya bajo el brazo, el italiano no dudó en salir a la pista como si ésta fuera su carrera más importante. A pocas vueltas del final, la Yamaha M1 llevaba varios segundos de ventaja a dos Honda, una Ducati y una Aprilia que la miraban de lejos, con envidia, como deseando tener sobre sus asientos al joven doctor italiano.
sigue en Futuro con F