Aceptar un empleo que no representa un verdadero desafío puede parecer una salida razonable, sobre todo en momentos de incertidumbre económica o tras un período sin trabajo. Sin embargo, lo que comienza como una medida temporal puede transformarse rápidamente en una trampa silenciosa para el desarrollo profesional, el bienestar emocional y las futuras oportunidades laborales.
Cuando una persona se desempeña en un rol para el cual está sobrecalificada, es decir, cuando posee más experiencia, conocimientos o formación de los que el cargo requiere, se genera un desajuste difícil de sostener en el tiempo, advierten los especialistas en capital humano.
“Al principio, puede haber alivio. Tener ingresos, sentirse útil o mantenerse activo puede ser muy positivo”, explica Paula Penjean, gerente Regional y de Nuevos Negocios en Grupo Teamwork -empresa chilena de gestión de recursos humanos-. “Pero con el tiempo, la rutina sin propósito, la sensación de estar desaprovechando el propio talento o la falta de crecimiento generan un desgaste emocional silencioso”, asegura.
Un camino que puede llevar al estancamiento
La desmotivación es uno de los principales riesgos para quienes aceptan un empleo con menor exigencia. “Puede parecer una buena idea porque hay menos estrés y más control, pero con el tiempo aparece el aburrimiento, la sensación de estancamiento y muchas veces también la frustración”, comenta Yerko Opazo, jefe de gestión de personal en eVoting -plataforma de votación electrónica-.
Cuando no hay espacio para desplegar las capacidades ni para avanzar, la desconexión con el trabajo se hace inevitable. Esa falta de desafío incluso puede afectar el rendimiento. No porque la persona no sea capaz, sino porque ya no hay energía ni ganas puestas en lo que hace.
Luis Esteban Bonzi, gerente de Hunting & Talent Management en BDO Chile -,sociedad chilena de auditoría y consultoría- coincide en que esta decisión puede perjudicar tanto al trabajador como a la empresa. “Uno de los principales riesgos es la frustración. La persona puede sentir que no está aprovechando su potencial, lo que puede llevar a desmotivación. También puede existir una desconexión con el equipo o con la cultura organizacional, especialmente si los líderes perciben al colaborador como una amenaza”.
Este tipo de roles también pueden impactar la salud mental. A corto plazo, el trabajador puede experimentar cierto alivio al reinsertarse en el mercado laboral, pero con el tiempo, la falta de desafíos y de sentido puede derivar en desgaste emocional, ansiedad y pérdida de propósito, advierten los expertos.
El impacto silencioso de una rutina sin propósito
Desde el punto de vista de las áreas de recursos humanos, contratar a alguien sobrecalificado puede ser visto como un riesgo también para la organización. “La más común es el miedo a que la persona renuncie pronto si aparece una oferta mejor”, dice Penjean. A esto se suma el temor de que existan choques con la jefatura o el equipo, o que las expectativas salariales y de desarrollo no puedan ser satisfechas.
“No se descarta a alguien por saber mucho, sino porque buscamos un ‘match’ real entre lo que la persona quiere y lo que el cargo ofrece. Si eso no está claro desde el principio, es fácil que la relación laboral se vuelva insostenible”.
Yerko Opazo, jefe de gestión de personal en eVoting
Además, añade que las tensiones pueden surgir si el nuevo integrante, con más experiencia que su jefe, empieza a cuestionar procesos o intenta liderar sin tener esa atribución formal. Este tipo de choques pueden desestabilizar equipos y generar incomodidad en la dinámica jerárquica.
¿Cuándo sí conviene aceptar un trabajo menos exigente?
Pese a los riesgos, los tres expertos insisten en que, bajo ciertas condiciones, aceptar un empleo con menor exigencia puede ser una jugada estratégica. El punto clave está en que sea una decisión consciente y alineada con un propósito claro.
“Si estás transitando un cambio de carrera, adaptándote a un nuevo país, recuperándote de una crisis personal o priorizando el equilibrio vida-trabajo, puede ser totalmente válido”, comenta Penjean. Lo fundamental es que no sea una elección por resignación, sino parte de un plan mayor.
Opazo también destaca la importancia de mantenerse activo desde el aprendizaje. “Puede que no aparezca el ‘trabajo soñado’, pero hay muchas formas de seguir creciendo: proyectos personales, mentorías, cursos, voluntariado. El desafío no siempre está en el cargo, sino en lo que haces con él”, comentó.
Otra opción saludable, según Bonzi, es emprender, trabajar como consultor o freelance, o buscar espacios donde transmitir la experiencia acumulada, como la docencia. “Lo importante es no quedarse inmóvil. Reinventarse no es rendirse, es tener el coraje de moverse con estrategia y visión”, enfatiza Penjean.
El gran error es instalarse indefinidamente en una función que no representa ningún desafío, sin un horizonte claro. “Ese trabajo no define todo tu potencial. Hay que usarlo como un puente, no como un techo”, dijo Opazo, finalmente.