Una frase, pronunciada en una rueda de prensa el martes, confirmó lo que durante meses ya era considerado un hecho: la salida Telefónica de Chile, de uno de los actores emblemáticos de las telecomunicaciones nacionales.
"Vamos a salir de Hispanoamérica y los tres países que tenemos ahí son México, Chile y Venezuela", sostuvo desde Madrid el presidente de la matriz española Telefónica, Marc Murtra, reafirmando la decisión de la compañía de retirarse de Chile.
La compañía, dueña de Movistar y de una de las torres más icónicas de Santiago, ultima los detalles de su retirada definitiva del país, mientras avanza en las negociaciones de venta.
México, Chile y Venezuela son los únicos mercados de Hispanoamérica donde la firma todavía opera, aunque el proceso para desprenderse de sus activos ya se encuentra en curso, siguiendo el camino trazado en Argentina, Uruguay, Perú, Colombia y Ecuador. El único país donde mantendrá operaciones en la región será Brasil.
El anuncio, sin embargo, trasciende los números y los balances financieros. Con la salida de Telefónica no solo se va una multinacional que fue protagonista del desarrollo tecnológico chileno en los noventa, sino también una parte visible de la transformación urbana de Santiago: la Torre Telefónica, ubicada en Providencia, junto a la Plaza Baquedano, cuya figura marcó una época.
Inaugurada en 1996, la estructura de 143 metros de altura fue símbolo de modernidad, de avance y de conexión. Pero también generó controversia: su diseño inspirado en los teléfonos celulares de la época fue tildado de "anticuado y feo" dos décadas más tarde, convirtiéndose en una figura de amor y odio para arquitectos y ciudadanos.
Hoy, mientras su propietaria se prepara para abandonar el país, el edificio enfrenta un nuevo ciclo, en medio del proceso de venta reactivado tras años de pausa.
Un ícono en Providencia
Encargada en 1993 al arquitecto chileno Mario Paredes e inaugurada tres años después a un costado de la Plaza Baquedano y del Parque Bustamante, la Torre Telefónica -originalmente Torre CTC- fue concebida como el emblema de una empresa que aspiraba a liderar la nueva era de las telecomunicaciones.
Con 34 pisos, se transformó en el edificio más alto de Santiago hasta 1999, cuando fue superado por el Boulevard Kennedy, de 145 metros.
La inspiración detrás del diseño no pasó desapercibida. Paredes pensó en una estructura que evocara el avance tecnológico de los primeros celulares con antena, aparatos que por entonces revolucionaban el mundo.
Su estética vertical, coronada por un volumen curvo que simulaba una antena, encarnaba la promesa de un país que ingresaba de lleno a la globalización.
El propio Óscar Guillermo Garretón, quien presidió la entonces Compañía de Teléfonos de Chile (CTC) entre 1993 y 1997, explicó años más tarde a La Tercera que "puede que lo parezca ahora, pero nunca estuvo la idea entre los que tomamos la decisión de hacer una especie de escultura de un celular. Más bien era un edificio muy estilizado, por lo menos para la época, y que además en ese momento fue el más alto de Chile".
Sin embargo, la monumentalidad de la torre generó divisiones desde el inicio. Las críticas por su ruptura con la arquitectura urbana de la capital del siglo XX se multiplicaron en medios y revistas especializadas.
"Puede que lo parezca ahora, pero nunca estuvo la idea entre los que tomamos la decisión de hacer una especie de escultura de un celular. Más bien era un edificio muy estilizado, por lo menos para la época, y que además en ese momento fue el más alto de Chile".
Óscar Guillermo Garretón
Algunos consideraban que cubría la vista hacia la cordillera y rompía con la escala del entorno. Según recoge el citado medio En su libro La mala memoria (1998), el dramaturgo y psiquiatra Marco Antonio de la Parra la calificó como
"un símbolo descabellado del capitalismo y del poder", mientras que el escritor Sergio Gómez la convirtió en escenario clave de una de las investigaciones del detective literario Quique Hache.
Pese a las controversias, la inauguración de la torre en noviembre de 1996 fue un acontecimiento nacional. La ceremonia contó con la presencia del entonces rey Juan Carlos I y la reina Sofía de España, lo que reforzó el vínculo entre la matriz europea y su filial chilena. Para una generación que creció en el auge de los noventa, la torre representó la modernidad y el salto hacia un Chile conectado.
El edificio más alto y las críticas al símbolo
Durante los primeros años tras su apertura, la Torre Telefónica se convirtió en una referencia visual para los santiaguinos. Su ubicación estratégica -a la salida del Metro Baquedano, en el límite entre Providencia y Santiago- y su estructura de vidrio espejado la hicieron destacar en el paisaje urbano. No obstante, con el paso del tiempo, su diseño comenzó a envejecer junto con la tecnología que la inspiró.
En julio de 2016, el medio estadounidense Tech Insider, perteneciente a Business Insider, publicó una dura crítica al edificio.
"El diseño de la Torre probablemente parecía una buena idea en ese momento", escribió el portal, recordando que en los años noventa los llamados "box phones" eran considerados lo más innovador del mercado.
Sin embargo, el medio fue tajante: "Pero en el siglo XXI, ese rascacielos es ahora una monstruosidad vergonzosa (aunque nostálgica)". La publicación remató con una advertencia arquitectónica: "Esta vestigio del pasado tecnológico debería ser una lección para los arquitectos para no diseñar estructuras permanentes que se parezcan a piezas con una rápida evolución tecnológica".
"Pero en el siglo XXI, ese rascacielos es ahora una monstruosidad vergonzosa (aunque nostálgica)"
Tech Insider (2016)
Para muchos, esa crítica sintetizó el destino de la torre: una construcción que encarnó su tiempo con tanta fuerza que no pudo escapar a su propia obsolescencia.
El arquitecto Mario Paredes, fallecido en 2013, no alcanzó a ver el debate contemporáneo en torno a su creación, aunque quienes lo conocieron aseguran que siempre defendió la coherencia de su diseño con el contexto tecnológico y simbólico de los noventa.
Arte y cultura en las alturas
Más allá de su carácter corporativo, la Torre Telefónica fue también un espacio cultural relevante en Santiago. A lo largo de su historia, acogió exposiciones y muestras artísticas que contribuyeron a consolidarla como un punto de encuentro entre la tecnología y el arte.
En 2001, el poeta Nicanor Parra presentó allí sus Artefactos visuales, mientras que en 2006 el artista Alfredo Jaar montó la muestra JAAR SCL 2006, una de las más comentadas de la década.
El lugar también fue escenario de obras de Roberto Matta, con El año de los tres 000 (2000); de Vicente Huidobro, con la exposición Las Artes Plásticas (2001); y de artistas internacionales como Joan Miró, con Mirada a artista (2003-2004). Incluso albergó la muestra anual de la World Press Photo.
El estallido social y las proyecciones de luz
El 18 de octubre de 2019, la Torre Telefónica volvió al centro de la escena nacional, esta vez en medio del estallido social.
Su fachada de vidrio se transformó en una pantalla simbólica para las demandas ciudadanas. Enormes proyecciones luminosas aparecieron sobre el edificio, convirtiéndolo en una de las imágenes más icónicas de aquellas jornadas.
La palabra "DIGNIDAD" fue la primera en aparecer, generando un impacto inmediato en redes sociales y medios. Detrás de esta intervención estaba el estudio Delight Lab, compuesto por los hermanos Andrea y Germán Gana Muñoz, quienes utilizan la luz y el video mapping como medio de expresión artística.
"Declaramos el apoyo a las justas demandas sociales y rechazamos la declaración de estado de emergencia y la presencia de militares armados en las calles", señalaron entonces.
Un día después, repitieron la palabra, esta vez con signos de exclamación. "La gente ya no pide, está gritando DIGNIDAD!! No son los 30 pesos del alza, son tantas las injusticias sociales que debemos construir un Nuevo Chile", escribieron en su cuenta de Instagram. Luego siguieron frases como "No estamos en guerra, estamos unidos" y "¿Dónde está la RAZÓN?", intervenciones que fueron vistas por miles de personas que transitaban por el sector.
Una de las más recordadas fue la proyección del verso de Raúl Zurita, "que sus rostros cubran el horizonte", acompañada por los nombres de cuatro personas fallecidas durante las protestas.
La imagen se viralizó en cuestión de horas. Desde la compañía, Telefónica aclaró que no tuvo participación alguna en las proyecciones, pero el impacto simbólico ya estaba hecho: la torre se había convertido, nuevamente, en un lienzo del momento.
Pausa, pandemia y nueva venta
Tras el estallido, el destino del edificio quedó en suspenso. En 2019, Telefónica había decidido pausar el proceso de venta de su edificio corporativo ante la inestabilidad social y política.
Durante la pandemia, el inmueble permaneció semivacío, mientras el teletrabajo se imponía y el modelo de oficinas cambiaba radicalmente. Pero en julio de 2025, la compañía anunció que reactivaba su plan de venta.
"No partimos de cero. Esta decisión responde a una visión que nació hace años y que hoy cobra nueva fuerza, impulsada por un entorno más favorable y por las oportunidades que este momento ofrece para invertir", explicó Alexis Arellano, gerente de Administración Inmobiliaria de Telefónica Chile, al confirmar la reanudación del proceso.
El anuncio coincidió con la estrategia global de la compañía, que busca concentrar sus operaciones en mercados estratégicos y desinvertir en regiones donde su rentabilidad ha caído. Ya se han alcanzado acuerdos de venta en Argentina (US$1.245 millones), Colombia (US$400 millones), Uruguay (US$440 millones), Perú (US$1 millón) y Ecuador (US$380 millones), sumando casi US$2.500 millones.
Hoy, Telefónica prepara su salida definitiva de Chile, mientras el futuro de su icónico edificio se mantiene en suspenso.