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Españoles vivieron emocionante Día de San Fermín

El segundo encierro superó los cinco minutos de duración y resultó peligroso por la afluencia masiva de corredores.

08 de Julio de 2000 | 02:49 | EFE
PAMPLONA.- El segundo encierro de los Sanfermines 2000, con cinco toros de la ganadería de Adolfo Martín, superó los cinco minutos de duración y resultó peligroso por la afluencia masiva de corredores y porque en la plaza se quedó rezagado uno de los astados.

Cinco y no seis toros, tras haber sido rechazado uno de ellos ayer en la revisión veterinaria, partieron a las 8:00 horas de los corrales de Santo Domingo y, como es habitual, efectuaron en solitario los primeros metros del recorrido hasta producirse el encuentro con los mozos.

La carrera en la cuesta de Santo Domingo no registró incidentes, pese a que uno de los toros resbaló y cayó al suelo, sin más complicaciones para los corredores, que sufrieron ya en este tramo las primeras caídas.

Al llegar a la Plaza del Ayuntamiento, uno de los morlacos esquivó a un mozo, pasándole por encima, y toda la manada junta cruzó por delante de la Casa Consistorial para entrar en Mercaderes, donde dos de los de Adolfo Martín cayeron al suelo.

En la curva de la Estafeta, los animales que encabezaban la marcha chocaron contra el vallado sin llegar a caer, lo que sí hicieron los tres toros y mansos que les seguían, circunstancia que rompió definitivamente la manada.

Divididos en dos grupos, enfilaron la calle Estafeta, donde, por desconocimiento o imprudencia, muchos corredores se agarraron a lomos de la torada sin que el peligro que ello supone llegara a tener consecuencias, salvo un puntazo en el glúteo a un mozo, que tuvo que ser trasladado a un centro hospitalario.

Así siguieron hasta el callejón de acceso a la Plaza, en cuyos chiqueros fueron encerrados cuatro toros y los mansos antes de que transcurrieran tres minutos, mientras que el último se resistió a hacerlo y permaneció durante alrededor de minuto y medio en la arena, sin atender las llamadas de dobladores y pastores que, con sus capotes y varas, intentaban llevarlo con sus hermanos.

Pese a volverse en varias ocasiones y dirigirse hacia el burladero, el toro no buscó a los mozos que, en gran número, estaban en la arena y fue finalmente introducido en los chiqueros.