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Osama Ben Laden continúa siendo la pesadilla de EE.UU.

El disidente y multimillonario saudí, principal promotor del terrorismo islámico internacional, todavía es la pesadilla de Estados Unidos, cuando se cumplen dos años de los atentados contra las embajadas de ese país en Kenia y Tanzania.

07 de Agosto de 2000 | 12:35 | EFE
EL CAIRO.- El disidente saudí Osama Ben Laden, principal promotor del terrorismo islámico internacional, todavía es la pesadilla de Estados Unidos, cuando se cumplen dos años de los atentados contra las embajadas de ese país en Kenia y Tanzania.
El multimillonario saudí continúa siendo la pesadilla de EE.UU.
El 7 de agosto de 1998, dos bombas colocadas junto a las legaciones estadounidenses en Nairobi y Dar Es Salam hicieron explosión simultáneamente y causaron la muerte de 224 personas y heridas a otras 500, la mayoría de ellas en la capital de Kenia.

Estados Unidos responsabilizó a Ben Laden de la colocación de los artefactos y, como represalia, el 20 de agosto de ese mismo año bombardeó un campamento de sus seguidores en Afganistán y una fábrica de medicamentos en Sudán que, según Washington, elaboraba componentes para armas químicas y tenía relación con el líder integrista.

El Gobierno de Jartum negó esa supuesta relación y, posteriormente, varios equipos internacionales, entre ellos uno británico y otro estadounidense, comprobaron que la factoría sólo elaboraba medicamentos y no tenía medios para fabricar armas.

Durante los últimos dos años, los servicios secretos de EE.UU. han intentado sin éxito capturar a Ben Laden, refugiado en Afganistán bajo la protección del régimen integrista de los Talibán.

El Departamento de Estado norteamericano ha ofrecido también cinco millones de dólares a quien facilite información que permita su detención.

En sus esfuerzos para eliminar a Ben Laden, la administración del Presidente de EE.UU., Bill Clinton, ha presionado por todos los medios a los Talibán para que lo extraditen o expulsen de Afganistán.

Sin embargo, el régimen integrista afgano ha rechazado estas presiones, al considerar que su extradición "traicionaría los principios del Islam", que exigen respeto para los huéspedes, y ha reclamado a EE.UU. que pruebe que Ben Laden estuvo implicado en los atentados de Kenia y Tanzania.

El dirigente integrista, un ingeniero multimillonario, encabeza una organización compuesta por radicales islámicos violentos de varios países y dedicada a la lucha contra "los judíos y los cruzados", según su propia denominación.

Este grupo está considerado la principal fuente de financiación del terrorismo islámico internacional.

"Ben Laden no es una pesadilla sólo para EE.UU., sino también para Arabia Saudí, Egipto y otros países de Oriente Medio que mantienen buenas relaciones con Washington", dijo Abdel Rahman Mutawakel, diplomático árabe destinado en El Cairo.

En su opinión, "Ben Laden es un grave dolor de cabeza para la familia Al Saud (que gobierna Arabia Saudí) por su firme oposición a la presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saudí", pues considera que ocupan y mancillan las ciudades de La Meca y Medina, los dos principales lugares santos del Islam.

Informaciones difundidas la semana pasada señalaban que el gobernador de Riad, Salman Ben Abdelaziz, hermanastro del rey Fahd de Arabia, había ofrecido una sustanciosa recompensa a quien mate a Ben Laden, refugiado en Afganistán desde que fue expulsado de Jartum, en 1995, por las autoridades sudanesas.

Los saudíes sospechan que Ben Laden estuvo detrás del atentado con explosivos contra un complejo militar estadounidense situado en la ciudad oriental saudí de Dharan, en junio de 1996, en el que murieron 19 soldados norteamericanos y resultaron heridos otros 400.

Ese fue el atentado más grave contra una base militar de EE.UU. desde 1983, cuando integristas islámicos volaron en Beirut el cuartel general de los infantes de Marina estadounidenses y causaron la muerte a 241 militares.
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