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Debate sobre la clonación puede llegar pronto a EE.UU.

Para finales de este mes se espera que los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. (NIH) emitan nuevas directrices que permitan la investigación con células de embriones humanos.

21 de Agosto de 2000 | 05:19 | AFP
WASHINGTON.- El debate abierto en Gran Bretaña sobre la clonación humana con fines científicos no ha suscitado de momento una reacción similar en Estados Unidos, pese a que la moratoria impuesta sobre estas investigaciones será revisada.

Para finales de este mes se espera que los Institutos Nacionales de Salud de EEUU (NIH) emitan nuevas directrices que permitan la investigación con células de embriones humanos.

Nadie, ni en Estados Unidos, ni en Gran Bretaña, defiende la "clonación reproductiva" destinada a crear seres idénticos, aunque hay investigadores, como el científico Richard Seed de Chicago, que afirman estar listos para hacerlo.

El problema estriba en que la prohibición establecida en 1997 por el Comité Nacional de Asesoramiento en Bioética sobre la clonación y la moratoria que congeló los fondos federales para estas investigaciones han paralizado también las investigación con un tipo de células embrionarias, llamadas "stem".

Las células troncales "stem" tienen la particularidad de que pueden dar lugar a cualquier tipo de tejido una vez cultivadas, lo que abre un enorme campo a los trasplantes y el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer, Parkinson y algunos tipos de cáncer.

Pero estas célula son abundantes solo en el tejido embrionario que procede de fetos humanos, obtenidos hasta ahora a partir de óvulos sobrantes en clínicas que realizan tratamientos contra la infertilidad.

Crear embriones humanos, que después son destruidos, es equiparable al aborto, según sostienen quienes se oponen a esta línea de investigación.

Pero esos embriones tienen la capacidad de regenerar tejidos y "si prohibimos la posibilidad de trabajar con ellos" se estarán posponiendo técnicas de curación para muchos problemas, opina Martin Evans, experto en clonación de la Universidad de Cardiff.

El presidente Bill Clinton expuso claramente las dos caras de la moneda cuando en 1998 expresó su "profunda preocupación" por la creación de un embrión con material genético humano que se había llevado adelante en el óvulo de una vaca.

En una carta remitida a Harold Shapiro, presidente del Comité de Asesoramiento en Bioética, Clinton reconocía "sin embargo, que otros tipos de células stem plantean diferentes preocupaciones éticas, al tiempo que prometen significativos beneficios médicos".

En los últimos dos años, los científicos han descubierto que las células troncales "stem", también llamadas "totipotentes" por la capacidad de regeneración que encierran, pueden ser obtenidas en otros tejidos, pero el embrionario continúa siendo su fuente principal.

La administración estadounidense reconoce la investigación con esas células cuando procedan de embriones sobrantes en las clínicas de infertilidad, pero prohibió obtenerlas por clonación, en lo que se denomina "transferencia nuclear de células somáticas".

La "transferencia nuclear" es el método de clonación que se utilizó en 1997 en Escocia para crear la oveja Dolly.

Ese mismo año, Clinton propuso la prohibición de clonar seres humanos y la moratoria en los fondos durante 5 años, un tiempo en el que los científicos que le asesoran podrían evaluar los riesgos y el impacto ético y social que conlleva.

La decisión adoptada la pasada semana por las autoridades británicas, en el sentido de permitir la clonación con fines médicos puede influir notablemente en la decisión que adopten las autoridades de EE.UU.

"Yo creo que para mucha gente, sabiendo lo que ha hecho otro país, que es nuestro pariente moral más cercano, puede poner nuestra posición en una situación difícil, cuando no conservadora", sostiene Thomas Murray, presidente del Hasting Center, un centro de análisis en Bioética.

Las restricciones del gobierno de EEUU no afectan a las industrias cuyos fondos proceden de la iniciativa privada, lo que supone, a ojos de los responsables de los institutos públicos, una discriminación que les impide la competencia.
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