A pesar de que su estreno en cines el año pasado pasó más bien sin pena ni gloria (eso sin contar la ridiculez de calificar la película para mayores de 18 años, un nuevo "acierto" del Consejo de Calificación Cinematográfica, la cinta debut de Rodrigo Sepúlveda -producción realizada por Zoo Films, y basada en un relato del escritor Manuel Rojas ("Hijo de Ladrón")-, logra apreciarse de una manera mucho más rica una segunda vez, en formato televisivo y en la comodidad del hogar, gracias al ciclo de "Cuentos Chilenos" queb todos los martes exhibe Televisión Nacional.
Estamos a mitad de la década de los '50. En una lluviosa estación de trenes, Fernando Córdova (un sólido Ramón Llao), ladrón de poca monta, pero con muy buena pinta, le roba el maletín a uno de los pasajeros que se encuentra sentado en el baño. Intenta escapar, pero es detenido por la policía mientras se muere de la risa bajo la lluvia ante el mísero botín que contiene el bolso. Y en un curioso guiño a "Pulp Fiction" (de Quentin Tarantino), jamás nos enteramos cuál es el contenido de la maleta. Pero, en fin, esa secuencia es el motor de arranque de esta nueva película chilena, que busca retratar un intimista relato de (des)comunicaciones entre un hombre y una mujer chilenos a mediados del siglo pasado.
Córdova es detenido y es enviado a una cárcel de mala muerte. Ahí comienza a desmadejarse la historia de este ladrón, pero, más importante -a través de trágicos raccontos-, el cómo conoció a Ana (una expresiva Amparo Noguera), la solitaria mesera de un bar en Valparaíso y la dueña de su amor. Ella, a su vez, está igual de enamorada que su media naranja. Y al saber que su amado está tras las rejas, hará lo posible para estar junto a él.
Rodrigo Sepúlveda, director eminentemente televisivo ("Jaguar Yú", entre otros programas) debutó en la pantalla grande con este sobrio relato, en donde resalta una dirección cadenciosa y con aires costumbristas, a un ritmo a veces demasiado reposado, pero siempre cautivante. A ratos, los planos son excesivamente largos y el inserto de saltos en el tiempo confunde y a veces estrella el timón del relato. Además, el guión de Alejandro Goic y Mateo Iribarren peca de varios cabos sueltos a lo largo del relato. Pero esas son faltas menores que se compensan con una rica y trabajada banda de sonido -cortesía del ex-Santa Locura, Cristián Freund-, un cuidado trabajo de fotografía a cargo de Esteban Pablo Courtalón, notables ambientaciones y claro, excepcionales actuaciones de la dupla protagonista (no por nada Amparo Noguera se llevó merecidamente un premio Altazor a la Mejor Actriz), que le otorga pasión y dolor a una relación que estaba condenada casi desde un principio.